Recuerdo obligado

Comienzo el 13 de septiembre a escribir este artículo, recordando tres hechos importantes dos especialmente para México, uno sobre todo para América Latina y otro para el mundo: como todos sabemos, los mexicanos recordamos en septiembre la guerra y la consumación de nuestra independencia y su consumación.

Quiero recordar también a los cadetes del Colegio Militar –“los Niños Héroes”- y al Batallón de San Patricio, constituido por voluntarios irlandeses, ingleses, escoceses -y de otras nacionalidades- que pelearon defendiendo a México en la guerra de 1846-1848, por la que Estados Unidos nos despojó de más de la mitad del territorio nacional.

El hecho grave e indignante para América Latina fue el golpe de Estado militar del 11 de septiembre de 1973 en Chile contra Salvador Allende, el presidente izquierdista llegado al poder a través de las urnas; un golpe promovido ¡por Henry Kissinger! que retrasó brutalmente la consolidación de la democracia en nuestra región. Confío en que lo sucedido a Allende haga ver a Gabriel Boric, el flamante presidente chileno y a sus colaboradores que el fracaso de la política está en los extremos.

Otro acontecimiento, este de impacto mundial, tuvo lugar el 11 de septiembre de 2001, cuando fundamentalistas islámicos, de Al Qaeda, secuestraron cuatro aviones comerciales, estrellando a dos de ellos en las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York, otro en el Pentágono y el cuarto en el campo, sin alcanzar su objetivo.

El atentado dejó un saldo de 2.996 muertes, más de 25.000 heridos y al menos $ 10 mil millones de daños materiales. Fortaleció a la transnacional terrorista, su toxicidad contagió a grupos y a “lobos solitarios”, provocó respuestas “anti” igualmente terroristas y sigue presente. Un ejemplo dramático, hoy, es la presencia de la violencia yihadista: Al Qaeda y el Estado Islámico, y de sicarios rusos, en Mali, a las puertas de Europa.

 

¿Isabel II, y por qué no Putin, o la amenaza de la ultraderecha italiana?

La muerte de Isabel II ha sido y sigue siendo noticia y comentarios interminables, sobre no se sabe qué más hay que decir -yo mismo, en mi artículo del 12 de junio en esta nuestra revista, titulado Good sabe the Queen de un imperio desdentado, ya me referí a la reina por su aniversario de platino, 70 años de reinado.

Aparecen, en cambio, en el horizonte, otras noticias frescas y “prometedoras”: ¿Putin en jaque ante la ofensiva militar de Ucrania recuperando territorio en manos de Rusia? El triunfo previsible de la ultraderecha liderada por Giorgia Meloni, gavillada con Matteo Salvini, antinmigrantes feroz y receptor de donativos de Putin, así como con el impresentable y bufonesco Silvio Berlusconi. Y más.

La reina de “una isla diminuta, miserable y gris en un rincón lluvioso de Europa”

Mi texto entre comillas es de la famosa actriz británica Emma Thompson, describiendo así al Reino Unido, indignada cuando en 2016 se propuso abandonar la Unión Europea: el Brexit. Yo lo empleo también en sentido figurado, para hablar de Isabel II monarca de un reino que por muchos conceptos puede considerarse que está en decadencia,

Con ese reino, el Reino Unido la monarca se comprometió desde muy joven, aún princesa, durante la Segunda Guerra Mundial, Las tempranas muestras del compromiso de Isabel con su reino aparecen en plena Segunda Guerra Mundial, cuando la entonces princesa sirve en lel Ejército Británico de la época: aprendió a conducir y nociones de mecánica, perfeccionó el tiro con revólver y sería ascendida a capitán.

Ascendió al trono con solo 25 años y a pesar de su joven edad, entendió el significado de ser jefe de Estado: monarca que no gobierna pero da equilibrio al gobierno, a los gobiernos encabezados por alguno de los 15 primeros ministros que le tocó tratar y en más de una ocasión soportar, durante su larga vida al servicio del Reino Unido.

Ministros de la estatura de estadista como Winston Churchill, quien por cierto le aconsejó “alejarse de las candilejas”, consejo que no siguió isabel, de la torpeza de Anthony Eden y su apoyo a la fracasada intervención franco-británica de 1956 en Egipto, de la impertinencia agresiva de Margaret Tatcher, la influencia de Tony Blair, presionando a la reina a rendir homenaje a Diana de Gales, trágicamente fallecida en agosto de 1997, la irresponsabilidad de Boris Johnson y, en fin, la insignificancia de Liz Truss, actual jefa de Gobierno.

