Europa y Latinoamérica, temas recurrentes

Mis artículos publicados en esta revista, más de 100, durante casi 4 años, tratan muy frecuentemente temas de Europa -la Unión Europea- y de América Latina y el Caribe. También, por supuesto, de Estados Unidos, sin que estas precisiones que hago signifiquen que omito otros temas geopolíticos: China y otros actores de Asia. Rusia, hoy de terrible actualidad por su guerra contra Ucrania, Israel y el mundo árabe, hoy corriendo sangre en Irak. África “de nuestra ignorancia”, como llamo a este continente de mis afectos. Organismos y temas multilaterales: ONU, G7 y G20. iglesia católica y otras iglesias, medio ambiente y la migración. Dramas puntuales: el asesinato de Jamal Khashogi y la fatwa contra Salman Rushdie. Etcétera.

Hoy, al igual que en mi artículo anterior, aparecido el 21 de agosto, escribo sobre la relación de América Latina con la Unión Europea, a la luz de algunas noticias y comentarios recientes sobre el tema, lo que me impone, por una parte, hacer nuevamente énfasis en que esta Europa comunitaria es un proyecto visionario, constituido por “Estados y estructuras de gobierno sólidos, economías organizadas… y organización social, valores morales y culturales comunes…”

También considero pertinente transcribir de nuevo este comentario de Adam Michnik, el famoso periodista polaco, que fue apoyo clave del sindicato Solidarnosc y hoy es crítico feroz del gobierno eurófobo de Polonia: dijo a su compatriota, también periodista Maya Szymanowska, esto sobre Europa y la riqueza, solidez y universalidad de sus aportaciones: “el derecho romano, la democracia ateniense, la misericordia judeocristiana, la Ilustración, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano… Esa es la fuerza de Europa” -añadió.

Yo, por mi parte, quiero recordar que México y los países latinoamericanos, cada uno con sus propias riquezas culturales, sociales y otras especificidades, somos Occidente, el Extremo Occidente, dice Alain Rouquié, destacado politólogo francés, vinculado a los institutos de altos estudios franceses sobre América Latina y embajador en México, Brasil y otros países.

Como tal, si México, está anclado por la geografía -la geopolítica- a Estados Unidos en muchos aspectos: economía y comercio, migrantes y sus remesas, pero también influyendo de manera significativa en la cultura y sociedad estadounidense, ello no excluye su anclaje, tanto a nuestros hermanos latinoamericanos y del Caribe como a Europa, a Occidente, del que formamos parte.

Y me curo en salud: mis comentarios no quieren decir que México renuncie a concertar pactos, comerciales o de otra índole con países y espacios geopolíticos distintos: por ejemplo, China y el sudeste asiático, para mencionar un país y una región prioritarios.

 

Europa, los “malvados” que la amenazan y su desinterés en AL

A primera vista, sin embargo, la Unión Europea tendría prioridades que atender antes que sus relaciones con América Latina. Para empezar, hacer frente a los “malvados” que amenazan su existencia desde el exterior: Rusia, cuya cabeza Vladimir Putin, heredero de la KGB, quien a tono con la prédica de Aleksandr Duguin sobre Eurasia, la Rusia renacida, uno de los tres superestados en el mundo, se autoproclama el defensor de los valores cristianos, conservadores del mundo occidental”, que Occidente habría abandonado. Aborrece a Estados Unidos y a la Unión Europea, que menosprecia. Hoy, además, ante la muerte de Gorbachov, marca sus distancias con el creador de la Perestroika.

Hoy Europa ya no debe cuidarse de Estados Unidos, como en la época de Trump, quien también aborrecía a Bruselas y ojalá no vuelva. Sin embargo, sus relaciones, siempre tempestuosas con el Reino Unido sufrieron recientemente turbulencias y malentendidos: hace unos días apenas, Liz Truss, la mujer que previsiblemente sucederá, como primera ministra a Boris Johnson. tuvo expresiones impropias, por decir lo menos, sobre el presidente francés Emmanuel Macron.

