En una ley del péndulo, se transita de la reprobación total a los saberes populares a una confianza ciega en esos conocimientos empíricos, sin valorar de manera integral esos saberes, que conllevan una fuerte carga cultural. Por ejemplo, la medicina tradicional fue descalificada a priori por la medicina occidental, aunque muchos fármacos tienen su origen en el principio activo de plantas y hongos. Posteriormente, se pasó a sobreestimar esos saberes transmitidos por los ancestros.

Actualmente persisten esos extremismos, principalmente cuando desde el gobierno se hace un reconocimiento a esos saberes ancestrales, en búsqueda de enriquecerlos con el conocimiento científico. En una actitud objetiva, los investigadores buscan el principio activo de las plantas herbolarias, como el de la cúrcuma, que también ha sido codiciada por su valor como especia.

 

Las propiedades reales de una planta

La cúrcuma, mejor conocida en la cocina por azafrán, la especia que se extrae de sus flores, es una planta originaria del suroeste de la India, valorada desde hace muchos años por la medicina tradicional china y ayurvédica, que le atribuyen propiedades antiinflamatorias y “asesina de la grasa”.

En la medicina alternativa se le considera antibacteriana, protectora hepática, cicatrizante, antidiabética, fortalecedora del sistema inmunitario y fuente de vitaminas y minerales, entre otras acciones.

Pero lo que sí se ha demostrado después de más de 15 años de estudio es la acción de su principio activo, la curcumina, como antiinflamatorio en las articulaciones.

Yves Henrotin, profesor de patología, terapia física y rehabilitación y director del Laboratorio de Investigación Musculoesquelética Innovadora, de la Universidad de Lieja, Bélgica, publicó en 2013 en SpringerOpen Journal uno de los primeros trabajos sobre las propiedades de la curcumina: Curcumin: a new paradigm and therapeutic opportunity for the treatment of osteoarthritis: curcumin for osteoarthritis management (Curcumina: un nuevo paradigma y oportunidad terapéutica para el tratamiento de la osteoartritis: curcumina para el manejo de la osteartritis).

Allí señalaba sus propiedades antiinflamatorias, pues tiene la capacidad de inhibir el Factor nuclear potenciador de las cadenas ligeras kappa de los linfocitos B (NF-κB) que controlan las respuestas inflamatorias e inmunitarias. Por esa razón, consideraba que “podría prevenir la degradación del cartílago y promover la acumulación de la matriz extracelular [red de proteínas y otras moléculas que rodean, sostienen y dan estructura a las células y tejidos del cuerpo] de componentes de matriz recién sintetizados como el agrecano” [proteína fundamental para la estructura y función del cartílago de las articulaciones].

 

Un investigador de principios… activos

Todo estaba resuelto, aparentemente, pero había un problema que es común en la medicina herbolaria: el principio activo (sustancia que tiene las propiedades farmacológicas de la planta) se encuentra en poca cantidad y en diferentes concentraciones en las plantas, por lo que se deberían consumir muchos gramos o kilogramos de la planta para que surtieran efecto.

El profesor Henrotin se dedicó a investigar la forma de aislar la curcumina y que el organismo pudiera aprovecharla. En esa tarea invirtió varios años, hasta que encontró la forma de conseguir una biodisponibilidad muy alta, que le permite a la curcumina atravesar la barrera intestinal y lograr concentraciones elevadas en sangre, para tener efectos terapéuticos en las articulaciones, como refirió en su reciente visita a México.

El investigador señaló que el producto contiene extracto estandarizado de raíz de Cúrcuma longa L., equivalente a 42 mg de curcumina, como se lee en su presentación comercial (Lesotris), que mejora la concentración de curcumina en sangre, disminuye la inflamación y reduce la degeneración del cartílago.

El producto, consumido en más de 30 países, se encuentra a la venta en México desde diciembre para pacientes con osteoartritis, que es un grave problema de salud pues la padecen 11.7 por ciento de las mujeres y 8.7 por ciento de los hombres, principalmente en manos (43.3 por ciento), rodillas (23.9 por ciento) y cadera (10.9 por ciento).

El profesor Henrotin advirtió: “No hay cura para la enfermedad, se actúa sobre los síntomas y mejora la calidad de vida, si se asocia a tratamientos osteoarticulares no farmacológicos, como ejercicio físico, control de peso y educación para la salud”.

De esta forma, un saber empírico ancestral ahora puede aprovecharse con el conocimiento científico de su principio activo, para mejorar la calidad de vida de hombres y mujeres.

@RenAnaya2

f/René Anaya Periodista Científico