Al parecer, el PRI, como organización política, tiene sus días contados. Las razones por los que pudiera desaparecer son muchas y las causas por las que pudiera sobrevivir pocas o nulas. Me inclino por esta opción. Enumero algunas, las internas: falta de liderazgo, cooptación de sus miembros más notables por parte de AMLO, falta de ideología y descrédito generalizado ante el electorado; frente a la evidente debacle en que se encuentra, no tener nada que ofrecer a la ciudadanía. Lo hunde la carencia de compromiso de sus miembros con su organización; éstos están dispuestos a abandonarla al primer guiño o coqueteo que les hace AMLO.

Las externas: la pérdida del control sobre las grandes centrales de obreros, de las organizaciones agrarias y de los sectores populares, en los que descansaba su poder; salieron de su control. AMLO y Morena arrebataron al PRI las banderas sociales que le daba sustento y por los que los líderes de ellos estaban unidos al partido. Como consecuencia de haber dejado ser el partido oficial, perdieron el poder para influir, mandar, atemorizar y castigar los actos de rebeldía o insumisión.

En sus momentos de gloria a los priistas no se les ocurrió usar el presupuesto para pagar pensiones a los ancianos o becas para los jóvenes. Prefirieron enriquecerse con cargo al erario público.  Aunque se habló de la renovación moral de la sociedad, nunca hicieron suyo el lema de combatir la corrupción para conservar el poder. No se percataron de que era suficiente con que lo dijeran, aunque no lo practicaran. AMLO descubrió esa veta, lo dijo, le sacó provecho, a pesar de que, en su administración, comprendiendo los gobiernos locales, todo sigue igual en ese rubro: corrupción, derroche y nula rendición de cuentas.

De las razones que existen para que el PRI desaparezca, en estas notas abundo sobre un tema específico: la falta de liderazgo real, con lo que ello implica: compromiso con la organización, trabajo en todos los niveles, sobre todo en las bases, la imposibilidad de actualizar la ideología partidista y, la principal: es difícil que encuentren alguien con experiencia que no tenga cola que le pisen.

Ciertamente existe un liderazgo formal: el que tiene como titular al tal “Alito” Moreno. No cuenta. Él, con tal de no pisar la cárcel, es capaz de entregar a Morena los restos de la organización que preside. Pretenderá conservar la presidencia con el fin de reelegirse como diputado o de ser senador; busca seguir gozando de inmunidad, eludir la acción de la justicia en espera de que los vientos de la política cambien a su favor. Se habla de removerlo; insistentemente se le pide que renuncie. No lo hará. La presidencia del partido lo pone en posición de negociar y de ofrecer la sumisión de la organización que preside a la causa de Morena. Promete ser un satélite confiable, tanto como lo son el Verde Ecologista o del Trabajo.

Cuando hablo de falta de liderazgo interno, aludo al que tiene relación con la dirigencia del PRI, no aludo a la carencia de candidato propio a la presidencia de la República para a elección del 2024.

El triunfo arrollador de AMLO y Morena en 2018 los espantó; la derrota que tuvieron en 2021 los aterrorizó; no han podido controlar la diarrea que el susto les provocó ni tenido tiempo o inteligencia para digerir su derrota y reponerse de susto que llevaron por haber sido desplazados del poder, precisamente cuando más embarrados estaban de la suciedad de la corrupción. Piensan, con temor y terror, en los procesos electorales a realizar en el 2023. Saben que será el fin; que será el momento de rendir cuentas de lo hicieron y de lo que no. Les llegará la hora del “llorar y crujir de dientes”, en la que “una oreja se van a jalar y la otra no la van a alcanzar”.

A pesar de hallarse in artículo mortis, de no tener mayor cosa que ofrecer, en el Estado de México, que ha sido un reducto natural priista, aún se atreven a intentar poner candidata y condiciones a sus socios: el PAN, PRD y MC. Estos pudieran aceptar una imposición en esa entidad a condición de que no pretendan imponer también un candidato en otra parte: en la presidencia de la República. Mucho menos estaría en condición de hacerlo para el caso de que su candidata no levante y pierda la elección.

Pudiera pensarse que, de momento los priistas se conformarían con que sus aliados les permitan nombrar a quien los encabece para la próxima elección de ese estado; una vez que logren esa candidatura, también tratarán de imponer al candidato a gobernador en Coahuila.

Vista su proverbial ambición, ya entrados en gastos, para la elección de 2024, también tratarán de imponer candidato a la presidencia de la República y al gobierno de la Ciudad de México. Nada pierden con pedir. Será la ambición la que los hunda y, de paso, a sus socios.

Enrique de la Madrid Cordero, cómodamente sentado, está esperando que los priistas le rueguen aceptar ser el candidato que propongan a sus aliados. No se siente obligado a trabajar para salvar la organización política a la que perteneció su padre: Miguel de la Madrid Hurtado; éste, según lo recordamos muchos, fue el que se escondió cuando el terremoto de 1985 y es el mismo que nos llevó a uno de los desastres económicos más graves y duraderos que ha sufrido México.

Respecto del candidato que represente a la oposición, adelanto una idea: un factor determinante en toda negociación es y será Dante Delgado. Él, por su experiencia, se come vivo a cualquiera; por su influencia, terminará por imponer candidatos; entre ellos determinará el que presente la coalición a la presidencia de la República; y, por su ascendiente, será la voz que más se atienda. El PRI cuentan con elementos experimentados tanto como lo es Dante, pero están espantados o, en el mejor de los casos, haciéndose los invisibles para que no los vea Alejandro Gertz Manero.

Dante ha demostrado que tiene proyecto, sabe de política y cuenta con elementos para levantar un partido y hacer que triunfe en posiciones importantes. Se ha convertido en el factor aglutinador de la oposición. En una de esas, así de discreto como es, y se cuela como candidato de ella a la presidencia de la República.