También Bruselas tiene que cuidarse de sus “caballos de Troya”, que menciono de nuevo: Polonia de Jaroslaw Kaszynski y Hungría de Viktor Orban, así como políticos de oposición como el italiano Matteo Salvini y la francesa Marine Le Pen.

Hoy añado a Giorgia Meloni, “mujer, madre, cristiana”, del ultraderechista Fratelli d’Italia, la que posiblemente se haga del gobierno de la Península, en contubernio con Salvini y con Forza Italia, la derecha “moderada” de Silvio Berlusconi. Una verdadera mezcolanza. (Por cierto, Vox, el partido español de ultraderecha es socio en Europa, de Fratell d’Italiai).

La Unión Europea, enfrentada al reto de Putin con la guerra de Ucrania, así como a Estados del club de Bruselas, desafectos -los que he mencionado y otros, estos últimos díscolos, pero no “anarquistas”- discute reformas clave, como la supresión de la regla de la unanimidad para admitir nuevos Estados miembros y otras, explicitadas en un discurso del canciller (jefe de Gobierno) alemán Olaf Scholz. Quien se refirió a la ampliación de la Unión con la adhesión de Ucrania, Moldavia, Georgia y los seis países de los Balcanes Occidentales… “a largo plazo”. Pero el importante discurso de Scholz nada dijo de las relaciones con América Latina y el Caribe. Ni de otras regiones.

 

¿AL como región, tiene interés en un vínculo con la UE?

América Latina, como bien se sabe por los inacabables comentarios e informaciones en los medios es hoy, políticamente, escenario de una “marea rosa”, como se denomina a los regímenes de izquierda, ¿de talante socialdemócrata la mayoría? que han llegado al gobierno en un buen número de países, los más importantes entre ellos.

Sin perjuicio de la existencia de regímenes de otra filiación, como el del presidente Guillermo Lasso de Ecuador, un político apreciable, el costarricense Rodrigo Chaves, demagogo aún gozando del “bono de confianza” del pueblo al recién llegado al gobierno, Nayib Bukele el presidente dictadorzuelo, impresentable, de El Salvador y el igualmente impresentable guatemalteco Alejandro Giammattei.

En síntesis, el eventual diálogo – ¿alianza? – de América Latina con la Unión Europea tendrá que ser conducido por gobiernos latinoamericanos de izquierda. De países importantes y con líderes de peso, que hoy, sin embargo, se encuentran en situaciones complejas.

De sur a norte, Argentina, haciendo abstracción de sus casi permanentes turbulencias económicas, es hoy escenario de violencias de grupos que apoyan a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, acusada de corrupción, desafiando al jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. Lo que da visibilidad y protagonismo a la vicepresidenta peronista como posible candidata a la elección presidencial de octubre de 2023. Con el presidente de la Nación, Alberto Fernández, en situación de debilidad.

Chile cuenta con un flamante presidente, joven, Gabriel Boric y un gabinete de jóvenes, con mujeres protagónicas, que al final de su campaña y al asumir la presidencia mostró destreza política y equilibrio. Pero que hoy se enfrenta al desafío de lograr que la ciudadanía apruebe, este 4 de septiembre por referéndum, la constitución que reemplace a la de Pinochet, reformada. Pero la nueva constitución incluye disposiciones polémicas, como la que define a Chile como Estado plurinacional y la que consagra una justicia indígena como institución paralela, entre otras.

Por eso varios analistas dicen que el único consenso existente sobre el tema es el de que la constitución actual debe sustituirse. Como lo más probable es que la ciudadanía rechace el nuevo texto, Boric tendrá que pagar factura política por ello, pero opino que su gobierno no saldrá debilitado y mantendrá su favorable imagen internacional.

