ENTRE UCRANIA Y MEDIO ORIENTE

Hoy en el escenario internacional se producen situaciones que afectan a muchas regiones y amenazan aún más la hegemonía de Estados Unidos. Desde luego, el desenlace interminable de la invasión armada de Rusia a Ucrania que fortaleció a una OTAN moribunda, cuyo enfrentamiento con Moscú está produciendo impacto en casi todas las regiones del mundo -lo hace notar el experto Mauricio Meschoulam-, Medio Oriente entre otras.

La Unión Europea y su periferia en Europa misma, también experimenta turbulencias -por no decir, sismos. A pesar de la declarada unidad, en la Cumbre de la OTAN, en Madrid, y su rearme -que me parece lamentable- vía esta Alianza militar. Alguna turbulencia, aunque de relativo impacto mundial, provocó la caída de Boris Johnson, el bufón, “gemelo tóxico” de Trump, como lo llamó la académica Gabriela de la Paz, que hacía de primer ministro. Diré, por cierto, que al tiempo que concluye Johnson su gestión de premier brexiter, la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, amenaza con un nuevo referéndum independentista; y el Sinn Féin irlandés, republicano, que viene de triunfar en elecciones, anunció un referéndum en esta década, para reunificar Irlanda.

Importa, en cambio, respecto a Europa, alarmarse ante la amenaza de dimisión del primer ministro italiano Mario Draghi, irresponsablemente abandonada la coalición gobernante por el partido 5 Estrellas. “Situación grave, pero no seria”, dice con ironía el periodista de El País, Andrea Rizzi, que, además de afectar el prestigio y fiabilidad de Italia y al frente mediterráneo que conforma con París, Madrid -y Lisboa- en la Unión Europea, perjudica a ésta, a Bruselas, siempre amenazada por los euroescépticos y los iliberales como Hungría y Polonia. Ante esta riesgosa realidad, el presidente de Italia y políticos de gran peso, como Matteo Renzi, piden a Draghi que no renuncie.

El escenario internacional también es turbulento si nos asomamos a Estados Unidos y su democracia, que junto con las instituciones derivadas de la Ilustración y la Revolución Francesa, ha conformado la democracia occidental. Amenazada desde el exterior: por Rusia y China destacadamente, lo es también por enemigos internos: la Corte Suprema y sus ministros de ultraderecha, el Partido Republicano, rendido a los pies Donald Trump. George Soros, en el artículo publicado el 11 de julio por La Vanguardia, analiza con alarma la deriva ultra -y sus argumentos- del tribunal.

Sin contar que el expresidente, aún en el ejercicio del poder, planeó e intentó ¡dar un golpe de Estado! el 6 de enero de 2021, para mantenerse como presidente. La seria, inteligente y mediática investigación de un comité del Congreso, sobre los sucesos, desenmascaró a este Hugo Chávez estadounidense que intentaba convertir a su país en una república bananera, azuzando y armando a la chusma: millones de ignorantes, que siguen servilmente las tesis de sitios web conspiracionistas y siguen comprando la mentira del fraude a Trump en los comicios presidenciales.

Supremacistas blancos, ¡pero también hispanos!, como las republicabas Mayra Flores, Mónica de la Cruz y Cassy García, que contienden en elecciones legislativas, apoyan a Trump y siguen las teorías conspiracionistas de QAnon. Ellas y otras latinas partidarias del expresidente, han sido objeto de una documentada nota del 7 de julio en The New York Times.

China y su imparable ascenso, y Rusia, que no se resigna a quedar a la zaga en este reacomodo de hegemonías, están presentes. Como también lo está Japón, al que Shinzo Abe, su ex premier, asesinado apenas, pretendía alinear, militarizado a pesar de que lo prohíbe su constitución, a Occidente, frente a Rusia y China -tengamos presente las pretensiones de Pekín sobre Taiwán- a pesar de que Tokio se interesa en que la economía china se integre a la región. Pero, aún más, Japón, en la estrategia de la que fue en gran parte autor Abe, estaría actuando en el Quad, el diálogo de seguridad entre Estados Unidos, India, el propio Japón y Australia, un “Indo-Pacífico libre y abierto”.

