Según la conseja, para bien o para mal, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Puede ser. El análisis de lo sucedido en los últimos años en Estados Unidos de América, en el Reino Unido de la Gran Bretaña, en México, por solo citar algunos ejemplos, así lo demuestran. Cada caso es diferente, pero algunos verdaderamente son paradigmáticos, como sin duda lo es la República Italiana, fundada el 2 de junio de 1946. De entonces a la fecha, los italianos han conocido 67 gobiernos, y a la puerta está el sexagésimo octavo que seguramente encabezará Giorgia Meloni, que el pasado domingo 25 de septiembre triunfó en las elecciones al frente del partido Fratelli d´Italia (Hermanos de Italia). Confirmada la victoria de Meloni, de 45 años de edad, el presidente de Italia, Sergio Matarella (81 años), le daría el encargo de formar gobierno, lo que la convertiría en la primera mujer en lograrlo en la historia de Italia. Por lo tanto, sería además, la primera premier de extrema derecha del país europeo en forma de bota, desde el fin de la II Guerra Mundial.

El recuento de los votos confirmó la clara ventaja de Meloni, con más del 26 por ciento de los votos. Su partido, el más joven en Italia, multiplicó por seis los resultados obtenidos en los comicios de 2018, al pasar del 4 por ciento al 26 por ciento: 118 diputados. En las elecciones dominicales se decidió la composición de la Camera dei Deputati (Cámara de Diputados), 400 escaños, y el Senato (Senado), 200 curules. Con la coalición de las derechas, la Liga (opuesto a la inmigración), del prorruso, Matteo Salvini, y Forza Italia, del tristemente célebre cuatro veces primer ministro, el casi nonagenario Silvio Berlusconi Bossi, la derecha suma 43 por ciento de los votos, que según información de la RAÍ (siglas de la Radiotelevisione italiana), esto les permitirá alcanzar la mayoría absoluta en las dos cámaras del Congreso, o sea los dos tercios del voto parlamentario lo que le permitiría cambiar las Constitución sin mayores problemas.

El meteórico ascenso de Giorgia Meloni en la tercera mayor economía de la Unión Europea (UE), tiene lugar en un momento crucial en el que buena parte del viejo continente sufre serias dificultades, sobre todo por el elevado precio de la energía (petróleo y gas), a consecuencias de la invasión rusa en Ucrania, y de la decisión de Occidente de mantener un frente unido (por medio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte: OTAN) ante la agresión dispuesta por el presidente ruso, Vladimir Putin.

La noticia causó un terremoto político en la tierra de los sismos naturales, con réplicas de todo tipo en la “vieja Europa”, para regocijo de los movimientos de ultraderecha y su cruzada contra los valores liberales, al igual que para el inescrutable mandatario ruso, que calcula haber ganado un valioso  aliado que rompa la unidad de la propia UE contra la guerra en Ucrania y contra la cruzada antiliberal del Kremlin. En las actuales circunstancias podrían pasar semanas antes de que Italia forme y juramente a un nuevo gobierno de coalición. Por otra parte, no puede pasar inadvertido que más de una tercera parte de los casi 51 millones de votantes no acudió a las urnas. La participación fue de 64 pro ciento, según informó el Ministerio del Interior.

La cómoda victoria de Meloni cambia el equilibrio de fuerzas en la coalición conservadora y conduce al paìs que inventó el fascismo —Benito Amilcare Andrea Mussolini (Predappio, 29 de julio de 1883-Giuliani, Azzano, 28 de abril de 1945) fundador de la ideología fascista, llegó al poder en 1922, hace justo un siglo— a romper dos tabúes de un golpe: elegir a la primera donna (mujer, dama), a la jefatura del gobierno y subir hasta lo más alto del hemiciclo a un partido heredero del posfascista Movimiento Social Italiano (MSI). Al mismo tiempo, en los comicios del domingo 25 de septiembre, se eligió un nuevo Parlamento (el XIX) que por primera vez vio reducido a la mitad el número de escaños, 400 diputados y 200 senadores, debido a una reforma impulsada por el Movimiento 5 Estrellas (M5E) en esta Legislatura que pretendía recortar los gastos de la “casta”, pero podría beneficiar al bloque conservador si logra la mayoría  absoluta —como parece que consiguió— en ambas Cámaras.

