La crisis económica en los Estados Unidos llegó, y la Reserva Federal (FED) ha decidido actuar en correspondencia del problema y aumentar las tasas de interés para intentar controlar la inflación más elevada del país en cuatro décadas, ya que, la amenaza de una recesión económica se ve cada día más cercana.

Las medidas de política interna que tome la FED pueden tener repercusiones más allá de las fronteras y, es que, sí Estados Unidos adopta medidas agresivas para contener la inflación, estas podrían generar efectos significativos e impredecibles en todo el mundo, en muchos casos con consecuencias negativas perdurables para países del sur de América.

La historia, nos ofrece buenos ejemplos de cuán destructivas pueden ser las políticas de la Reserva Federal para el resto del mundo. Basta recordar que en la década de los 80, donde tras varios años de alza de precios, el presidente Jimmy Carter, puso a Paul Volcker al frente de la Fed en 1979. Volcker subió la tasa de fondos federales (la tasa de interés que los bancos se cobran entre sí por préstamos a corto plazo y utilizan para determinar otras tasas de interés) a casi el 20 por ciento. Para finales de 1982, aunque el desempleo era del 10,8 por ciento en Estados Unidos, la inflación se había desacelerado. Gracias a esto, Volcker adquirió estatus mítico y se ganó fama de ser un líder visionario que se atrevió a tomar decisiones difíciles. Por eso, su nombre sale a colación con tanta frecuencia cuando se insta a la Reserva Federal a abordar de manera agresiva el problema de la inflación ahora.

El problema fue que los efectos de las decisiones de Volcker se sintieron más allá de las fronteras de Estados Unidos. El aumento en las tasas de interés encareció las deudas de varios países extranjeros a los que se les dificultó cubrir el servicio de su deuda. Puesto que muchos países habían solicitado préstamos considerables en los mercados internacionales en años previos, se presentó una oleada de incumplimientos en el pago de deuda, que arrancó en México en 1982 y se propagó no sólo por toda América Latina, sino que afectó otras regiones.

Los recientes movimientos en las bolsas del mundo muestran un sacudimiento inusual como hace mucho no se veía y hay naciones como los Estados Unidos que viven momentos en verdad críticos, que incluso rayan en la emergencia, sólo falta ver Los índices del Dow Jones y S&P500, referentes de las tendencias en los mercados globales que han caído más de un 15 y 20 por ciento, respectivamente, desde sus máximos históricos en diciembre.

Los especialistas y estudiosos en temas económicos están más que ocupados en buscar las explicaciones al respecto, que según han expresado, son varias. Los movimientos que ocurren en la bolsa tienden a la baja por períodos limitados de tiempo: es lo que llamamos “correcciones” del mercado.

Los pronósticos sobre la llegada de un “Bear market”, (mercado oso), conocido en México como mercado bajista llegó al presentarse una baja superior al 20 por ciento de valor en bolsa, respecto a su cota máxima más reciente, esto es, en un período de tiempo los inversores han vendido muchos más títulos de los que han comprado, reduciendo la capitalización de las compañías que conforman el mercado.

La oferta de acciones es mayor a la demanda, así de claro.

Para interpretar la señal que nos da un “Bear market” es importante saber que la bolsa, es un indicador adelantado: anticipa situaciones futuras según la acertada o equivocada perspectiva de los inversores que observan al detalle los datos que revelan la salud de la economía (desde empleo y salarios hasta inflación y tipos de interés) para decidir qué hacen con su dinero.

Si creen que nos aproximamos a una fase de contracción económica, en la que caen los beneficios de las empresas, tenderán a desprenderse de las acciones de estas compañías antes de que pierdan aún más valor, así, un “Bear market” suele advertir la llegada de tiempos difíciles con reducciones de la demanda de productos, de la actividad empresarial, del comercio y, en último término, del empleo.

Los expertos señalan que es fácil que se produzca un mercado bajista después de un período de crecimiento fuerte en el que se han tocado máximos muy altos y esto parece ser el caso actual: tras los primeros meses de la pandemia, los precios de la mayoría de las acciones se dispararon, especialmente las de las tecnológicas, alcanzando niveles muy superiores a las anteriores alzas de finales de 2019, así de claro.

Entre febrero y marzo de 2020 hubo un “Bear market” poco habitual, muy corto y pronunciado (-33 por ciento en poco más de un mes) por el miedo de muchos inversores que retiraron en masa sus acciones al creer que la pandemia iba a provocar una debacle económica. La duración media de los “Bear markets” en el S&P500 ha sido de 289 días, con un nivel de descenso promedio del 36 por ciento.

Es más que evidente, lo real y doloroso en este momento que vivimos inflacionariamente hablando, sin embargo, es necesario actuar con mucho cuidado para garantizar que la respuesta de Estados Unidos a esa inflación no produzca, como ha sucedido en el pasado, otra década perdida para gran parte del mundo, ojalá sea una lección aprendida.

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