Los Universitarios hablan es un espacio abierto a la comunidad estudiantil, la que cursa la licenciatura en las instituciones de educación superior; inicialmente las que funcionan en la Ciudad de México. Pretende ser un espacio en el que los universitarios opinen libre y responsablemente sobre temas de actualidad.
En esta entrega participan estudiantes y catedráticos de la Escuela Libre de Derecho y del Departamento de Derecho de la Universidad Autónoma Metropolitana. Dan su visión respecto de un tema específico y actual: la guerra entre Rusia y Ucrania. En ella hay mucho censurable y quienes participan en esta sección lo hacen notar.
Elisur Arteaga Nava
Ucrania y Rusia entre el derecho de conquista e intervencionismo
Por Juan Carlos Landaverde Juárez
El Reino de Castilla y Aragón en 1519 inició el genocidio más grave conocido en el mundo. Tan inhumano fue el exterminio de los grupos originarios dentro de la “América” inventada que estudiosos sobre el tema no dudaron un solo instante en denunciarla. Por medio de la guerra justa, el derecho de conquista, entre otros “preceptos” se legitimó la esclavitud y despojo de la propiedad e intervención militar en un territorio soberano. Hoy en día, la historia se vuelve a repetir.
El conflicto entre Ucrania y Rusia evidencía el poder de las armas. El derecho del más fuerte se aplica indistintamente a nivel mundial, y los derechos humanos se dejan en el cajón de sastre. La reconquista de la península de Crimea por el Gobierno ruso y la expansión de la OTAN hacia sus fronteras impulsó a Rusia a invadir militarmente el suelo ucraniano.
Estratégicamente Rusia quiere “defender” su frontera. Ucrania y Bielorrusia son los últimos bastiones que persigue la OTAN. Me pregunto, ¿acaso el Gobierno norteamericano aceptaría la denuncia internacional si México o Canadá fuesen apoyados armamentísticamente por China, Rusia o, por qué no, todo el cono sudamericano?
Ojo, no defendemos las invasiones armadas, económicas, políticas o culturales. Al contrario, afirmamos el derecho a la autodeterminación de todos y cada uno de los pueblos del mundo.
Antropológicamente las culturas hegemónicas buscan sojuzgar sociedades distintas con la finalidad de homogeneizar e imponer su forma de ver el mundo. No olvidemos que Estados Unidos es el principal violador de derechos humanos en el orbe, y lidera a la OTAN.
Putín y el ¿Derecho a la guerra?
Por Samantha Calzada Nájera
Luego de que el presidente de Rusia, Vladimir Putin tomará la decisión de realizar una “operación militar especial” en la región de Donbás, ubicada al Este de Ucrania, Putín emitió unas escandalosas declaraciones en las que señala que el objetivo de la operación militar especial es defender a las personas de esta región que llevan 8 años sufriendo abusos y siendo víctimas de genocidio, de igual forma fundamento su ataque en el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas que habla del tema de legítima defensa.
De este lamentable suceso surgen dos importantes preguntas relacionadas con el derecho a la guerra, ¿será posible hacer uso de la fuerza para proteger derechos humanos? ¿realmente estamos hablando de legítima defensa?
El derecho a la guerra al día de hoy es un supuesto excepcional que sólo podrá darse cuando se actualice alguna causal de la Carta de Nacionales Unidas, cuyo principal objetivo es velar por la paz y seguridad entre las Naciones, sobre todo después de dos guerras mundiales que devastaron a la humanidad.
Entendido lo anterior, es importante señalar que la Carta de Naciones Unidas establece una serie de meticulosos requisitos para que se pueda actualizar la legítima defensa, sin embargo, no establece si se podrá o no ejercer cuando hay un ataque a ciudadanos de otro país.
Lo que, si es claro, es la intensión de los países al redactar la Carta, es evidente que se busca limitar la guerra, y que los supuestos de excepción en que se puede utilizar la fuerza, deberán de interpretarse stricto sensu. Por lo tanto, los “fundamentos” del Presidente de Rusia, no son más que un intento justificaciones.
Rusia, Godzilla contemporáneo
Por Paulina Zenteno Morfín
Godzilla, desde el cómic original, ha sido el monstruo que representa el resultado de la guerra, simbolizando la famosa iguana radioactiva el efecto de la bomba atómica como manifestación de la destrucción a la que puede llevar un conflicto bélico. Su evolución cinematográfica la presenta ahora de forma distinta, como un reptil inocente, indefenso, recibiendo los ataques del “vil” mundo. El Godzilla que nos destruye es el monstruo que nuestra guerra crea y el evitar verlo como un engendro malévolo hace que invisibilicemos lo que en realidad representa (1) (Mtra. Ana Correa, 2022). El origen de este personaje ficticio es trascendental. El pueblo japonés creo esta figura por vivir en carne propia la devastación, destrucción y atrocidad que representa una guerra nuclear. Evidentemente, el impacto y trascendencia del uso de la fuerza por los países ha sido minimizado, endulzado, azucarado.
Hoy el conflicto bélico en boca de todos involucra a Rusia y a Ucrania. Mientras Ucrania pretende sofocar una rebelión interna, Rusia se involucra y al hacerlo lo transforma en un asunto internacional.
