Con las primeras imágenes que ha empezado a mandar el telescopio espacial James Webb, también ha resurgido la polémica acerca de todo el gasto que representan tanto este esfuerzo para captar imágenes de galaxias y objetos a miles de años luz de distancia, como los programas para visitar otros planetas, todo bajo el argumento de que hay mejores causas en el planeta que estar gastando recursos en algo que no aporta beneficios a la humanidad.

Pero se trata de una visión que parte de la ignorancia acerca de lo que han representado los distinto programas espaciales de varios países y sus aportes a la vida cotidiana.

Por principio de cuentas, tecnologías que ahora usamos en nuestros celulares como el GPS no existirían sin los programas espaciales, al igual que la mejora en las previsiones meteorológicas y ni que decir de la posibilidad de transmitir por televisión que tienen lugar al otro lado del mundo, algo que no se podría realizar sin los satélites en órbita.

Una anécdota retrata muy bien lo que sucede con este tema. En 1831, Michel Faraday expuso en una conferencia los principios de la inducción electromagnética –es decir, la producción de electricidad moviendo un imán en el interior de una bovina o hilo de cobre enrollado a un cilindro–, al terminar la exposición una señora del público le preguntó para qué servía su descubrimiento, a lo que Faraday respondió con otra pregunta “¿para qué sirve un niño recién nacido?”

Así a pesar de que no tengamos la información, es claro que la exploración espacial nos ha dado múltiples beneficios, aunque no lo sepamos.