La reacción de la prensa italiana no se hizo esperar. Massimo Giannini, director del diario La Stampa (La imprenta, periódico de Turín, que data de 1847), se lamentó por el hecho: “Estas son elecciones históricas: por primera vez, un partido postfascista gobernará Italia”.

La campaña electoral estuvo monopolizada por la invasión rusa a Ucrania  y la crisis energética que se avecina para Europa. Cada bloque planteó propuestas opuestas y ni siquiera dentro de cada una de las coaliciones existe una postura común. Frente a la derecha, el bloque de centro  izquierda, liderado por el Partido Democrático (CD), del ex primer ministro Enrico Letta, recibiría entre el 17-21 por ciento de los votos. Sus socios en la coalición progresista tampoco salieron mejor parados, especialmente el dirigente del M5E, Luigi DiMaio, que se estrenaba en estos comicios con su propia lista después de abandonar el partido no en buenos términos.

Y, la sorpresa la dio el M5E, el único partido italiano que ha formado parte de los tres gobiernos —con distintas mayorías— que se han sucedido durante la pasada legislatura, que habría conseguido un resultado mejor de lo esperado con el 13,5 por ciento de los votos. Por su parte, los autollamados herederos políticos de Mario Draghi  (el todavía primer ministro que después de 18 meses al frente de un gobierno de unidad compuesto por una coalición de varias formaciones de derecha, izquierda y dentro, está por despedirse del Palazzo Chigi, la residencia del presidente del Consejo de Ministros en Roma), reunidos en el Tercer Polo, un experimento centrista y liberal impulsado por el ex primer ministro socialdemócrata Matteo Renzi y Carlo Calenda, ex ministro del Partido Demócrata, habrían obtenido  el 6,5 por ciento.

Ahora, le toca al presidente Sergio Matarella desempeñar el papel más decisivo de estos comicios. Una vez que sea oficial el reparto de escaños, el Parlamento realizará el jueves 13 de octubre  la primera sesión para elegir a los presidentes de la Cámara de los Diputados y del Senado. Una elección que en el caso de lols senadores puede prolongarse hasta tres días, mientras que en la Cámara Baja podría tomarse el tiempo necesario hasta que las distintas fuerzas logren ponerse de acuerdo por mayoría absoluta para elegir presidente.

Como si se tratara del argumento de una ópera clásica, Mario Draghi fue el personaje de un drama de lucha por el poder que cuarteó el cemento de su coalición al grado que motivó su renuncia —que en principio Matarella no aceptó— hace tres meses. Este fue el motivo para adelantar las elecciones es generales que estaban previstas para la próxima primavera. Así las cosas, los socialdemócratas convirtieron los comicios en una suerte de plebiscito entre europeístas y euroescépticos, demócratas y fascistas. Y perdieron la apuesta.

Como se sabe, Italia es una democracia parlamentaria bicameral  que combina los métodos de mayoría simple y proporcional. Un tercio de los escaños se asignan por el primer modelo y dos tercios por el segundo. Por otra parte, en la enrevesada política italiana —los estudiantes del clásico Derecho Romano bien lo recuerdan, el grueso tomo impreso en España de pasta dura, nunca se me olvidará—, no hay nada seguro hasta que el Presidente de la República, el respetable jurista Sergio Matarella, de 81 años de edad, decida dar un encargo para formar Gobierno  a uno de los candidatos y éste reciba la confianza de ambas Cámaras del Parlamento. Y mucho se tendrían que descomponer las cosas en los próximos días para que la derechista Giorgia Meloni, no termine brindando por su triunfo en el Palacio Chigi.

La realidad impone que Meloni, la dirigente de los Fratelli d´Italia, que en su juventud describía al dictador fascista Benito Mussolini como “un buen político” ahora es la principal exponente del descontento social que ha relegado a un segundo plano a los bloques que tradicionalmente habían dominado la política italiana. Georgia, es ejemplo de las modernas políticas del país que fue la cuna del Imperio Romano, que ha ganado nuevos adeptos para su causa tras matizar parcialmente algunas ideas de su discurso derechista, aunque continúa siendo crítica con la Unión Europea (que recela de ella), pero que ya no plantea la salida del euro y que se mantiene firme en sus mensajes en contra de la inmigración y en favor de la familia tradicional.

