Mucha sangre se ha derramado ya en la pequeña —603,550 kilómetros cuadrados— Ucrania desde el 24 de febrero último con motivo de la invasión (la excusa inaceptable del Kremlin fue: “operación especial” para “proteger a la gente que, desde hace ocho años, es objeto de maltrato y genocidio”, por lo que Rusia debe hacer esfuerzos tendientes a “la desmilitarización y desnazificación de Ucrania”), ordenada por Vladimir Vladimirovich Putin, presidente de la Federación Rusa, el país más vasto de la Tierra que se extiende sobre Europa del Este y Asia del Norte (17.1 millones de kilómetros cuadrados). Una vez más la Tierra se cimbra por el estallido de los misiles que destruyen vidas de seres humanos inocentes y derrumban casas, edificios, fabricas e instalaciones de una sociedad que lucha por conseguir un mejor futuro para sus habitantes en forma civilizada. Ese noble esfuerzo está a punto de desaparecer. Nadie puede permanecer indiferente, aunque algunos falsos profetas populistas se escudan en un hipócrita escudo de paz y neutralidad que solo demuestran vergonzante cobardía y una miserable condición humana.

Ríos de tinta han corrido ya en los dos meses corridos de la INVASIÓN —no hay otra forma de llamarla, digan lo que digan los simpatizantes de Rusia y de Putin, sean tabasqueños o de cualquier parte del globo—; el grave problema de esta “operación especial” es que puede convertirse en la temida Tercera Guerra Mundial. Rusia cuenta con uno de los mayores arsenales nucleares como las demás potencias militares —verbi gratia Estados Unidos de América (EUA)—, y otras naciones europeas y asiáticas que hasta el momento no han tomado las armas en este conflicto. Una chispa —es decir una mala decisión militar— y la pradera se incendiará. Abur. Rusia afirma que la OTAN es parte del problema. Grave dilema, todo agrava el conflicto. ¿Hasta cuándo privará la prudencia de los aliados de Kiev?

Al inicio de mayo, el presidente de Polonia, Andrzej Duda —de filiación conservadora—, publicó un texto titulado “La solidaridad frente a la agresión rusa” en la revista mensual Wszystko Co Najwaniejsze (Lo más importante), cuyo último párrafo expone, clara y rotundamente, el quid de la cuestión: “El destino de nuestro continente se decide hoy en las llanuras de Ucrania. En ese lugar se está librando una lucha extremadamente dramática por un futuro seguro, por libertad, la identidad y el buen nombre de toda Europa. El tiempo de la discusión ya se ha acabado. Es hora de actuar con solidaridad y determinación”. Hay mandatarios que salen a la palestra, otros se cubren con vergonzantes pieles de cordero, de cuyos nombres no quiero acordarme.

La historia enseña que muchos conflictos sangrientos pudieron haberse evitado no solo en Europa sino en otras partes del planeta, pero la cobardía, algunos la llaman prudencia o neutralidad, propiciaron conflictos armados de la importancia de la Segunda Guerra Mundial, que provocó, entre otras tantas desgracias, actos inaceptables como el Holocausto y varios más.

El presidente polaco no desaprovecha la ocasión y escribe: “El 24 de febrero de 2022 se ha convertido en un momento decisivo en la historia del mundo. Tras el trágico conflicto en Bosnia y Herzegovina de hace 30 años, la guerra ha vuelto a estallar en Europa. Vuelven a producirse acontecimientos que no se veían aquí desde 1945. Miles de soldados y civiles están muriendo…Pueblos y ciudades bombardeados desaparecen de la faz de la tierra. Los agresores rusos no permiten la evacuación de sus habitantes. Utilizan el terror y las tácticas de tierra quemada. Cometen saqueos, violaciones y torturas —incluso de mujeres y niños—, y ejecuciones masivas genocidas…Las investigaciones en curso de los fiscales de la Corte Penal Internacional deben conducir a la condena de aquellos que han ordenado y cometido estos atroces crímenes contra la humanidad”.

