Les platico hoy de algo más allá de mis temas habituales de política, gobierno y cosas peores.

Se trata de una muestra más del esplendor que emana de una de las verdaderas organizaciones filantrópicas de este País: México Opera Studio, MOS para los amigos, nacida en Monterrey e integrada por empresarios regios que cual mecenas hacen posible el desarrollo, crecimiento y proyección de jóvenes artistas mexicanos en el mundo entero.

Presidida por Alejandro Pérez, destaca por el profesionalismo que imprime a todos sus proyectos, que vienen a representar un bálsamo para los que vivimos en éstas bárbaras, inseguras y sedientas tierras del norte.

Vasconcelos dijo un día… “la civilización termina donde comienza la carne asada”, refiriéndose al norte de México.

Muchos se la siguen creyendo y hacen honor a dicha frase casi centenaria. ¿Quieren nombres de algunos de estos? Espérense al CAJÓN DE SASTRE, ahí los menciona la irreverente de mi Gaby.

Ahora sí, como decía el célebre Dr. Jack The Ripper en sus gustadas clases de disección anatómica en la Universidad de Dublín: “Jóvenes, vámonos por partes”. ¡Arre!

 

La Légende de Rudel

Cientos diez artistas -entre actores, cantantes, músicos, bailarines y coros, pondrán en escena esta obra del último romántico del porfiriato, el duranguense Ricardo Rafael de la Santísima Trinidad Castro Herrera, Ricardo Castro para los amigos.

Se presentará por primera vez en Monterrey en dos funciones, los ya próximos 29 y 30 de este abril, a las 8 de la noche en la Gran Sala del Teatro de la Ciudad.

Rennier Piñero es el director escénico y Alejandro Miyaki el director concertador.

Participarán la orquesta y coro del MOS, el Ensamble Coral FAMUS de la UANL y bailarines de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey.

Manuel Davalos interpretará a “Geoffrey Rudel, Fernanda Allande a “Segolaine, Estefanía Cano e Itzel Jáuregui a la “Condesa de Trípoli”, Carlos Adrián Hernández será “El Capitán” y Fernando Cisneros, “Peregrino”.

Todos ellos han destacado en México y en el extranjero en los papeles que han interpretado del repertorio operístico.

Su coach musical es Aída Bousselma, quien tiene a su cargo la preparación de los actores y cantantes de la obra, que será interpretada en francés, idioma en que la compuso en 1905 el maestro mexicano, dos años antes de su repentina muerte.

Fue apenas su segunda ópera y la compuso mientras se encontraba pensionado en Europa.

Como anécdota, los promotores de su pensión fueron los en aquel entonces secretarios de Hacienda, José Ives Limantour y Justo Sierra, de Instrucción Pública, antecedente directo de la hoy SEP. Quizá como agradecimiento, Castro le dedicó la partitura a Limantour.

Castro era un europeo disfrazado de mexicano, por eso incluso la edición de esta obra se realizó en la alemana Leipzig.

En un viaje que hice con la irreverente a Praga, nos tocó casi tocar con las manos lo que los curadores del museo “Franz Kafka” nos dijeron que era la partitura original de esta obra.

Por el giro y las colecciones de ese lugar se nos hacía un poco fuera de lugar que tal partitura estuviera ahí y eso lo comprobamos cuando descubrimos que el verdadero original está en el Archivo Nacional de México, al cual -por cierto- no se le rinde culto alguno. Su última presentación en México tuvo lugar en el Teatro Melchor Ocampo de Morelia, en el 2014.

Ópera elegante

Sin llegarle siquiera a los talones a mi amigo Ricardo Marcos, soy un aficionado voraz a la ópera y con mi Gaby he visto todas las que se nos atraviesan en el camino.

Juzgo pertinente mencionar ello antes de platicarles lo siguiente:

El libreto me parece más bien endeble, cuando se traduce al español, pero cuando lo leí en francés me pareció casi como si estuviera leyendo otra obra.

Por eso considero un acierto que MOS presente esta obra en el francés en que originalmente fue escrita por el mexicano.

La música -como felizmente no tiene idioma que la cerque- es briosa y yo diría que hasta transparente, sin llegar a cristalina. (Estoy seguro de que mis amigos Ricardo, Alejandro, Gustavo, Alberto y Jorge, como miembros del Consejo de MOS, sabrán a qué me refiero con esta definición).

La ópera es precedida de un preludio sinfónico, un diálogo a base de frases de chelos y contrabajos que pretenden meter al público al motivo dominante de la obra: el ideal amoroso perseguido por el trovador Rudel.

Con las reservas del caso antes citadas, podría decir que el preludio se basa en un único tema y solamente en los últimos compases aparece musicalmente la figura de Segolena.

En la romanza de la violeta, Rudel elogia al amor ingenuo. Es quizá una de mis partes favoritas, luego les platicaré por qué…

No resistí la tentación de adelantarles un poco de la trama y la drama, pero no quisiera cometer el pecado de predisponerles, aunque ganas no me faltan, porque es delicioso de pronto meterse en este ambiente tan etéreo contra lo terreno de mis temas habituales.

Solo quisiera adelantarles que esta ópera -para meterse en ella y apreciarla en todo su esplendor- obligaría a la audiencia a vestirse con sus ropas más elegantes, porque ..Rudel es eso, una ópera elegante.

Nosotros vamos a la función del viernes 29 y para darle profundidad y acervo a la reseña, voy a pedirle a mi querido amigo Ricardo Marcos que DETONE para nosotros la crónica de la función a la que él irá.

 

Cajón de Sastre

“Me toca ser quien aporte la parte terrena a esta columna de tema tan etéreo: Los nombres de los personajes a quienes se refiere Plácido al inicio son Miguel Treviño y Martha Sañudo. Tan tan”, remata la irreverente de mi Gaby, siempre ella tan claridosa…