Respecto a Brasil, Lula es un político ampliamente conocido y espera obtener el triunfo en las elecciones del 2 de octubre, “para la supervivencia de la democracia”, se dice con toda razón ante la amenaza que se cierne si Bolsonaro es reelecto. De triunfar Lula, su país y él serán clave en un eventual diálogo y acuerdos con Bruselas.

Otro país importante en el continente es Colombia y su presidente, Gustavo Petro un político profesional, con amplias credenciales para figurar en un diálogo con Europa. Este nuevo mandatario, el primero de izquierda en su país, ya echó a andar iniciativas inteligentes -aunque algunas riesgosas. Se ha hecho acompañar, como vicepresidenta de una activista social afrodescendiente, tiene abiertas las puertas del diálogo con opositores, empezando por uno implacable, de larga y tortuosa historia: Álvaro Uribe.

Petro está reactivando el diálogo de paz con los restos de la guerrilla y también con violentos de derecha, y busca fórmulas para controlar, en diálogo con otros gobiernos involucrados, la producción y tráfico de las drogas, en “un nuevo paradigma”. Por último, restableció las relaciones diplomáticas con Venezuela, en una operación diplomática cuidadosa y en un momento que se antoja propicio para el diálogo de Maduro y la oposición.

Debo referirme, por último, a México, la potencia latinoamericana con un gobierno declarado de izquierda. Para ser miembro importante de este club de gobiernos latinoamericanos de izquierda prestos a dialogar y concertar acuerdos políticos -de eso se trata en primera instancia- con la Unión Europea, se requiere el contacto frecuente, a menudo el desplazamiento, del jefe del Estado con sus pares de América Latina y europeos, un canciller con experiencia diplomática, que lo tiene el país y diplomáticos expertos en la capital -que no aparecen- y en embajadas clave: España, Francia, Alemania y, aunque se haya salido de la Unión, Reino Unido -huelgan comentarios sobre lo que sucede en estas embajadas.

 

Encuentro o reencuentro de Europa y AL, ¿irrelevante o imperativo?

Sin ir demasiado atrás en el siglo XX, quiero referirme, en primer término, a las Cumbres Iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno iniciadas en 1991 por impulso de España y México, con la que tuvo lugar Guadalajara (México) y daba oportunidad de un contacto personal de líderes de una y la otra orilla del Atlántico.

No exentos de anécdotas estos encuentros, como la del brevísimo enfrentamiento del rey Juan Carlos con el presidente Hugo Chávez, durante la Cumbre celebrada en Santiago de Chile, en noviembre de 2007: ante las continuas y ofensivas interrupciones del venezolano al presidente del gobierno español, José Luis Zapatero, el monarca increpó a Chávez con un “¿por qué no te callas?” Incidente que el rey y Chávez convirtieron en broma durante la visita oficial del venezolano a España al año siguiente.

Las Cumbres no lograron, sin embargo, producir un diálogo duradero y fructífero, por dos motivos, entre otros: algunos latinoamericanos usaron el foro para ventilar controversias, en lugar de aprovecharlo para avanzar en proyectos de cooperación. Aunque se dieron algunos. El otro motivo fue la reticencia de Brasil -no de Portugal- ante un foro fundamentalmente en idioma español y piloteado por España.

Paralelamente a estos esfuerzos, tuvieron lugar los acuerdos de libre comercio -y de diálogo político- de la Unión Europea con México y con Chile, así como el concertado con el Mercosur. Todos, principalmente el del Mercosur, en el limbo. Aunque el acuerdo con México está negociado, lo que sucede significa que el diálogo latinoamericano y europeo es apremiante.

Felizmente la Unión Europea tiene como jefe de su diplomacia, al español Joseph Borrell, conocedor y vinculado afectivamente a nuestro Extremo Occidente y España presidirá la Unión Europea en el segundo semestre de 2023, con el interés y compromiso del presidente Pedro Sánchez de Gobierno español, de fortalecer las relaciones de la Unión Europea y América Latina, las dos orillas del Atlántico.