Rusia pretende recuperar Ucrania, territorio ubicado geográficamente entre su territorio y el de la Unión Europea, el cual formaba parte de la Unión Soviética hasta su disolución en 1991. La intervención militar en defensa de la independencia de estos “Estados independientes”, Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, actuales ciudades ucranianas, es la justificación de Rusia para ejercer el derecho inmanente de legítima defensa colectiva y así, hacer uso de la fuerza con motivo de un ataque armado en contra de uno de los miembros de las Naciones Unidas. Ucrania, por su parte, niega la independencia de estos territorios y afirma su pertenencia a dicho país, movilizando sus fuerzas para restablecer la soberanía en ellos, considerándolos simples rebeldes.
Existen dos posturas ideológicas en Ucrania. Una inclinación de pertenecer a la Unión Europea y a la OTAN, y una predisposición de pertenecer de nueva cuenta a Rusia.
Una de las razones por las cuales la OTAN fue creada, fue para instituir una alianza suficientemente fuerte que pudiere combatir a Rusia. Por ello, en caso de ser atacado un solo país perteneciente a dicha organización, todos los integrantes podrían tomar represalias bélicas en su contra, lo que implica prevenir una posible guerra mundial. En el caso, la OTAN se muestra un tanto reticente al asunto, limitándose a aportar a Ucrania recursos para la guerra, incluyendo armamentos y dinero, realizando evacuaciones diplomáticas, e imponiendo sanciones económicas a Rusia.
Habiendo intereses políticos, económicos, sociales y culturales en juego, Ucrania se encuentra involucrada en una batalla entre las grandes potencias mundiales defendiendo sus posturas y alegando que el villano es el adversario.
Internacionalmente el uso de la fuerza debiera ser la excepción y no la regla general, pero potencias mundiales insisten en utilizarla, y a toda costa justificarla jurídicamente a posteriori.
Varias son las quejas de mexicanos argumentando que el número de muertes en Ucrania es similar al causado por el crimen mexicano, lo que debe visibilizarse. Empero, la distinción entre ambos conflictos “bélicos” reside en que, no obstante las vidas humanas gozan del mismo valor, en caso de continuar escalando internacionalmente el conflicto y no permanecer regionalizado, teniendo a la cabeza un posible dictador cuyos intereses se encuentren por encima de la destrucción del mundo, así como la posibilidad del uso de armas nucleares, derivaría en algo similar a aquello que sucedió hace ocho décadas, un monstruo demasiado grande, hoy imposible de contener.
Nota:
- Cátedra de Derecho Internacional Público, Escuela Libre de Derecho, Maestra Ana Guadalupe Correa Torres, febrero, 2022.
La guerra digital
Por Ireri Elizabeth García Ramos
Sin duda la Guerra entre Rusia y Ucrania tiene matices distintivos, es indispensable recordar que antes de la invasión territorial, Rusia lanzó un ataque preventivo con malware (1), que elimina información y destruye el MBR (Master Boot Record) del los discos físicos.
Como respuesta, miembros de la Unión Europea anunciaron la activación de un equipo especial (Cyber Rapid Response Team) para hacer frente a las amenazas cibernéticas; los CRRT son una herramienta de cooperación en materia de defensa cibernética que permite que los estados miembros se ayuden para responder colectivamente a este tipo de ataques (2).
La cuarta revolución industrial juega un papel determinante en la guerra entre Rusia y Ucrania, muestra de ello fue la solicitud del Ministro de Transformación Digital de Ucrania, Mykhailo Fedorov, a Elon Musk para que brindara internet a Ucrania por medio de sus satélites Starlink, así como su llamado a los intercambios globales de criptomonedas a bloquear las direcciones de usuarios rusos.
Y es que, actualmente, no se puede entender una ofensiva y defensiva sin herramientas digitales, cuyo uso podemos identificar desde la revelación de posiciones mediante aplicaciones comerciales hasta en ciberataques como los de Anonymous a webs oficiales de Rusia. El acceso a internet es un presupuesto básico para no quedar incomunicado en la guerra.
En la era digital son tan importantes los datos que hay países que han empezado a ofrecer recompensas millonarias por la revelación de operaciones cibernéticas maliciosas; los ataques cibernéticos pueden ejecutarse sin limites territoriales en contra de los más importantes sectores como el energético o financiero. La difusión viral de información, incluida la falsa, y los ataques cibernéticos actualizan un plano paralelo de batalla en el que se debe tener una estrategia de defensa digital para poder ganarla.
Ante esta realidad es urgente que tanto sector público como privado revisen su planeación estratégica en materia de ciberseguridad e incluso sus planes de continuidad de operaciones. Algunas recomendaciones las podemos encontrar en guías de distintas agencias nacionales como la de Estados Unidos (CISA), entre las que se pueden destacar: mantener copias de seguridad de datos cifradas y fuera de línea; crear, mantener y poner en práctica un plan de continuidad de operaciones; reducir el riesgo de los correos electrónicos (pishing); y, la autenticación multifactor.
Notas:

