El resbaladizo escenario internacional

La guerra de Putin no termina y, además de los crímenes -una verdadera carnicería, cobrando muchas vidas- y la destrucción de ciudades y el campo, en Ucrania, se da en un escenario internacional en el que siguen presentes Estados Unidos, el hegemón declinante, con la Unión Europea en el cabús, China ¿nuevo hegemón? Y Rusia, hoy estado paria, como autor de la infame guerra.

Este escenario internacional es resbaladizo, por supuesto para la Rusia de Putin, para Estados Unidos donde los republicanos -no solo Trump- son el Caballo de Troya que sabotea la política exterior de Biden y para la Unión Europea, que padece de “la insolente salud de la internacional populista”, como dice Gérard Araud, destacado diplomático francés, refiriéndose a la nueva reelección del premier húngaro Viktor Orban; y podría agravarse si Marine Le Pen es electa en Francia, lo que, afortunadamente no es previsible y sí, en cambio, que Macron triunfará, para bien de Europa.

En el resbaladizo escenario aparecen también -se consolidan- “potencias emergentes”, como Turquía y la India, según lo señalé en artículo del pasado 3 de marzo; y hoy el eje Israel-países árabes: Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Egipto, al que me referiré. ¿Podrá llegar a tener presencia en este escenario Latinoamérica, los gobiernos socialdemócratas -la Marea Rosa, conducida por Chile, Argentina, Brasil, Colombia, y México si el presidente se deja asesorar por los que entienden de política exterior?

 

Los Acuerdos de Abraham

En el marco de los llamados Acuerdos de Abraham de 2020, que la administración Trump echó a andar para la normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes, el 27 de marzo se reunieron en un kibutz del sur de Israel, el Sde Boker, los ministros de Exteriores judío, de Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Marruecos y el secretario de Estado Antony Blinken, de Estados Unidos.

El encuentro sin precedentes, que se amplió hasta el lunes en un lujoso hotel del desierto del Negev, a pesar de haberse organizado a toda prisa, fue pródigo en símbolos: el kibutz Sde Boker, que es uno de los pocos aún en actividad y fue la residencia principal de David Ben Gurión, padre del Estado hebreo y quien proclamó la independencia.

Por otra parte, el kibutz se encuentra en un desierto floreciente y no en el de la ocupación y anexión de Cisjordania. El 27 de marzo, además, se cumplieron veinte años de la iniciativa de paz de la Liga Árabe con Israel, a cambio de la solución de dos Estados -Israel y Palestina. Aunque esto no ha sido del interés del Estado hebreo y los gobiernos árabes se están desentendiendo de ello.

Como lo he señalado en otras de mis colaboraciones, celebro que Israel y los países árabes puedan vivir en paz, armonía y cooperación, desterrando el pasado de odio y de violencia que ha marcado sus relaciones. Sé, sin embargo, que detrás de la actual relación de amistad judío-islámica hay también otro interés, -lo que es lógico y puede ser legítimo o no-.

Esta cumbre arabo israelí -con la presencia del secretario de Estado Blinken- tuvo lugar cuando las negociaciones para revivir el convenio nuclear de 2015 entre Irán, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania, que Trump había echado abajo, parecían progresar. Contra los deseos de Tel-Aviv, que considera que el programa nuclear de Irán amenaza la existencia misma del Estado hebreo. Sin embargo, el gobierno israelí se ha percatado de que por no estar sujeto al freno del pacto nuclear, el régimen de los ayatolás ha enriquecido uranio en niveles que están a punto de permitirle la producción de bombas nucleares.

Los analistas expertos en el tema hacen notar que Israel tiene previsto, por una parte, todo un programa de operaciones clandestinas que destruyan, a intervalos regulares, los progresos realizados por Irán. Por la otra, que el Estado hebreo exigirá una compensación, en forma de apoyo tecnológico y material que cree una “arquitectura de seguridad regional”, que beneficie también a las monarquías árabes enemigas de Irán.

