De nuevo escenarios turbulentos

De nuevo encuentro el escenario internacional con tantas turbulencias que me resulta difícil elegir tema de mi artículo: La guerra en Ucrania, con Putin humillado militarmente, decretando una leva de 300 mil reservistas para ir al frente, que ha producido indignación en Rusia y echando a andar la farsa de plebiscitos para anexarse los territorios ucranianos de Lugansk, Donetsk y Zaporiyia, que los convertirá en territorio ruso. Amenazando, en fin, el autócrata, con usar armas nucleares.

Estados Unidos, emblemático como democracia moderna y cuya constitución y sistema de gobierno ha inspirado a muchos países -entre ellos México- es también hoy escenario de turbulencias contra su democracia y estabilidad política, lo que, al tratarse de la potencia mundial por excelencia, llega a afectar al mundo: esta potencia americana padece personajes como Trump -y el texano Abbot y muchos más- al partido Republicano, sometiéndose al expresidente; y a millones de estadounidenses, seguidores de teorías de conspiración -la delirante QAnon, “potencial amenaza terrorista nacional” según el FBI- que invitan al golpe de Estado.

Es entretenido -y también dramático- el artículo “¿Qué tan reaccionario es MAGA (Make America Great Again, divisa de Trump)? Prueba en el siglo I antes de Cristo”, de Dana Milbank. en el Washington Post del 7 de septiembre, que hace ver a Trump como el César omnipotente de este siglo.

Otro escenario turbulento tiene lugar en Irán, a raíz del asesinato de la joven Mahsa Amini de 22 años, a manos de la policía religiosa islámica por no usar el velo -el hiyab-, lo que provocó una ola de manifestaciones de protesta en el país y en otros. Las protestas que se han cobrado más víctimas -decenas de muertos y heridos- muestran el lado oscuro del régimen de los ayatolás, manteniendo reglas religiosas estrictas hasta el absurdo y que en el caso de la vestimenta se aplican sobre todo a las mujeres, rigurosamente vigiladas por una policía religiosa brutal y misógina. Lo que está sucediendo es uno más de los movimientos de protesta contra un régimen anquilosado, en un país que, además, sufre las brutales sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y otros países, cuando Trump abjuró en 2018 del acuerdo nuclear de Teherán y los Estados miembros del Consejo de Seguridad más Alemania.

Italia: ¿la ultraderecha al poder?

Entre las noticias de impacto y escenarios turbulentos, como los que mencioné, lo que más me ha interesado son las elecciones legislativas en Italia, en las que ha vencido una coalición de derechas que incluye a la ultraderecha. Escenario turbulento, que provoca euforia en unos y temores en otros y, ¡al fin Italia! tiene personajes y episodios que parecen de ópera: Il Cavaliere Silvio Berlusconi, Il Capitano Matteo Salvini y Giorgia Meloni, la heroína de la tragicomedia. A los que se añade Mario Draghi, el Lord Protector de Meloni y Sergio Mattarella, presidente de la República Italiana que, llegado el caso, pondría un valladar al extremismo de un gobierno.

Importa destacar, en primer término, que una coalición de partidos presumiblemente euroescépticos y quizá hasta eurófobos, gana las elecciones en un país fundador de la Comunidad Europea, rompiendo, además, el “cordón sanitario” que se había impuesto Europa a fin de evitar la contaminación ultraderechista en gobiernos y parlamentos nacionales y en las instancias comunitarias. Roto el “cordón sanitario”, las puertas se han abierto para ultras como la francesa Marine Le Pen.

En la coalición de derechas triunfante con el 46 por ciento de los votos, corresponde un 26 por ciento a Hermanos de Italia –Fratelli d’Italia- de Giorgia Meloni, la que, sin embargo, requerirá del apoyo de Forza Italia de Berlusconi para gobernar. Mientras el otro socio visible, Salvini, jefe de la Liga, es el gran perdedor a la hora de contar los votos: ya no será Il Capitano, sino “comparsa del futuro gobierno”.

La historia política de Giorgia Meloni, nacida en Roma en 1977, tendría que entusiasmar a los dirigentes de extrema derecha de otros países y al italiano de a pie que comulga con tales ideas: militante, a los 15 años de la sección juvenil del partido neofascista MSI, a los 19 años, en 1996, declaraba su admiración por Benito Mussolini: “Para mí fue un buen político. Todo lo que hizo, lo hizo por Italia, no ha habido otros políticos como él en los últimos 50 años”. Y ya en 2019, en un discurso en un mitin en Roma, declaró: “Soy Giorgia. Soy una mujer, Soy madre, soy italiana, soy cristiana”.

