La realidad es insustituible, por más retórica que los mandatarios utilicen para disfrazar sus propósitos; al final de cuentas, cuando la mayoría popular ordena “parar” hay que hacerlo, de otra suerte el sueño se convierte en pesadilla. Acaba de suceder en Chile, el revés “constitucional” que sufrió el domingo 4 de septiembre el izquierdista presidente Gabriel Boric Font —el mandatario chileno más joven de la historia, 36 años de edad, y también el más votado en los anales del país—, fue de padre y señor mío. Lo relevante del caso es que Boric no quiso oponerse a la voluntad popular (raro, porque otros mandatarios iberoamericanos, que presumen de bolivarianos y de defensores del pueblo y de Cuartas Transformaciones, no aceptan quien los contradiga) y asumió la decisión popular sin mayores estridencias como algo natural que hasta las encuestas anunciaban. No había de otra. De hecho, la opción de no aceptar el proyecto de otra Carta Magna que sustituyera la vigente desde la dictadura de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte (1973-1990), ganó en las 16 regiones del país, incluso en las consideradas de izquierda.
Aunque en un principio el gobierno de Boric se mostró a favor de aprobar la “nueva Constitución”, conforme transcurrían las semanas moderó su discurso. Aunque el simple propósito les pasó factura. Las coaliciones contrarias (de derecha) les conminaron a “dedicarse a gobernar”, como lo hizo Luz Poblete Coddou, la presidenta de Evolución Política (Evópoli o EVOP), que después de manifestar su satisfacción por los resultados del referéndum, dijo: “Ratificamos nuestro compromiso por una nueva y buena Constitución par Chile. Hablaron los chilenos y las chilenas. Habló la sensatez y la unidad. Los chilenos quieren diálogo y paz, no quieren ideologizar a Chile, porque Chile es uno solo. La reivindicación de la política tiene que se ahora y por eso hay que ponerse a trabajar. El gobierno se dedicó a hacer campaña y los chilenos les dicen que tienen que empezar a gobernar”.
Asimismo, el profesor y comunicador cultural Cristián Warnken Lihn, portavoz de la asociación de centroizquierda Amarillos por Chile, opinó que la victoria del “rechazo” a la fallida Constitución da cuenta que la propuesta no era lo que los ciudadanos esperaban: “La soberbia ha sido derrotada. Ha sido derrotada la intolerancia, el fanatismo y el espíritu refundaciónal. Gracias Chile. Ahora es la clase política la que tiene que estar a la altura de lo que el pueblo de Chile quiere”. A su vez, el senador de Renovación Nacional (RN), de origen palestino, Francisco Chahuan Chahuan, aclaró: “El proceso constituyente no ha terminado. Vamos a cumplir nuestro compromiso con Chile. Esta es una votación histórica. La votación más importante en la historia de nuestro país. El proyecto que impulsó y apoyó el Presidente Gabriel Boric fue derrotado por la ciudadanía. Los chilenos no queremos que nos dividan”.
El rechazo del documento —que inmediatamente fue reconocido por el vocero del referéndum, Vlado Mirosevic Verdugo, joven de ascendencia croata, presidente además del Partido Liberal de Chile, dijo: “Reconocemos este resultado y escuchamos con humildad lo que ha expresado el pueblo chileno—, era ampliamente esperado en el sureño país suramericano de 19,120,000 habitantes, ya que meses de encuestas preelectorales habían mostrado que los chilenos desconfiaban del documento redactado por una asamblea constituyente en la que la mayoría de los delegados no estaban afiliados a un partido político, o sea parecía un tutti frutti sociopolítico de distintas coloraturas.
Sobre el particular, Claudio Salinas, vocero de la Casa Ciudadana por el Rechazo, manifestó: “Hoy estamos consolidando una gran mayoría de chilenos que vio el rechazo como un camino de esperanza. Queremos decirle al gobierno del presidente Boric… que hoy tú debes ser el presidente de todos los chilenos y juntos debemos salir adelante”. Alguien le debería recordar a Andrés Manuel López Obrador que él “es el Presidente de todos los mexicanos”, no solo de los que militan en MORENA o en sus partidos afiliados.
