Nancy Pelosi es, sin duda, la política con mayor influencia y peso específico en los Estados Unidos, su liderazgo al frente de la cámara de Representantes y dentro de su partido político es incuestionable y sus detractores lo saben.

Electa como presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos a principios de 2019, Pelosi es la  figura política más poderosa sólo precedida por el presidente Biden.

Nancy Pelosi es una veterana política curtida en mil guerras por el poder, reapareció cuando la nueva legislatura del Congreso estadounidense se estrenaba con el control demócrata de la Cámara de Representantes y lo hizo pese a haber sido descartada en varias ocasiones y ostentar altos porcentajes de desaprobación entre las filas demócratas, sin embargo, dio nuevamente una cátedra del hacer político.

La líder camaral creció en una familia de raíces italianas y de larga tradición política, Pelosi hizo historia en el año 2007 al convertirse en la primera presidenta de la cámara, aunque por poco tiempo. A sus 78 años, volvió a coger el timón de una oposición aún sumida en una crisis existencial y con la responsabilidad de activar nuevas leyes a través de la Cámara Baja y dirigir una serie de investigaciones contra Donald Trump. Fue ella quien dio el paso definitivo y llevó la batuta en el juicio político contra el presidente estadounidense activando la investigación para un histórico proceso de ‘impeachment’.

Al paso de los años ha sabido sortear infinidad de tormentas políticas, la más reciente, por ejemplo, su visita a Taiwán, donde desafió al mismo presidente Biden y marcó la autonomía que ha logrado el poder legislativo tan cuestionado y maltratado por Donald Trump.

Y no pocos demócratas consideran a Pelosi la viva encarnación del ‘establishment’ del partido, un adalid de la vieja guardia que frena la regeneración ideológica y generacional de la formación. En pleno viraje hacia la izquierda se le define como una figura centrista que se opone, por ejemplo, a las propuestas de una sanidad pública universal.

Conocida por la férrea disciplina que impuso entre sus filas, en los últimos años no han surgido rivales serios para Pelosi que sobrevivió sin abrasarse al difícil proceso de apagar las llamas del volcán político que fue Donald Trump. Pero todo tiene un costo y el atentado de la semana pasado se lo recordó.

Altos mandos del Pentágono, especialistas de Seguridad Nacional y el mismo Servicio Secreto alertaron a la líder camaral del riesgo en el cual se encontraba.

El terreno político en los Estados Unidos parece estar en medio de un pantano, en donde cualquier paso en falso puede tener consecuencias irreparables. Los extremistas han avanzado y sus acciones van en una peligrosa escalada.

El 6 de enero de 2021, un grupo de estos fanáticos estuvieron muy cerca de descarrilar la locomotora de la democracia y por lo que hoy sabemos, varios de sus pilares, figuras centrales estuvieron en la mira de estos individuos en peligro de muerte.

A unos días de las elecciones intermedias volvieron a aparecer los fantasmas extremistas.

David DePape, el hombre que presuntamente atacó a Paul Pelosi compareció en un tribunal de San Francisco el martes pasado para la lectura de cargos en su contra, enfrentando una letanía de acusaciones estatales que incluyen; intento de asesinato y agresión con un arma mortal, señaló la fiscal de distrito de San Francisco, Brooke Jenkins, a estos cargos se suman todavía los federales como: agresión e intento de secuestro.

La juez Jenkins dijo… “obviamente ha sido fichado por estos cargos, presentaremos nuestra denuncia esperando que esté en la corte mañana y eso es todo lo que puedo decir” y agregó que los arrestos previos de DePape y los antecedentes penales se discutirán en la corte en próximos días.

Después de iniciado el juicio y tras las primeras declaraciones de DePape, el fantasma del fanatismo volvió a tomar forma y reapareció la política como motivo principal de su acción.

El fanatismo en toda su expresión quedó asentado en documentos judiciales emanados desde California donde DePape, dijo a la policía que planeaba retener a Nancy Pelosi como rehén llamándola “líder de la manada de mentiras” promovida por los demócratas.

Bien vale detenerse un minuto y recordar algunos de los varios momentos, discursos e incitaciones a la confronta, pero sin duda, el más claro fue el 6 de enero de 2021.

Después del ataque de la semana pasada, Paul Pelosi se sometió a una “cirugía exitosa para reparar una fractura de cráneo y lesiones graves en su brazo y manos derechos”… “Paul está logrando un progreso constante en lo que será un largo proceso de recuperación”, dijo la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en un comunicado este lunes por la noche; “Desde el horrible ataque contra Paul, el viernes por la mañana, nos han inundado miles de mensajes que transmiten preocupación, oraciones y cálidos deseos. Estamos muy agradecidos”, decía el comunicado.

El 8 de noviembre, día de las elecciones intermedias, está a la vuelta de la esquina y el fantasma político parece haberse concretizado y los costos los veremos en corto tiempo, ojalá y todo quede en el desafortunado ataque vivido por la familia Pelosi.

El presidente Joe Biden, calificó el ataque de “despreciable”. Al dirigirse a un mitin de campaña en Filadelfia, Biden dijo que la violencia política “no tenía lugar” en Estados Unidos y agregó que “ya es suficiente”.

Un agente policial cercano a la investigación señaló que el sospechoso gritó “¿Dónde está Nancy?” al entrar en la vivienda. Pero Nancy Pelosi estaba en Washington D.C. y no en la casa de San Francisco cuando ocurrió el incidente en la madrugada del viernes.

@lalocampos03