Con ellos, entre otros, trató la reina, en reuniones semanales, quien estaba puntualmente informada, a través del parlamento, del último minuto del acontecer político del Reino -y de la Commonwealth, la Comunidad Británica de Naciones. Encuentros cuyo contenido y las conversaciones sostenidas nunca fueron revelados por la reina. Ell contribuyó grandemente a mantener la estabilidad de un reino en decadencia, que la reina hizo menos tormentosa y que, quiera Dios o los hados, Carlos continúe suavizando -si se me permite la expresión.

Su valiosa tarea política, además de causar respeto y admiración de la clase política británica, incluidos los “secesionistas” escoceses y los “díscolos” irlandeses de Irlanda del Norte, ha sido muy apreciada por gobernantes y políticos extranjeros, así como por analistas internacionales. Podría decirse que la admiración es abrumadoramente mayoritaria.

Al aprecio que se le ha tenido por su actuar en política, hay que añadir el afecto, el verdadero cariño que le profesó la inmensa mayoría de sus súbditos, a los que entristece su fallecimiento; en especial la clase obrera, “les brindaba un sutil pero palpable soporte emocional, les hacía sentirse más seguros y mejores -dice el analista John Carlin, quien, sin embargo, confiesa que no le importa en absoluto la monarquía británica.

Este y otros comentaristas hacen notar que la impecable tarea política de Isabel II y su carisma, el encanto que irradiaba, su presencia colorida, su sentido del humor, vendían a los extranjeros un país más importante, mejor de lo que era la Gran Bretaña en la realidad. Lo que me recuerda -perdón por la digresión- que hace unos 25 años me dijo un diplomático marroquí acerca de su país, que “gracias a Hassan II parecía internacionamente más importante de lo que era.

A pesar del apoyo abrumadoramente mayoritario de su pueblo a esta aparentemente frágil figura, hubo también quienes la rechazaron: republicanos, el movimiento punk, un periódico, The Sun y, como pretexto, el año 1977, del jubileo, 25 años de reinado de Isabel.

Los punk fueron de una agresividad terrible: Johnny Rotten, del grupo “Sex Pistols”, decía de “la fría y distante Isabel”: “She ain’t no human being” (No es un ser humano) y “Stuff the jubilee” (Que se joda la Monarquía). The Sun, por su parte, atacaba de manera furibunda a los Windsor -ociosos y anticuados- y valoraba la meritocracia, cuyo símbolo por excelencia era Margaret Thatcher; criticó ferozmente los escándalos de. principe Andrés, el divorcio de su hermana Ana y concluyo beatificando a Diana, “la princesa del pueblo”.

La reina es, sin duda un ejemplo para las mujeres. Sin ser una feminista militante, su actuar es un testimonio de la importancia y el valor de la mujer en la sociedad, Fue, según el New York Times, una “feminista de facto”. También, a pesar de las agresiones punk, perdidas en los años, Isabel es considerada un ícono de la pop culture y fan de los Beattles, nombrados Sires del Imperio.

 

La reina de la Commonwealth: El “Imperio británico”

Isabel, poco después de haber sido coronada, emprendió en 1953 una gira de 6 meses por la Commonwealth, destacándose en ella el discurso que pronunció el día de Navidad en Auckland NZ. Dijo entonces que la Commonwealth no se parecía en nada a “los imperios del pasado. Es -añadió- una concepción totalmente nueva, construida sobre las más altas cualidades del espíritu del hombre: la amistad, la lealtad y el deseo de libertad y paz. A esa nueva concepción de una asociación igualitaria de naciones y razas me entregaré en cuerpo y alma todos los días de mi vida”.

Tercera reina, después de Isabel I, que gobernó durante la segunda mitad del siglo XVI, que impulsó al joven imperio a través de la apropiación y el saqueo de nuevos territorios en América. También la antecedió la reina Victoria, en el siglo XIX, que llevó al imperio hasta la India y África y se pudo decir que sobre él “nunca se ponía el sol” -a semejanza del imperio español de otros siglos, que, como lo hice notar en otro artículo, se gloriaba empleando esa misma frase.

Le tocó la difícil y dolorosa tarea de administrar el adelgazamiento del “Imperio” -la Commonwealth- que ahora cuenta únicamente con 15 naciones en las que ella y hoy el rey Carlos III, su hijo y sucesor, es Jefe de Estado. Entre ellas, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Jamaica.

Pero tocará al nuevo soberano enfrentar este desafío, una vez que pase el duelo de los súbditos y de la familia de la reina, cuyo nieto Harry, el de los malentendidos por causa de su mujer Megan Markle, se despidió de la abuela Isabel agradeciendo el cariño que le dio.