Porque Irán no solo es enemigo de Israel, también es la “bestia negra” de las monarquías sunitas el gobierno chiíe de los Ayatolás, la milicia libanesa de Hezbola y los Guardianes de la Revolución iraní, que Estados Unidos planea borrar de la lista de organizaciones terroristas, provocando la ira de Israel y los hoy aliados árabes de Tel-Aviv.

Lo cierto es que en el que llamo “serpentario de Medio Oriente”, el programa nuclear de Teherán es solo uno de los temas de conflicto. Lo es también el enfrentamiento de chiíes: Irán, Irak, Líbano y Siria, con los suníes: Arabia Saudita y otras monarquías árabes, Egipto, Marruecos, Túnez y Turquía, entre otros, por diferencias de interpretación del Corán, que encubren luchas internacionales de poder. Con fondo de yihad y terrorismo.

 

Los olvidados palestinos

La normalización de las relaciones entre Israel y Marruecos, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, la “amistad judío-árabe”, de lo que ha sido escenario y símbolo la reunión en el Neguev, no ha tomado en cuenta, salvo en declaraciones irrelevantes, a la cuestión palestina, que la justicia y el realismo -la Real Politik- exigen abordar y resolver.

Al olvidar el tema, dice el editorial, fechado el 30 de marzo, del diario Le Monde, se devalúa el homenaje que se pretende dar a David Ben Gurión, uno de los padres de Israel, quien se declaró por la creación del Estado judío, aun renunciando a parte de la tierra de Israel.

Ciertamente la responsabilidad de este olvido de los derechos de los palestinos es de Israel, pero lo es también de la incompetente, corrupta y violenta dirigencia palestina, así como de los actuales gobernantes de los países del Golfo, entre ellos el saudita Mohamed Ben Salman -el presunto responsable del asesinato de su compatriota el periodista Khashoggi, en Estambul- que no han propuesto un plan de paz regional, que tome en cuenta los derechos de los palestinos a la autodeterminación: la creación en Palestina, de dos Estados, uno judío y otro árabe, establecida en la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, el 29 de noviembre de 1947; y en múltiples instrumentos internacionales.

Mientras tanto, la violencia vuelve a enseñorearse en Israel, ahora en vísperas del ramadán, que coincide con las pascuas judía y cristiana, enlutando al país con la muerte, asesinadas, de once personas, la mayoría civiles. Se trata de una sucesión de ataques a tiros en zonas urbanas, cometidos por árabes de nacionalidad israelí y palestinos de Cisjordania.

 

El dossier de Ucrania

El encuentro en el desierto y otras reuniones del secretario de Estado Blinken, con los anfitriones israelíes o los representantes de los Estados árabes, no pudo evadir el tema de la guerra en Ucrania, presionando el estadounidense a cada uno de sus interlocutores a condenar a Rusia y a imponerle sanciones. Lo que tanto árabes como Israel tratan con mucha, ¿exagerada? prudencia. En todo caso, Neftalí Bennett, primer ministro israelí, estaría actuando como intermediario ante Putin y Zelenski, “en estrecha coordinación” con Estados Unidos.

 

Los Acuerdos de Abraham y el Sahara Occidental

El Magreb, que la campaña de las elecciones presidenciales de Francia menciona en términos negativos: la delincuencia, la inmigración ilegal, el velo islamista, es escenario al mismo tiempo de miseria y de pujanza políticas: Por una parte, Libia en crisis, sometida a un poder bicéfalo; y Túnez, con un presidente que está desmontando los contrapesos institucionales del poder, gobierna por decreto y, sin embargo, es popular.

Por otro lado, Argelia, importante productor de petróleo y de gas, habrá de beneficiarse de la obligada caída de las ventas rusas a Occidente, por las sanciones impuestas a Moscú. Además de estar planeando el país africano una ambiciosa alianza estratégica con Italia, para ampliar sustancialmente la producción y distribución de esa riqueza. Una alianza en la que Roma ha sustituido a Madrid, después del cambio de la política española en relación con el Sahara Occidental.

Lo cierto es que otro país del Magreb, Marruecos, este sí protagonista internacional exitoso, uno de los Estados participantes en el cónclave del desierto de Neguev, “potencia emergente”, obtuvo un beneficio “colateral” de los Acuerdos de Abraham: Trump, a seis semanas de concluir su presidencia, reconoció como gobierno de Estados Unidos, la soberanía del Reino alauita sobre el Sahara Occidental, a cambio de que Rabat estableciera relaciones diplomáticas con Israel.

