El entorno internacional

Gustavo Petro da a Colombia, por primera vez en su historia, un gobierno de izquierda. Mientras Emmanuel Macron en Francia tiene que pagar su vanidad, que él no percibe, y, derrotado en las legislativas, da lugar a la coalición de izquierda “contra natura”, comandada por Jean-Luc Mélenchon, euroescéptico, “faccioso y resentido”, da lugar, asimismo, a que la ultraderechista Marine Le Pen y su partido obtengan éxitos como nunca, en esos comicios. Imponderables de la democracia, que comprometen esta nueva presidencia de Macron y -más grave- debilitan al motor francés de la Unión Europea en tiempos que son inciertos para esta Europa comunitaria.

Mientras Boris Johnson afea el Jubileo de Platino -70 años de reinado de Isabel II, sobre lo que escribí, apenas, en Siempre un artículo titulado: God save the Queen de un imperio desdentado. Maniobras del bufonesco primer ministro que intenta salvarse políticamente con agresiones pseudo jurídicas a la Unión Europea y echa a andar, racista y para satisfacer al populacho, el confinamiento ¡en Ruanda! de los inmigrantes ilegales que lleguen al Reino Unido: proyecto infame que el mismo príncipe Carlos y la Iglesia anglicana condenan.

Contexto internacional en el que las revelaciones de la investigación que se lleva a cabo en el Congreso de Estados Unidos revelan -confirman- que, en la toma del Capitolio de Washington, el 6 de enero de 2021, por una chusma azuzada por Trump, el todavía presidente intentaba dar un golpe de Estado. Contexto de esta guerra interminable de Ucrania, con Putin, comparándose, en uno de sus delirios de grandeza, a Pedro El Grande, ¡que aspiraba a hacer de Rusia un país de cultura europea! y, a diferencia del autócrata de hoy, no odiaba a Occidente. Y, para concluir, mencionando uno más de los no pocos contextos del tiempo presente, comento que Ucrania ha presentado su candidatura a la Unión Europea, recibida con ruidosa aprobación entre los 27, pero sujeta, en realidad a que Kiev realice reformas radicales al Estado y contra los oligarcas. Nada fácil.

 

Vicisitudes de un político de izquierda en Colombia

Gustavo Petro y cualquier político de izquierda con la aspiración de ganar una elección presidencial en Colombia, se estaría enfrentando a la historia de un país que nunca había tenido un gobierno de ese signo, pues con excepción del breve paréntesis de la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), el resto de sus regímenes ha sido de derecha, “o de derecha”, remataba festivamente un analista político de Le Monde.

Aliado incondicional de Estados Unidos, Washington -y el presidente Biden, por supuesto- ha dicho que Colombia es “la piedra angular de la democracia en el hemisferio”, como lo hacen notar tanto The New York Times como The Washington Post.

Tuve ocasión de toparme con una muestra de este apoyo incondicional a Washington, cuando, como estudiante universitario, analizamos en la cátedra de derecho internacional, la petición de Colombia a la OEA a fin de que en una reunión extraordinaria de cancilleres, a celebrarse en enero de 1962 en Punta del Este se debatiera sobre las “amenazas a la paz e independencia por la intervención de potencias extracontinentales para quebrantar la solidaridad americana, la ofensiva del comunismo”.

Esta iniciativa de Colombia, con la bendición o a instancias de Washington, condenó en tres reuniones de consulta de cancilleres de la OEA, la última en la capital estadounidense, a Cuba, expulsándola de la OEA y obligando a los gobiernos de América a romper relaciones con La Habana. Como se sabe, México votó en contra de la ruptura, no acató la resolución y ha mantenido sus vínculos diplomáticos con el gobierno de la Isla. Una actitud digna que prestigia a la diplomacia mexicana.

Aunque la Colombia pro estadounidense, no tuvo gobiernos de izquierda ni padeció golpes de Estado, frecuentes en el espacioo latinoamericano y caribeño, tuvo que luchar por décadas con el grupo terrorista marxista FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) creado en 1964, hasta que después de complejas negociaciones con el gobierno y turbulencias políticas, en 2016 se firmaron los Acuerdos de paz y la guerrilla se convirtió en partido político -2017. Este largo período de una izquierda violenta, “dificultó, como señala The New York Times, el florecimiento de una izquierda legítima.” La presencia de esta guerrilla marxista -y otras- añade Ricardo García, ex rector de la Universidad de Bogotá, “minaba a la izquierda democrática”.

