La Unión Americana vive las peores semanas de su turbulenta historia. Todo se junta. La pandemia del Covid-19, que pudo ser enfrentada de forma muy diferente en caso de que Donald Trump hubiera escuchado a la Inteligencia de su país cuando le advirtió, desde el mes de enero, de la seriedad de la crisis sanitaria que se incubaba en China. Por el contrario, el irresponsable residente de la Casa Blanca tomó el delicado asunto en broma.
Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía de “una emergencia de salud pública de interés internacional”, el mismo día, 30 de enero, el magnate presumía: “Lo tenemos bajo control. Tenemos muy pocos casos en este país en este momento: cinco. Y todas esas personas se están recuperando con éxito”. Mentira. Poco antes, ocho días exactamente, el 22 de enero, el reportero Joe Kernen, de la NBC, le preguntó si “EUA estaba cerca de sufrir el embate de la epidemia”, a lo que Trump contestó: “No, de ningún modo. Es una persona que viene de China y lo tenemos bajo control. Va a estar bien”.
Otra más de las tantas mentiras que ha dicho Donald Trump desde que asumió la presidencia. Ahora, periódicos como The New York Times —y otros—, ponen en claro que el sucesor de Barack Hussein Obama tuvo en su escritorio suficiente información de Inteligencia y periodística sobre el grave problema que ya era una realidad. Información abundante, alarmante y demoledora. A finales de marzo, cuando Nueva York, por ejemplo, ya era una horripilante catástrofe, el Washington Post publicó un reportaje en el que informaba que los servicios de Inteligencia hicieron todo lo que pudieron para llamar la atención del peligro global que representaba el coronavirus, pero “Trump y los legisladores minimizaron la amenaza y no tomaron medidas que podrían haber frenado la propagación del patógeno, según funcionarios al tanto de los informes de los servicios secretos”.
Asimismo, el profesor de epidemiología y enfermedades contagiosas de la Universidad de Harvard, William Hanage, escribió en el Washington Post que “la batalla para evitar que el Covid-19 llegue a EUA probablemente haya terminado sin disparar un solo tiro. No hemos sido engañados, superados o esquivados. Sabíamos lo que se avecinaba, simplemente miramos para otro lado, mientras el coronavirus entraba”. Y entró.
Todo esto sucedió en la potencia más poderosa del planeta, donde los medios de comunicación de extrema derecha, cercanos a la Casa Blanca, como la cadena FOX, durante semanas y semanas tacharon de locos a quienes advertían de la epidemia. Actualmente, muchos miles de muertos mas tarde, tanto el gobierno de Trump, como sus aliados mediáticos —ojo, México—, insisten en que hicieron todo lo que había que hacer, que siguieron las recomendaciones de los científicos, bla, bla, bla….
En tanto, la pandemia tendrá que ceder algún día —cuando los formularios de muertos y contagiados hayan sido rebasados—. Pese al dolor de los deudos, en la Unión Americana continúa la lucha política. Los especialistas piensan que para el 3 de noviembre próximo se lleven a cabo las elecciones presidenciales en EUA. Entonces se sabrá si Trump logró su ambición: ser reelegido o si Joe Biden, el todavía precandidato del Partido Demócrata logró sacarlo de la residencia presidencial en Washington, D.C.
Mientras la pandemia sigue su cosecha de muertos, el miércoles 8 de abril el senador demócrata por Vermont, Bernard (Bernie) Sanders anunció que abandonaba la carrera por la nominación presidencial por su partido debido a que ya le resultaba imposible remontar la ventaja de su contrincante (el único), el ex vicepresidente Joe Biden. Adiós al representante del ala izquierdista del P.D., él mismo declarado independiente. Dejó el camino libre a Joseph (Joe) Robinette Biden Jr. (20 de noviembre de 1942, Scranton, Pensilvania), el favorito del sector más tradicional de los demócratas, que veía “horrorizado” la hipótesis de una candidatura liderada por el auto titulado socialista Sanders.
Tal y como acostumbra hablar, Sanders le dijo a sus simpatizantes:”Desearía poder darles mejores noticias, pero creo que saben la verdad, y es que vamos con más de 300 delegados detrás de Biden, y el camino hacia la victoria es prácticamente imposible. Así que mientras estamos ganando la batalla ideológica y el apoyo de tantos jóvenes y trabajadores en todo el país, he concluido que esta batalla por la nominación no tendrá éxito. Hoy anuncio la suspensión de mi campaña”. El fin de una esperanza. Al despedirse de su equipo, terminaba la segunda oportunidad de encabezar la batalla contra el presidente Trump, “el presidente más peligroso en la historia de Estados Unidos de América”, como lo calificó en tantos discursos.