Pero si tales ideas, haber formado y encabezar un partido que destila fascismo y su asociación con un ultra impresentable como Matteo Salvini, con cuentas ante la justicia por cargos de secuestro cuando en 2019 bloqueó el desembarco de más de 100 migrantes a bordo de un barco de la ONG Open Arms, lo que los mantuvo varios días en ultramar -no necesariamente su vinculación a Berlusconi, un cínico y una veleta- hacen pensar que el gobierno de Meloni será de ultraderecha y conducirá a Italia a la anti Europa, no hay consenso al respecto entre los analistas.

Hay quienes sostienen que el “cerco sanitario” a la extrema derecha se ha roto antes de Italia en Suecia, donde los Demócratas de Suecia, un partido de origen neonazi ha alcanzado el 20 por ciento del voto y es hoy el segundo en importancia en el país. Sin contar con la crisis de partidos tradicionales en otros países, por ejemplo, en Francia donde solo Macron sobrevive. Al lado de la eterna ultraderechista Marine Le Pen, que logró el 41 por ciento de votos frente al mencionado Macron en las presidenciales de abril pasado.

Sin embargo, otros analistas que hacen énfasis en la creciente moderación de los planteamientos euroescépticos de la mujer que seguramente encabezará el gobierno italiano, hacen notar el pragmatismo de esta, desechando gran parte de su radicalismo de antaño, destacan el “padrinazgo” de Mario Draghi, que seguramente orientará a Meloni en su gobierno, los pesos y contrapesos de la Constitución y el sistema constitucional italiano, y su “celoso guardián”, el presidente Matarella de la República.

Por otra parte, el llamado Acuerdo marco para un programa de Gobierno de la centroderecha, suscrito por las formaciones de la coalición: Fratelli d’Italia, Liga, Forza Italia y también Nosotros, da pistas de lo que se propone hacer este nuevo gobierno, por más que los enemigos de Meloni afirmen que se trata de un mero maquillaje. Me concreto en primer término, al tema de política internacional que habla del apoyo a la OTAN y a Ucrania frente a Rusia, respaldando iniciativas diplomáticas para solucionar el conflicto, aunque no habla de las sanciones a Rusia. También manifiesta su “plena adhesión al proceso de integración europea” una declaración clave si se tiene presente que Meloni y Salvini han sido euroescépticos furibundos.

Tema clave es también el de la inmigración, respecto del cual la coalición promete luchar “contra la inmigración irregular”, el “bloqueo de desembarcos” y mantener en territorios no europeos a los solicitantes de asilo mientras se resuelven sus peticiones: Giorgia Meloni ha explorado incluso un posible acuerdo con Marruecos, Túnez y Libia, en cuyos territorios permanecerían dichos solicitantes. Sin éxito hasta ahora, salvo que -diría confidencialmente la italiana- se ofrezca a esos países montos tan millonarios como los que se han dado a Turquía también para ser asiento de solicitantes cuyo asilo aún no se resuelve.

Hay otros elementos, de vital importancia, que harían imposible que el nuevo gobierno italiano, euroescéptico, abandonara la Unión Europea: el que Italia haya recibido casi 200 mil millones de euros para su plan de recuperación, su integración a la economía europea, y el que sea, después de Alemania el más importante distrito industrial de Europa.

El próximo gobierno de Italia, dicen quienes no se asustan por el triunfo de esta coalición de derecha -y de ultraderecha euroescéptica- no será Hungría ni Polonia y tampoco el Caballo de Troya de Rusia en la guerra contra Ucrania o un gobierno antiamericano.

Ciertamente en el próximo gobierno de Italia su primera ministra no habla más de que “esta Unión Europea ha fracasado. No es posible reformarla desde dentro porque está podrida hasta en los cimientos…” sino de “relanzar el sistema de integración europea por una Europa de las Patrias”. Habrá también de sostener la primacía de las Constituciones nacionales sobre la Constitución de la Unión Europea; pero no estará sola, pues tal es la tesis de otros Estados centroeuropeos, que yo no comparto.

Hay que añadir a este comentario, no exhaustivo, sobre las elecciones legislativas italianas, recién celebradas, que la coalición triunfante recibió ya la “bendición” del Partido Popular Europeo (PPE) del Parlamento de la Unión Europea. Asimismo, como lo mencioné, Giorgia Meloni, la futura primera ministra, primera mujer que ocupe tan importante cargo, requerirá para gobernar estar en sintonía con Silvio Berlusconi, este viejo de 86 años y cínico político, amigo de Putin, que no permitirá extremismos en el gobierno. A fin de cuentas, Il Cavaliere terminará siendo una protección para Giorgia.