Además, la derecha que ha gobernado Colombia en los últimos decenios se ha subordinado a un personaje siniestro que llegó a la Presidencia del país en 2002, Álvaro Uribe Vélez, que ya había sigo alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia, vinculado a los paramilitares y con múltiples delitos de desapariciones, asesinatos y corrupción. Un personaje que creo un Maximato como el de Calles, designando y controlando presidentes peleles, el último de los cuales es Iván Duque, el mandatario saliente. Vale la pena leer el espléndido artículo de Jorge Volpi, en el que me baso, sobre Uribe, titulado “El ogro de las mil caras”, que apareció en el periódico Reforma del 18 de junio.

Estos han sido algunos de los obstáculos que debió sortear el candidato de izquierda, economista, Gustavo Petro para ser electo presidente a partir del domingo 19 de junio, después de intentarlo otras dos veces, en 2010 y en 2018, con una historia que va de su militancia en el M-19, una guerrilla urbana, hasta su gestión como alcalde de Bogotá -2014 a 2015 y senador de la República.

 

La elección y los retos

Petro, como se sabe, enfrentó en la primera vuelta de los comicios, el 29 de mayo, a Federico “Fico” Gutiérrez, candidato de la derecha, apadrinado por Álvaro Uribe, a Sergio Fajardo, de centro y a Rodolfo Hernández, un hombre de negocios millonario, dicharachero, rústico, que fue el más votado después de Petro y le disputó la segunda vuelta, este 19 de junio. Petro ganó con 11 millones de votos, el 50.44 por ciento a Hernández, que obtuvo el 47.31 por ciento, en unos comicios que registraron una participación récord: ¡el 58 por ciento de los electores!

Es importante destacar que Petro se hizo acompañar, como candidata a vicepresidenta, de Francia Márquez, una mujer negra, afrodescendiente, de origen humilde, que llegó a graduarse como abogada, es feminista y activista ambiental. Su inclusión en la fórmula que presentó la coalición de partidos y agrupaciones Pacto Histórico, en las elecciones, se tradujo, sin duda en apoyos significativos, por su número y por la condición social, económica y étnica de estos apoyos: los “nadies y las nadies de territorios olvidados, pero violentados”, dice la propia Francia Márquez.

También debe decirse que el candidato triunfador contó con los votos del importante segmento educado del país, de los jóvenes, pero también de los millones de colombianos que están hartos de la corrupción que el gobierno solapa e incluso es cómplice de ella. Por eso hubo un momento en el que un Hernández, vociferante contra esa lacra, parecía perfilarse como el triunfador de los comicios, pero se desinfló. Para bien.

Petro tiene ante sí múltiples desafíos: reconciliarse con los adversarios políticos y tranquilizar el pueblo que desconfía de su izquierdismo “chavista” y “comunista”, andando un camino que inició desde que moderó el radicalismo de sus propuestas políticas: “se corrió al centro” y ha dicho que desarrollará el capitalismo.

Los adversarios políticos, en una expresión de madurez ciudadana y -si se me permite el término- de grandeza, que deberíamos copiar, se apresuraron a felicitar a Petro en cuanto se hizo oficial su triunfo -antes, incluso, Hernández, su contrincante-, desde el mencionado hacedor de presidentes Álvaro Uribe y los principales candidatos derrotados: Federico “Fico” Gutiérrez y Sergio Fajardo, hasta el presidente de la República Iván Luque.

Destaca, asimismo, la felicitación del gobierno de Estados Unidos, en boca del secretario de Estado Antony Blinken, quien dijo: “Tenemos gran expectativa de trabajar con el Presidente electo para seguir afianzando la relación entre nuestras naciones”. También felicitaron a Petro el presidente López Obrador y otros mandatarios.

Desentona, en cambio, lo declarado por Mario Vargas Llosa quien, de primera intención, dijo que en la elección de Petro los colombianos votaron mal, pero se trata de un accidente corregible. Aunque añadió: “vamos a ver como actúa Petro”, el escritor no ha superado -creo que sin remedio- su frustración por la derrota que le infringió Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales del Perú, en 1990.

Hay la fundada confianza de que el flamante presidente implemente los acuerdos de paz con las FARC y abra la negociación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) después de cuatro años en los que nada se ha hecho.

Asimismo, habría que dar un voto de confianza al presidente y su gobierno respecto a su ambicioso programa que prevé el tránsito a las energías limpias, abandonando el petróleo y el carbón, así como prohibir la minería a cielo abierto; un incremento de la carga impositiva a las empresas, la renegociación del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, etc.

 

¿Y la marea rosa?

¿Seguirá siendo una asignatura pendiente? Por ahora en el entorno del presidente electo -y él mismo- se habla de una alianza de izquierda sudamericana entre Colombia, Chile y Brasil. Pero no, aparentemente, Argentina. Veremos más adelante.

Petro habla también, y es lógico en términos de real politik. no de coincidencias y solidaridad por ideología, de normalizar las relaciones con Venezuela, lo que contribuirá a aminorar el drama de las comunidades de esas naciones, actualmente obligadas a abandonar su país.