Por su parte, la diputada por el Partido Comunista (PC), Karol Aída Cariola Oliva, otra joven política chilena, de 35 años de edad, también reconoció, sin dudas, el “rechazo, pero fue categórica en afirmar que con este resultado no se pierde, sino que se continúa por la decisión de eliminar la Constitución de 1980 promulgada durante el régimen dictatorial pinochetista; “la Constitución vigente no nos representa, la Constitución del abuso ha quedado en el pasado”.
Por la noche del domingo, Gabriel Boric se dirigió, en cadena nacional, para felicitar a los votantes chilenos por la impecable jornada democrática que el país dio cuenta de la inconformidad sobre la propuesta constitucional. El presidente dijo: “El pueblo no quedó satisfecho con la propuesta de Constitución por eso la rechazó de manera clara en las urnas. Esta decisión exige a nuestras instituciones y políticos trabajar con más empeño y cariño hasta llegar a una propuesta que nos interprete a todos y que nos una como país y nos de confianza”.
En un mensaje de casi nueve minutos, Boric reconoció el castigo que el resultado del plebiscito implica para su gobierno, intentando reencauzar el proceso constitucional y también a su presidencia, pues fue claro que en los pasados sesenta días se la jugó a fondo promoviendo indirectamente la “aprobación” del nuevo documento constitucional, al visitar decenas de territorios y comunidades.
“Como presidente de la República recojo con mucha humildad —agregó—, este mensaje y lo hago propio: es que hay que escuchar la voz del pueblo. (¿Dónde he escuchado esto?, BGS) No sólo este día, sino todo lo acontecido en estos últimos años intensos que hemos vivido. No olvidemos por qué llegamos hasta aquí, ese malestar sigue latente y no podemos olvidarlo”. Al decir esto, Boric hacía alusión al estallido social chileno del 18 de octubre de 2019 y los meses siguientes, donde pareció que la vida en el país cambiaba para siempre.
Inmediatamente retornó a la idea que promueve desde hace tiempo, como adelanto de lo que habría sucedido el domingo pasado: el proceso constitucional debe mantenerse porque la carta magna del pinochetismo “está socialmente caduca”. El punto central fue este: “Debemos ser autocríticos respecto de lo obrado. Los chilenos y chilenas (¡uf!, BGS) han exigido una nueva oportunidad para encontrarnos y debemos estar a la altura de este llamado. Me comprometo a poner todo de mi parte para construir en conjunto con el Congreso y la sociedad civil, un nuevo itinerario constituyente que nos entregue un texto que, reconociendo los aprendizajes del proceso, logre interpretar a una nueva mayoría ciudadana”.
En este sentido, Boric anunció el mismo domingo que al día siguiente se reuniría con los presidentes de la Cámara de Diputados y de Senadores y con otras autoridades para “avanzar lo más rápido posible en esta dirección y llevaremos una ronda de conversaciones para recoger la propuesta de los distintos sectores que se han comprometido para establecer un nuevo proceso constituyente”.
Tal y como lo anunció, Boric inició el lunes 5 de septiembre frenéticas reuniones con los sectores políticos para revivir el agónico proceso constitucional. Inició la jornada de principio de semana con los presidentes de las dos cámaras del Congreso; con el diputado Raúl Soto, del Partido por la Democracia, y con el senador Álvaro Elizalde, socialista, respectivamente.
Elizalde resumió la propuesta presidencial: “Nos ha pedido que en el Congreso se desarrolle un diálogo que permita establecer un camino institucional para avanzar en el proceso constituyente. Convocaremos esta semana a todos los partidos con representación parlamentaria, a las bancadas y también escucharemos a movimientos sociales y representantes de la sociedad civil, con el objeto de promover un diálogo que nos permita a la brevedad transmitir una certeza a Chile”.
Lo mismo hizo con los líderes de las dos coaliciones que sostienen su gobierno: Apruebo Dignidad (alianza entre el Partido Comunista (PC) y el Frente Amplio) y Socialismo Democrático (formado por Socialista, Radical, Liberal y PPD). La oposición derechista también estuvo convocada. Al respecto, Guillermo León Tellier del Valle, presidente del PC, no sin cierta ironía dijo: “Estamos dispuestos a conversar con todos, incluso con el Partido Republicano (ultraderecha pinochetista), si es que se sientan a lo que ha convocado el presidente”.
