Producto de los “pinchazos” a la realidad que suelo dar, he de decirles a mis sufridos lectores, que a menos de que algo grande suceda, la expansión comercial de América del Norte habrá durado menos que un trozo de hielo en la sartén.

Les platico:

En 1994 el TLCAN que firmó México con Estados Unidos y Canadá sacó a nuestro País de la crisis en la que estaba con Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo en los controles.

Dicho acuerdo fue una ampliación del antiguo Tratado de Libre Comercio que EEUU y Canadá habían firmado el 4 de octubre de 1988.

El 10 de junio de 1990, nuestros vecinos del norte aceptaron incluir a México y las negociaciones iniciaron el 5 de febrero de 1991.

Fue firmado por el presidente norteamericano George H. W. Busch el 8 de diciembre de 1992; por el premier canadiense Brian Mulroney el 11 de diciembre del mismo año y por Salinas de Gortari el 14 de diciembre del año citado.

Finalmente, los tres mandatarios lo signaron el 17 de diciembre de 1992 y entró en vigor a partir del 1 de enero de 1994, al ser ratificado por los órganos legislativos de los tres países.

Se fijó un plazo de 15 años para eliminar totalmente las barreras aduaneras entre los tres socios comerciales y que fueran eliminadas las restricciones existentes al comercio de productos como vehículos de motor y sus respectivas piezas; computadoras; textiles y agricultura.

Ese TLCAN cuidó los derechos de propiedad intelectual, como patentes, derechos de autor y marcas comerciales, y -muy importante- se eliminaron las restricciones de inversión entre los tres países.

Los acuerdos complementarios firmados en noviembre de 1992 añadieron medidas relativas a la protección de los trabajadores y el medio ambiente.

Al respecto, dos versiones prevalecen hasta nuestros días respecto a dicho acuerdo comercial:

Enfrentar la competencia de Japón y la Unión Europea. Canadá y México se convirtieron en “colonias” de EEUU y por consecuencia aumentó la pobreza en México y agravó el desempleo en EEUU.

Teniendo ya a López Obrador como presidente electo, el 30 de septiembre de 2018 los tres países llegaron a un acuerdo para sustituir el TLCAN por el TMEC o USMAC.

El nuevo tratado fue liderado por los equipos de transición de Peña Nieto -encabezados por Ildefonso Guajardo y Kenneth Smith Ramos- y por el de AMLO, comandados por Jesús Seade.

La transición del primero al segundo tratado fue crucial. Ocurrió entre 2017 y 2018 y por parte de México estuvo a cargo de Guajardo -como secretario de Economía- y por el subsecretario Smith Ramos.

Apenas tomó el poder Andrés Manuel el 1 de diciembre de 2018, ambos quedaron fuera de todo lo concerniente al nuevo tratado, que permitió a México formar parte de la región de libre comercio más grande del mundo.

Producto de esta alianza comercial, el Fondo Monetario Internacional otorgó a México los créditos que lo salvaron de la crisis de 1995.

Dicho rescate fue una de las más exitosas medidas de política exterior que hicieron posible la estabilización de nuestra economía en esos años, cuando Ernesto Zedillo era el presidente.

 

DE SOCIO A COMPETIDOR

El resumen de la postura adoptada por el gobierno de López Obrador ante el TMEC es que sabrá el Dios de Spinoza por qué razones, la 4T está emperrada en que EEUU y Canadá ya no vean a México como socio, sino como competidor en la región más grande del mundo en términos económicos.

En vez de seguir el ejemplo de Singapur, que redujo unilateralmente sus aranceles a cero en el bloque asiático del cual forma parte, Andrés Manuel da muestras de querer llevar el TMEC a su desaparición, en un mal entendido sentido de la soberanía nacional, que pone a México al nivel de una aldea, en medio del concierto global.

En lugar de confirmar en México su compromiso hacia la apertura y la seguridad jurídica, está cerrando filas alrededor de dos de las empresas estatales más ineficientes que existen en el mundo: Pemex y la CFE, dirigidas por políticos y no por especialistas.

Esto lo lleva a poner en riesgo el cumplimiento de contratos con empresas de nuestros socios comerciales, que de concretarse obligarían a México a pagar más de $13,000 millones de dólares como compensación, según Ildefonso Guajardo.

 

EU se autoprotege

Dejando fuera su populismo ideológico, lo que podría justificar hasta cierto punto la posición de AMLO ante Biden, es el vuelco que ha dado la postura del gobierno norteamericano, al obsesionarse por reducir el déficit comercial de EEUU con México y las medidas proteccionistas que han implementado en esa dirección.

En esto, todas las diferencias entre Trump y Biden desaparecen, porque el ex presidente estadounidense nunca escondió su idea de volver a hacer grande a su país, impulsando medidas como las que hoy Biden está tomando.

Con una diferencia: “Amtrack” Joe lo está haciendo como una medida desesperada para sacar a EEUU de la inflación que podría causarle a su Partido la presidencia en las elecciones de noviembre.

De nuevo, haciendo a un lado el populismo de AMLO, lo que podría justificar su postura para debilitar el TMEC y ponerlo en vías de extinción, son las restricciones de EEUU a las compras gubernamentales, que son una medida equivalente a la sustitución de importaciones.

Eso y el debilitamiento de los protocolos para solucionar controversias y la cláusula de extinción del TMEC a los cinco años, buscan simple y llanamente desalentar la subcontratación de productos mexicanos.

 

Napito

En esto, poco ayudan o más bien, nada, los desplantes gangsteriles de Napito Gómez Urrutia, el senador plurinominal méxico-canadiense que fue rescatado por AMLO de su exilio auto impuesto en Vancouver, para resguardarse de las demandas de los mineros de Cananea, a los que birló más de $50 millones de dólares.

Los porros del “líder minero” están bloqueando la libre afiliación sindical de trabajadores de maquiladoras, principalmente en Ciudad Juárez, Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros.

De ahí se están pescando los norteamericanos para justificar sus medidas proteccionistas, pues consideran que México no solo está incumpliendo con los acuerdos del TMEC, sino que tampoco está acatando la reforma laboral aprobada por los legisladores, a iniciativa de López Obrador.

 

CAJÓN DE SASTRE

“En estos momentos la economía mexicana está en cuidados intensivos, y si la 4T sigue boicoteando el TMEC, pasaremos a la antesala del crematorio, y en esto, ni Tatiana ni Seade dan muestras de tener la capacidad de resucitación”, remata la irreverente de mi Gaby.