Claro está que el magnate no desperdició la oportunidad. En uno más de sus acostumbrados tuits, Trump escribió: “Sanders está fuera. Gracias Elizabeth Wareen. Si no hubiera sido por ella, Bernie hubiera ganado casi todos los estados el Supermartes. Esto acaba como querían los demócratas y el Congreso Nacional Demócrata. Igual que con el fiasco de la corrupta Hillary. La gente de Bernie debería venir al Partido Republicano”. Típico.
Por su parte, Joe Biden redactó un comunicado sobrio. Elegante. El 47 ex vicepresidente de EUA, explicó que los postulados de Bernie Sanders seguían vigentes. Prometió recoger el testigo y, en buena medida, trata de convencer a los seguidores del senador por Vermont: “Bernie ha puesto su corazón y su alma no solo en postularse para presidente, sino también por las causas y los problemas a que ha dedicado toda su vida. Sé lo difícil que ha sido tomar estar decisión, y lo difícil que es para sus millones de seguidores, especialmente los jóvenes, inspirados y atraídos a la política gracias a su agenda progresista”.
Agregó: “El senador Sanders y sus partidarios han cambiado el guión en EUA. Las cuestiones a las que se les habría prestado poca atención, o poca esperanza de que alguna vez sucedieran, están ahora en el centro del debate político. La desigualdad de ingresos, atención médica universal, cambio climático, universidad gratuita, el alivio a los estudiantes de la aplastante deuda de los prestamos universitarios. Estos son solo algunos de los problemas a los que Bernie y sus seguidores han dado vida. Y su Sur re posible que Bernie y yo no estemos de acuerdo sobre cómo podríamos llegar allí, estamos de acuerdo en el objetivo final de estos problemas y muchos más”.
De tal suerte, la Unión Americana parece necesitar dos vacunas urgentemente: la que combata a muerte el coronavirus, y la otra, podría ser el antídoto a un “virus político” que arribó contra toda previsión a La Casa Blanca, hace ya más de tres años para implantar una huella profunda que pervierte, de mala manera, la democracia estadounidense. Esta será la última batalla, quizás la más difícil, de Joe Biden para lograr la presidencia de Estados Unidos, a los 77 años de edad. Ahora comienza una cuenta atrás repleta de desafíos internos y externos que van más allá de la resurrección del que pudiera ser el segundo presidente católico de EUA después del infortunado John Fitzgerald Kennedy.
Por cierto, entre los partidarios de Bernie Sanders, uno de los argumentos recurrentes para justificar su segundo intento por lograr lo que no fue posible en 2016, pasaba por declarar que a un populista como Donald Trump sólo podría combatirse con otro político igualmente dispuesto a recurrir a los argumentos más radicales. Pero la idea fuerte es que Joe Biden, mucho mas convencional, mucho menos directo, no tendría ocasión de destruir a quien, como el magnate, dinamita todos los caminos tradicionales de la vieja política para emplearse mas bien como un “ponchador” sin demasiados escrúpulos y un populista de manual.
La incógnita para los demócratas, igual a lo que sucedió en 2016, es que los seguidores de Bernie Sanders no acudan a las urnas dentro de siete meses, o apoyen a Trump como lo hicieron entonces. No hay que olvidar que el 12% de los demócratas se pasaron, de último momento, a las filas republicanas. La situación es diferente. Sanders optó por retirarse antes de que la hemorragia fratricida sea incontenible.
Biden haría muy bien en mejorar, o tratar de hacerlo, las partes sustanciales de la agenda de Sanders, o incluir la sensibilidad del movimiento representando por el senador en la figura de su vicepresidencia, porque la Covid-19 va a hacer más necesarias que nunca políticas de corte socialdemócrata para garantizar no ya el bienestar, sino en algunos casos, la propia supervivencia de la sociedad estadounidense.
En fin, Biden contaría con 78 años de edad el día de la probable asunción presidencial en enero de 2021 si derrota a Trump, lo que da prácticamente por seguro que no optaría por un segundo mandato, y dedicaría su gobierno a reconstruir la nación que quede tras la devastadora pandemia. En este sentido, la selección del vicepresidente que lo acompañe debe ser muy cuidadosa. De preferencia una mujer, que, afortunadamente si hay ahora en las filas demócratas. Pero, no hay que adelantar vísperas. Esa probable historia todavía está muy lejana. Primero, es lo primero. Joe Biden debe derrotar a Trump. Luego, ya se verá. VALE.