Duda refiere, en su escrito, que Polonia ha recibido casi tres millones de personas, de las cuales casi dos millones permanecen en territorio polaco, sobre todo mujeres, niños y ancianos. “Aunque los llamamos huéspedes —agrega el mandatario— y no refugiados, aunque aquí encuentran refugio no en campos de tránsito sino en casas particulares, en edificios parroquiales y religiosos, en centros de salud y en edificios públicos, esto supone un gran reto para nosotros. En comparación, poco más de 1.8 millones de personas a Europa durante la crisis migratoria de 2015. Necesitamos urgentemente ayuda financiera, al menos la misma que recibió Turquía tras acoger a tres millones de refugiados procedentes de Oriente Próximo”.

“Pero, sobre todo —finaliza—, son los ucranianos que se defienden de esta acción criminal los que necesitan ayuda. Necesitan equipamiento militar y una presión económica constante sobre Rusia, para debilitar su maquinaria bélica”.

Ya que de ayuda se trata —excepto el envío de tropas pertrechadas—, la nación invadida por el ejército ruso  recibió el domingo 1 de mayo una noticia inesperada pero reconfortante: la visita de la legisladora del más alto nivel estadounidense, encarnada en la figura de la presidenta de la Cámara de  Representantes, la demócrata por California Nancy Patricia Pelosi (Baltimore, Maryland, 26 de marzo de 1940), tercera en la línea de sucesión presidencial después de Joe Biden y de la vicepresidenta Kamala Harris, que se reunió con el presidente Volodimir Zelenski en Kiev.

La llegada de la respetada Nancy Pelosi —de los pocos personajes de EUA que en su momento le hizo frente al desprestigiado ex presidente Donald Trump, que difícilmente soportaba que una “abuela” no se achicara ante el mentiroso inquilino de la Casa Blanca—, confirmó una idea crucial que puede cambiar las tornas de esta guerra: Occidente, y sobre todo EUA, están dispuestos a dar el todo por el todo para lograr la victoria ucraniana. De hecho, se atisbaba este propósito desde hace varios días, cuando delegados de 40 países se reunieron en una base del Tío Sam en Alemania para, en palabras del secretario de Defensa Lloyd James Austin III, general (retirado) de cuatro estrellas, afirmó: “Debemos movernos a ritmo de guerra”. De acuerdo con el análisis de este militar de todas las confianzas del presidente Biden, “Ucrania tiene opciones de ganar la contienda”.

El pasado jueves 28 de abril, se tradujo el sentir de Austin III con la aprobación en EUA de una moción para permitir al Presidente Biden invocar una Ley de Préstamo de 1941 —promulgada poco después de la invasión japonesa a Pearl Harbor cuando EUA declaró la guerra al Eje para agilizar las transferencias de armas que servirían en el combate a la Alemania nazi—. Además, la Casa Blanca solicitó al Congreso 33,000 millones de dólares adicionales para proporcionar más armamento a las tropas ucranianas durante los próximos meses, lo que significa que el conflicto no está cerca de finalizar. El apoyo militar del Tío Sam va más allá de la munición de artillería, las armas antitanques o los drones. Aunque la OTAN sigue sin atender las demandas de cerrar el espacio aéreo, Kiev espera la llegada de tanques antiaéreos Gepard procedentes de Alemania.

“Estados Unidos apoya a Ucrania hasta que se logre la victoria” declaró la señora Pelosi en conferencia de prensa en Rzeszow (Polonia), a donde se trasladó tras su vista a la capital Kiev, acompañada por la delegación del Congreso de EUA. La presidenta de la Cámara de Representantes insistió en que Washington no se dejará disuadir por las amenazas de Putin para no ayudar a Ucrania en la guerra: “Mi país no se deja intimidar por los matones”, y agregó que su visita a la nación invadida le permitió comprender mejor “lo que se debe hacer” para ayudar a Ucrania.

La congresista demócrata refiriéndose al programa de “Land-Lease”, aprobado por el Congreso de EUA para acelerar la entregar de ayuda a Ucrania, aseguró que comprobará el suministro no solo al país invadido, sino a otros países de Europa del Este, si esto fuera necesario.