Antes de entrar al tema central de este artículo, permítaseme este paréntesis que me incomoda: En este reparto de protagonismos no está presente América Latina. Con excepción de Brasil, que, como miembro de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) participaría del protagonismo del grupo que, como lo informa Andrés Ortega en el artículo “Occidente, uno, grande y solo” que publica el Real Instituto Elcano, se refuerza de la mano de Putin -sus miembros celebraron una importante cumbre virtual el 23 de junio.

 

MEDIO ORIENTE EN EL PRESENTE ESCENARIO INTERNACIONAL

Medio Oriente, países de esta compleja y conflictiva región están presentes en el escenario internacional, que se está conformando con reforzadas y también nuevas potencias. Podría afirmarse que se libra una guerra fría en la región, entre Israel y las monarquías del Golfo, sunitas, apoyados por Estados Unidos, contra Irán, el régimen chiíta de los ayatolás, apoyado por Rusia -que, por cierto, requiere urgentemente, para su guerra en Ucrania, de drones producidos por Irán- y Turquía.

Israel -incluida una breve escala en los territorios palestinos- y, Saudi Arabia, representativo de las monarquías sunitas, recibieron la visita de 4 días, a partir del 13 de julio, del presidente Biden. Una visita muy comentada y controvertidas. Y en el “bastión enemigo”, Irán -los chiítas- recibió desde el martes 19 al presidente ruso, Putin, quien se reunió, en un encuentro tripartito, con sus anfitriones y con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.

Interesa informar que tanto Israel como las monarquías del Golfo, a pesar de su “alianza” con Estados Unidos y Occidente, no han impuesto sanciones a Rusia. Como tampoco las está imponiendo Turquía, aun siendo miembro de la OTAN.

En resumen, Israel, las monarquías del Golfo y no hablemos de Egipto, e Irán, como pesos pesados internacionalmente, juegan, a su conveniencia, cerca de alguna potencia: Estados Unidos, Rusia, China, sin romper los lazos que puedan tener con las otras.

El Estado hebreo, por ejemplo, el aliado por excelencia de Washington, se cuida de romper con Rusia, ostentándose, en cambio, como posible mediador entre Kiev y Moscú, aparte de que la aviación israelí podrá seguir atacando posiciones de Irán en Siria, cuyo espacio aéreo es controlado por Moscú.

Respecto a las monarquías del Golfo, en Dubái, paraíso fiscal de los Emiratos Árabes Unidos, los oligarcas rusos tienen carta blanca para hacer negocios, para disgusto de Occidente que rastrea sus recursos.

Todavía en relación con estas monarquías, amerita un comentario sobre Mohamed Bin Salem -MBS- gobernante de facto de Arabia Saudita, pues al rey su padre lo limitan edad y achaques, modernizador, que permitió que las mujeres manejaran autos, ha aflojado las estrictas reglas morales del islam y permitido la liberalización de las costumbres. Pero un modernizador ultra autoritario, que “mezcla reformismo y absolutismo”; y, además, piedra de escándalo por haber ordenado el asesinato de su compatriota, el periodista Yamal Jashogyi.

Un comentario más, en este caso acerca de Mohamed Ben Zayed Al-Nahyane -MBZ- el líder político de los Emiratos Árabes Unidos: Abu Dabi, Dubái, Chardja, Ajman, Oumm Al-Qaïwaïn, Ras Al-Khaïma, Foujayra, que está considerado como “el hombre fuerte del Golfo”. Cuya influencia se extiende por todo el mundo árabe -apadrinó el ascenso al poder del mariscal Abdel Fattah Al-Sissi en Egipto- y en África; recibió en 2019 al papa Francisco, encanta a los financieros occidentales y tiene relaciones de privilegio con Estados Unidos y con Francia -acaba de visitar oficialmente París.