Y, desde la derechista coalición opositora Chile Vamos, Renovación Nacional —el partido mayoritario con 25 diputados (de 155) y 12 senadores (de 50)— confirmó su asistencia, aunque advirtió “que no están apurados por llegar a acuerdos”.
En suma, en el plebiscito del domingo 4 de septiembre (mes, por cierto, simbólico para Chile, casi tanto o más que lo es para México), los votantes rechazaron una propuesta de 170 páginas que contienen 388 artículos en los que se habría legalizado el aborto, instaurado la atención médica universal, exigido paridad de género en el gobierno, otorgado mayor autonomía a los pueblos indígenas, empoderado a los sindicatos, fortalecido las regulaciones News sobre la minería y brindado derechos a la naturaleza y los animales. Y otras cosas más, por eso más de un crítico llamó al proyecto de Nueva Constitución, el “árbol de Navidad chileno”. Se concedían los deseos de casi todos los constituyentes.
La Constitución propuesta habría consagrado más de 100 derechos, más que cualquier otra Constitución en el planeta, entre ellos, el derecho a la vivienda, la educación, el aire limpio, el agua, la alimentación, la Salud, el acceso a la Internet, las prestaciones de jubilación, la asesoría legal gratuita, los cuidados “desde el nacimiento hasta la muerte”. Y habría eliminado el Senado, fortalecido los gobiernos regionales y permitido que los presidentes chilenos se postularan por un segundo mandato consecutivo.
El texto incluía compensaciones para luchar contra el cambio climático y proteger el derecho de los chilenos a su propia identidad “en todas sus dimensiones y manifestaciones, incluyendo las características sexuales, identidades y expresiones de género, nombre y orientaciones sexoafectivas”.
La ambición de la propuesta constitucional y su inclinación a la izquierda, desanimó a muchos chilenos, incluidos muchos de los que habían votado a favor de reemplazar la Constitución actual. Asimismo, hubo incertidumbre casi generalizada sobre sus implicaciones y costos, incertidumbre en parte alimentada por información engañosa: se aseguró que la nueva ley habría prohibido la propiedad de la vivienda y que el aborto sería legal en el noveno mes del embarazo.
Eso y mucho más. Infinidad de ciudadanos se oponían particularmente a la definición de Chile como un Estado “plurinacional”. Lo que significaba que 11 pueblos indígenas que representan casi el 13 por ciento de la población nacional podrían haber sido reconocidos como naciones autónomas dentro del país, con sus propias estructuras de gobierno y sistemas judiciales. La propuesta se convirtió en una pieza clave de la campaña para rechazar la Nueva Constitución.
Asimismo, no pocos chilenos manifestaron inquietud por la Convención Constitucional que redactó la propuesta, en particular por sus miembros más izquierdistas. Tras el plebiscito constitucional de 2020, los ciudadanos eligieron a mas de 150 personas para redactar el nuevo sistema de leyes. Los candidatos independientes generaron más de la mitad de los escaños, entre ellos, abogados, académicos, periodistas, dos actores, un odontólogo, un mecánico, un maestro de ajedrez, y un grupo de activistas de izquierda. Y, para que nadie reclamara, diecisiete escaños fueron para indígenas. De tal suerte, los constitucionalistas de izquierda, que obtuvieron más de dos tercios de los escaños, se hicieron del control del proceso. A tal grado que no necesitaron ni un solo voto de los miembros conservadores de la convención para aprobar adiciones a la propuesta.
Las reclamaciones no se hicieron esperar. Una anciana de 84 años de edad, denunció: “Fue un fiasco, una vergüenza lo que hicieron… La Constitución que hicieron no era la Constitución de Chile, del pueblo de Chile. Es la de un grupo”.
Durante los últimos tres años, los chilenos han luchado por trazar un nuevo rumbo para su país con una nueva Constitución escrita desde cero, que habría transformado su sociedad, que sería paradigma para el mundo, otorgando más derechos que cualquier otro documento anterior. Lo excepcional es que pueblo y gobierno de esta nación iberoamericana lo lograrán algún día. El plebiscito del domingo 4 de septiembre de 2022 solamente fue otro capítulo de esta interesante historia. VALE.