La visita de los congresistas estadounidenses a Ucrania representó un fuerte apoyo al presidente Volodimir Zelensky, que no desaprovechó de ninguna manera. Con la exhibición de un video que ilustraba la llegada de los representes de EUA, Zelensky tuiteó lo siguiente: “Estados Unidos es líder en el sólido apoyo a Ucrania en la lucha contra la agresión rusa”.

A su vez, varios de los acompañantes de Nancy Pelosi abundaron en el significado de su visita a Ucrania. Por ejemplo, el represente demócrata por Colorado, Jason Crow, miembro de los comités de inteligencia y servicios armados de la Cámara de Representantes, declaró que llegó a Ucrania con tres objetivos: “armas, armas y armas”. Y, Adam Schiff, parlamentario por California, y presidente del comité de inteligencia de la cámara baja estadounidense, afirmó: “Esto se trata, ante todo, de Ucrania, pero también de un dictador en el Kremlin que hace la guerra como si fuera de nuevo la Segunda Guerra Mundial, una invasión masiva de su vecino, y debe ser detenido”.

Según analistas militares, EUA sabe que Ucrania necesita artillería de largo alcance y drones para que la artillería funcione de manera eficiente, por lo que se les proporcionará. La artillería y los drones son clave para el resultado de los combates en curso en el este y al sur de Ucrania. Por otra parte, los combates de los últimos días no se parecen a los ataques frontales de infantería y tanques con los que la mayoría de los lectores están familiarizados por medio de los filmes que trasmiten las hazañas de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales. Las más de las veces ambos bandos utilizan artillería, estacionadas muy lejanos de la línea del frente para bombardear las posiciones delanteras del enemigo.

Mientras la guerra sigue su curso, antes del desalojo de ucranianos civiles supervisado por la ONU y la Cruz Roja, los observadores creían que aproximadamente 1,000 personas (ninguna del ejército ni voluntarios) estaban en la planta metalúrgica de Mariúpol junto con unos dos mil combatientes ucranios. En total, podrían estar todavía alrededor de 100,000 residentes en la misma ciudad, que antes de la invasión rusa contaba con más de 400,000 habitantes.

Además, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, informó el lunes 2 de mayo que el número de civiles muertos en Ucrania desde el inicio de la invasión rusa, el 24 de febrero, había superado las tres mil personas. El número de 3,153 muertos hasta ahora representa un aumento de 254 desde el viernes 29 de abril. La misma oficina del organismo mundial señaló que es probable que el número real sea considerablemente mayor, citando las dificultades de acceso y los esfuerzos de corroboración en curso, la mayoría de las víctimas perdió la vida debido a armas explosivas con una amplia zona de impacto, como los ataque con misiles y los bombardeos aéreos.

En fin, como algo kafkiano, que salta en momentos tan críticos como los que se vive en Ucrania, Yair Lapid, ministro de Relaciones Exteriores de Israel, condenó el lunes 2 de mayo las “graves declaraciones” del canciller ruso, Serguéi Lavrov, quien afirmó, de buenas a primeras, que igual que el presidente ucranio, Volodimir Zelensky, Adolf Hitler “también tenía orígenes judíos”.

Tras convocar al embajador de Rusia en Jerusalén, el diplomático israelí lamentó que “los comentarios de ministro Lavrov son una declaración imperdonable e indignante, así como un terrible error histórico”. Y agregó: “Los judíos no se suicidaron en el Holocausto. El nivel más bajo de racismo contra los judíos es acusar a los propios judíos de antisemitismo”.

El antecedente de este absurdo episodio, se dio en una entrevista el domingo 1 de mayo al canal de televisión italiano Rete4 —la primera que concede Lavrov a un medio europeo desde que se inició la invasión rusa el 24 de febrero—, en la que el canciller ruso insistió en la infiltración de sectores supuestamente neonazis en las instituciones ucranianas. Al ser advertido sobre los orígenes judíos de Zelensky, Lavrov respondió que Hitler “también tenía raíces judías”. De ese tamaño son los argumentos que ha utilizado Moscú para justificar la invasión rusa a Ucrania. Así son las cosas. VALE.