Este personaje, cerebro de la arquitectura política que pretende para el mundo árabe: “hostilidad a la democracia, aversión al islam político, rechazo al expansionismo de Irán, anti Erdogan e inclinación proisraelí”, se auxilia del egipcio Al-Sissi y del saudita MBS. Pero, dicen los expertos, Egipto aporta “los brazos”: 100 millones de habitantes, Saudi Arabia “el portafolio”: el recurso financiero y MBZ, el emiratí, la estrategia.

Respecto a Israel, el país, como se sabe, vuelve a ser escenario de turbulencias políticas, al saltar en pedazos la heterogénea coalición de ocho partidos -incluso uno árabe islamista- que sostenía al premier Naftali Bennett y obliga a nuevas elecciones, por quinta vez. Ante la opción, deseable, de que el centrista Yair Lapid, jefe de gobierno interino pueda formar gobierno y la del retorno de Benjamin Netanyahu, un verdadero horror.

 

LA GIRA DE BIDEN, ¿PACTO, FRACASO, TRAICIÓN?

La gira del presidente Biden a Israel, más la visita a Cisjordania y a Saudi Arabia, ha dado lugar a comentarios, principalmente críticos, incluso alguno que considera una traición del mandatario su saludo a Mohamed Bin Salem, el príncipe que gobierna de facto Arabia Saudita. Así lo afirma Karen Amah, amiga y colega del periodista asesinado, Yamal Jashogyi, en la columna de opinión, publicada el 16 de julio en The Washington Post.

La verdad es que el presidente, con amplia experiencia en política exterior, se vio constreñido ante el desarrollo de la funesta e interminable invasión rusa a Ucrania y la creciente presencia y poderío internacional de China, a realizar una comprometida gira a Medio Oriente, visitando Israel y Arabia Saudita.

Se ha resaltado, sin embargo, quizá en la mayor parte de los comentarios su contacto -obligado- con el repudiado internacionalmente MBS y dejado a un lado otros aspectos relevantes del viaje. Así, The New York Times, publica el 15 de julio un artículo de Pedro Panadero y David E. Sanger, que alude a las “críticas mordaces y acuerdos modestos del viaje”.

La verdad es que el mandatario se hizo presente en Israel para reiterar el apoyo de Estados Unidos al Estado hebreo y para apoyar los Acuerdos de Abraham, por los que se están estableciendo y consolidando las relaciones diplomáticas y de toda índole entre Tel-Aviv y los países árabes.

Durante su estancia en Israel se desplazó a Cisjordania y, en conversaciones con el presidente palestino Mahmud Abbas, y en todo momento, expresó el apoyo de Estados Unidos a la creación del Estado palestino: La resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, votada el 29 de noviembre de 1947, que establece la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado árabe. Aunque afirmaría Biden, en una brutal confesión de realismo, que no hay ahora condiciones para iniciar la negociación.

También se ha criticado a Biden no condenar a Israel por el asesinato de la periodista palestina Shireen Abu Akleh, de Al Jazeera, fallecida a causa de la bala de un soldado israelí. Aunque no aparece como un acto premeditafo.

En Saudi Arabia el mandatario estadounidense participó en una cumbre de los países del Golfo Pérsico, más Egipto, Jordania e Irak, afirmando que Estados Unidos “no se irá y dejará un vacío en la región”; en otras palabras, no cederá espacio a China, Rusia e Irán. Se comprometió, asimismo, a evitar que Irán produzca armas nucleares.

Tema clave, también, fue el de requerir de Arabia Saudita que aumente su producción de petróleo, a lo que Riad se resiste, aun cuando se aludió veladamente a un posible compromiso durante la reunión que celebrará la OPEP el 3 de agosto próximo.

Lo cierto es que la gira, obligada ante las circunstancias, lamentablemente no favorecerá al presidente y al partido Demócrata en vísperas de las elecciones de mitad de mandato.

Habrá que estar pendiente, por último, al desenlace de la visita que Putin ha realizado a Teherán y su reunión con los presidentes Raisi, de Irán y Erdogan, de Turquía.