Respecto a la materia fiscal, Giorgia Meloni plantea reducir impuestos, dentro de un debate más amplio en el que la derecha estudia imponer un tipo único para todos los niveles de renta. La revelación política italiana desde hace años —empezó en política desde los 19–, defiende la idea de una “Europa confederal”, que “respete la soberanía de los Estados miembros” y les permita decidir sobre la política que afecta directamente a sus ciudadanos.

Sea como sea, la victoria de una política antieuropeísta y nacionalista origina muchas dudas en Europa y cambia el rostro de Italia, ya que pondría en cuestión su postura frente a la Unión Europea, pues aboga por una revisión de sus tratados y hasta por su sustitución por una Confederación de Estados soberanos. Durante la campaña, Meloni utilizo su acostumbrado lenguaje directo, aunque mesurado, y advirtió: “En Europa todos están preocupados por Meloni en el gobierno. Se acabó la fiesta, Italia comenzará a defender sus propios intereses nacionales”. Además, la dirigente derechista que asegura defender “una derecha pura y dura”, se identifica con el lema “Dios, Patria y Familia”, y promete luchar contra los grupos de presión gay y “las teorías de género”.

De tal suerte, la revelación política italiana se convierte en la figura clave para un eje radical de derechas en el Viejo Continente qué pasa por Suecia, Polonia y Hungría. Al respecto, un portavoz del primer ministro de Hungría, Víktor Orban, declaró: “Necesitamos amigos más que nunca que compartan una visión y un enfoque comunes en Europa”. Mateusz Morawiecki, premier polaco, por su parte, la felicitó en corto: “¡Enhorabuena, Meloni!”. Más efusivo fue el español Santiago Abascal, del ultraderechista Vox: “Georgia Meloni ha mostrado el camino para una Europa orgullosa, libre y del naciones soberanas, capaces de cooperar para la seguridad y la prosperidad de todos”.

Aunque de forma sesgada, la Iglesia católica no permaneció callada frente a las elecciones dominicales. EL Papa Francisco, en la clausura de un congreso eclesiástico, envió un mensaje que hizo referencia a los temas claves de la campaña política, como la migración. Asimismo, la Conferencia Episcopal Italiana instó a la ciudadanía a votar. Y, al terminar la misa que ofició en Matera, región de Basilicata, el Papa que llegó a Roma “del fin del mundo”, pidió a los italianos que procrearan más hijos. “Me gustaría pedirle a Italia, más nacimientos, más niños”. Resulta que el país tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo y Francisco ha lamentado a menudo ese “invierno demográfico”. En fin, el cura argentino Jorge Mario Bergoglio Sivori, nombre original de Francisco, también se pronunció porque los migrantes vivan en paz y dignidad, así como con “un futuro más inclusivo y fraternal. Deben ser acogidos, acompañados, apoyados e integrados”. Solo faltó que de paso recordara el nombre de la probable próxima primera ministra italiana, Georgia Meloni.

En fin, el gobierno que surja de las elecciones italianas, que debería tomar posesión a fines de mes (octubre), enfrentará un panorama nada halagüeño, lleno de veredas y campos embarrados de escollos y con muy pocos márgenes de maniobra. Deberá gestionar la crisis provocada por una inflación nada fácil de controlar, mientras Italia está de rodillas por una deuda que representa 150 por ciento del PIB, la más alta de la zona euro solo detrás de Grecia.

A su vez, la Comisión Europea, en boca de su portavoz, Eric Mamer, manifestó que Bruselas nunca comenta los resultados de los comicios en un país de la UE y aseguró que sería “muy presuntuoso” por su parte “tratar de analizar” las razones que “llevaron a  los italianos a votar como lo han hecho, y negó que las elecciones se muerdan leer como un “juicio” a las políticas europeas. “Ver en estas votaciones una especie de juicio sobre Europa me parece, en cualquier caso, una simplificación extrema”, finalizó.

Mucho más que suerte y apoyo necesitará el próximo mandatario italiano, mujer u hombre. VALE.