Este año, excepto en la franja fronteriza con los Estados Unidos y en Sonora y Quintana Roo, en México comenzará el horario de verano el primer domingo de abril, a las 2:00 horas, cuando se deberá adelantar el reloj una hora, y terminará el 30 de octubre, a las 2:00 horas, cuando se regresará al horario normal o estándar.

Más allá de las percepciones de la gente y de las razones económicas por las que se implantó en México el horario de verano desde 1996, estudios realizados en Estados Unidos y en Europa demuestran estadísticamente que el horario de verano no es un daño colateral, sino directo para la salud.

 

Cuando se adelanta la vida

El primer domingo de abril, desde hace 26 años, se nos pierde o roba una hora de vida, ya que por disposiciones oficiales el reloj se adelanta 60 minutos, aunque siete meses más tarde recuperamos esa hora cuando regresamos al horario habitual.

A algunas personas este cambio les parece benéfico ya que hay más horas de actividad con luz de día y, se supone, la criminalidad disminuye ya que los delincuentes cuentan con menos horas de oscuridad para realizar sus atracos. Sin embargo, estadísticas estadounidenses demuestran que efectivamente sí disminuyen los delitos, pero no de una forma significativa.

En cuanto a los beneficios económicos, se ha documentado que hay un ahorro de energía, pero no muy importante; aún así, los mayores beneficios se encuentran en la uniformidad de horarios en las fronteras; por ejemplo, en México, la zona fronteriza del norte cambia su horario el mismo día que lo hacen en Estados Unidos, en este año fue el 13 de marzo.

Al margen de esos beneficios, neurólogos, biólogos computacionales, cronobiólogos y otros especialistas han demostrado que el cambio de horario afecta a más personas y más de lo que pensaba o percibía cada persona, porque nuestro organismo está estrechamente conectado con el ritmo de luz-oscuridad.

Algunos investigadores consideran que en el cambio de horario de verano lo primero que se debe hacer al levantarse es prender todas las luces de la casa para que se reciba el estímulo luminoso y, sobre todo, que no se recuerde que son las cinco de la mañana, cuando el reloj marca las seis de la mañana. Sin embargo, esas trampas no engañan a nuestro ciclo circadiano (cerca de un día), aunque se considere que en unos días nos habituaremos al cambio.

 

La sabia virtud de conocer el tiempo

La neuróloga Beth Ann Malow, de la Universidad de Vanderbilt, en Tennessee, señala que la luz matutina contribuye a establecer los ciclos naturales del organismo, lo cual “puede deberse a los efectos de la luz en el aumento de los niveles de cortisol, una hormona que modula la respuesta al estrés o al efecto de la luz en la amígdala, una parte del cerebro involucrada en las emociones”, según refiere en Why daylight saving time is unhealthy (¿Por qué el horario de verano no es saludable?), publicado el pasado 10 de marzo en The Conversation.

Por su parte, un grupo de investigadores encabezados por Andrey Rzhertsky, codirector de la sección de Biomedicina computacional y ciencia de datos biomédicos, de la Universidad de Chicago, realizó un análisis transversal de los efectos para la salud del horario de verano en habitantes de los Estados Unidos y Suecia.

En el trabajo Measurable health effects associated with the daylight saving time shift (Efectos medibles en la salud, asociados al cambio de horario de verano), que se publicó en PLOS Computational Biology, el 8 de junio de 2020, Rzhertsky y colaboradores analizaron la base de datos de reclamaciones de seguros de 150 millones de pacientes en los Estados Unidos, que reúne IBM Watson Health MarketScan; así como nueve millones de pacientes hospitalizados en Suecia.

De esas personas, quienes sufren enfermedades cardiovasculares, lesiones, trastornos mentales y del comportamiento y enfermedades relacionadas con el sistema inmunitario, como enteritis y colitis no infecciosas, tienen un riesgo elevado de recaídas en el cambio de horario de verano. En tanto que el riesgo relativo de enfermedad fue mayor en los grupos de edad de 0 a 20 años y de 41 años en adelante, con esos padecimientos crónicos.

Por su parte, el grupo de 0 a 20 años es propenso a sufrir accidentes en cabeza, muñeca y mano; en cambio, los mayores de 41 años tienen más probabilidades de lesionarse la parte inferior del tórax.

Estas afectaciones de la salud, según los autores, pueden deberse tanto al ciclo diario de intensidad de la luz solar que afecta el reloj circadiano, como a la interrupción del horario diario de las personas por el cambio de horario de verano.

Así que las afectaciones en la salud de muchas personas por el horario de verano pueden ser un mal no necesario y prevenible.

@RenAnaya2

f/René Anaya Periodista Científico