Las olas migrantes siguen buscando llegar a la frontera sur de los Estados Unidos con la intención de buscar: asilo, visas humanitarias o simplemente ingresar a la que siguen llamando la tierra prometida. Sin embargo, cada día hay más variables que impactan este fenómeno social, ahora los políticos de ambos partidos los vuelven a utilizar como medida de presión.

Hace unos días el gobernador texano, Greg Abbott, decidió que todo transporte de carga como de personal, fueran sometidos a una minuciosa inspección en busca de evitar el ingreso de personas sin documentos a su estado y al país mismo, lo que generó, un retraso de hasta de 30 horas para cada una de estas unidades y pérdidas superiores a los 8 millones de dólares por día, pero el real motivo de esta acción, es su aspiración presidencial para 2024 desde la bancada republicana, nada importa que en su tránsito afecte áreas tanto económicas, comerciales y de transporte entre otras.

Pero el texano Abbot, no esta solo en sus protestas contra los migrantes sin documentos, lo acompaña el floridano, Ron DeSantis, con quien en verdad que han armado todo un teatro político en un año donde precisamente hay elecciones de medio término, utilizando y con toda conciencia lo escribo, a los inmigrantes y solicitantes de asilo, como chivos expiatorios en sus estrategias de campaña. Esto, no con el objetivo de ofrecer soluciones reales sino simple y llanamente para explotar el tema migratorio con fines electorales.

Pero a Abbott, las cosas no parecen haberle salido como esperaba. Por ejemplo, el envío de autobuses con inmigrantes a Washington, D.C., con el fin de provocar un tremendo caos en la capital del país como represalia por el anuncio del presidente Biden de eliminar el Título 42, a finales de mayo, ha resultado en que organizaciones cívicas y religiosas den un paso al frente y asistan a los indocumentados, mediante un proceso bastante ordenado, dentro de las circunstancias.

Asimismo, su plan de inspección de camiones en la frontera sur, se le hizo sal y agua, después de la presión de diversos sectores por el daño que su farsa estaba acarreando a la economía de Texas. En efecto, el caos vehicular y las potenciales pérdidas económicas en ambos lados de la frontera, lo llevaron a levantar su orden de inspecciones más minuciosas que supuestamente tenían el fin de combatir el trasiego de drogas y el tráfico humano, pero a través de las cuales no se encontró ni lo uno ni lo otro. Lo irónico es que cuando surge legislación bipartidista federal para abordar ambos temas que afectan a la región, los republicanos, como Abbott, siempre se oponen a las medidas.

En todo este periplo de gobernador fronterizo no deja de lado sus aspiraciones políticas, quiere cambiar la Mansión del Gobernador en Austin por la Casa Blanca en Washington DC.

Y en verdad que Abbott solo ha hecho el ridículo de su vida con esta rabieta de primer año de primaria en la arena política, pues todo mundo sabe que la frontera México-Estados Unidos es la más transitada del mundo y que, particularmente los 1,931 kilómetros que Texas comparte con el vecino del sur son más de la mitad de la franja fronteriza que divide, o une a estas dos naciones, que es de más 3,200 kilómetros. Como dato al calce, el comercio entre los dos países alcanzó en 2021 la estratosférica cifra de poco más de  $661 mil millones de dólares, apenas unos puntos porcentuales por debajo de Canadá, pero por encima de China, según datos del Censo y de la Secretaría de Economía de México. ¿Los asesores económicos de Abbott tomaron en cuenta esto o dejaron que su jefe se pusiera en evidencia él mismo?

DeSantis, por su parte, todavía no ha comenzado a enviar, como amenazó, autobuses con migrantes a Delaware, estado que el presidente Biden representó ante el Senado durante casi cuatro décadas y donde tiene residencia, o a Martha’s Vineyard, en Massachusetts, donde Barack Obama tiene una mansión veraniega y donde vacaciona la crema y nata del mundo liberal todos los veranos.

Pareciera que DeSantis, no sabe que un gran porcentaje de los solicitantes de asilo que ha arribado a la frontera sur pretende, eventualmente, radicarse en Florida con familiares, toda vez que son: cubanos, venezolanos, colombianos, nicaragüenses, hondureños y haitianos, entre otras nacionalidades. Es decir, aunque los transporte a Delaware, los grupos de asistencia seguramente terminarán enviándolos a Florida a ser recibidos por familiares que pagan impuestos en ese estado y que, seguramente, han votado por DeSantis y por el propio Donald Trump. Hay que recordar que la Florida, es uno de los estados que alberga latinos conservadores, muchos de los cuales tienen familiares que huyen de dictaduras como: Cuba y Venezuela; pero tal parece que huir de dictaduras latinoamericanas no llena los requisitos de DeSantis.

Los inmigrantes que se ven obligados a dejar su país de origen en busca de nuevos horizontes, por múltiples razones, son los menos responsables del juego político que se está gestando en los Estados Unidos, esto le valdrá a Greg Abbott para hacer realidad sus sueños de la Casa Blanca y claro la Oficina Oval. DeSantis, lo sabe, sólo va como acompañante, sin posibilidades, por lo menos hasta este 2022.

@lalocampos03