Este espaldarazo estadounidense, el impasse en el que se encuentra el referéndum de autodeterminación del Sahara Occidental, previsto por resoluciones de la ONU, la pérdida del apoyo de gobiernos a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y al Frente Polisario -nombre del Estado y del gobierno del Sahara Occidental- la oferta de Marruecos a los saharauis, de un régimen de amplísima autonomía, sujeto al rey, y las presiones -a veces despiadadas-, del propio Marruecos a otros gobiernos: España y Alemania, por ejemplo, hacen previsible que se resuelva el impasse con la aceptación de los saharauis a reincorporarse al Reino. Los gobernantes de la RASD serían, en adelante, los gobernantes de una provincia autónoma del Reino. Los saharauis que habitan en los campamentos de refugiados en Tinduf, Argelia, donde algunos de sus habitantes llevan más de 30 años en el lugar, podrán retornar a su patria. Argelia, el principal sostén de la RASD, perderá la salida al Océano Atlántico, a la que aspiraba como “padrino” del Polisario y de la RASD.

Mientras eso llegara a suceder, o para que esto suceda, Marruecos ejerció presiones -podría decirse que algunas despiadadas- a España y a Alemania, obteniendo, en ambos casos, el cambio de posición de sus gobiernos, que apoyaban el plan de Naciones Unidas, que preveía un referéndum de autodeterminación, que se sometería a los saharauis -y que nunca tendría lugar- y hoy se inclinan por el plan marroquí de autonomía. Que, por cierto, España lo sugirió oficiosamente hace más de 15 años.

El gobierno de Pedro Sánchez ha declarado que el plan marroquí de autonomía es “serio, realista y creíble”, en el entendido de que -poco se destaca- el plan de autonomía sería objeto de una suerte de control de la ONU -sería “visado por la ONU”. Con ello, el presidente español fue protagonista de un encuentro con el rey Mohamed VI, que borró malentendidos con Rabat -los hubo porque España recibió y atendió en un hospital, por razones humanitarias al líder de Polisario y presidente de la RASD, Brahim Gali y Rabat, en represalia, propicio una avalancha humana en la ciudad de Ceuta, mediante un relajamiento del control de fronteras.

El presidente español aún enfrenta innumerables críticas en la opinión pública y de los partidos y movimientos políticos: por lo sorpresivo de la medida y porque para unos se ha tratado de una traición a los saharauis y a sus líderes, así como una violación a las resoluciones de la ONU.

 

México y la RASD

En septiembre de 1979 México reconoció oficialmente a la República Árabe Saharaui Democrática, estableciendo relaciones diplomáticas el 24 de octubre. Desde entonces las mantenemos, lo que más de una vez ha causado malentendidos con Marruecos.

Yo mismo, como embajador ante el Reino me vi envuelto en un problema que pudo frustrar mi carrera diplomática: un embajador marroquí, de cuyo nombre no quiero acordarme, mal informó a su gobierno de unas declaraciones mías sobre el tema saharaui, lo que dio lugar a que el ministro de Relaciones Exteriores se quejara ante el nuestro.

Quien dirigía la cartera de Relaciones Exteriores en México estuvo a punto de destituirme. Afortunadamente, aclaré el asunto con el canciller marroquí, obtuve el apoyo de empresarios de Marruecos, y la situación se superó.

Cierro esta digresión de carácter personal, para decir que, comparto la opinión del presidente Sánchez, en el sentido de que el plan marroquí de amplia autonomía para el Sahara Occidental es, en efecto una propuesta “seria, realista y creíble”. Creo, además, que no hay alternativa mejor.

Concluyo con otra información personal: cuando en mayo de 1995 viaje a Marruecos a tomar posesión de la embajada mexicana, hice escala en Nueva York y conversé con el representante permanente de la RASD ante la ONU y él me indicó, “confidencialmente”, que esperaban una propuesta del rey Hassan II que otorgara “plena autonomía” al Sahara Occidental.