El término recién acuñado, alude a la confección de prendas de vestir que resultan atractivos para los jóvenes, tanto por el precio accesible como por el hecho de que así pueden lucir modernos, pero que esconde una serie de inconvenientes que van desde la contaminación hasta el hecho que provoca que los consumidores compren ropa de acuerdo al establecimiento de microtemporadas para lograr aumentar las ventas.

De acuerdo a una investigación de Claudia Hernández publicada en ¿Cómo ves?, revista de divulgación científica de la UNAM, “la industria de la moda rápida es responsable del 10 por ciento de las emisiones globales y de la producción del 20 por ciento de agua residual a nivel mundial. Al lavar la ropa sintética se desprenden micropartículas; es así que 30 por ciento de los desechos plásticos en el océano son microfibras textiles. A escala mundial la siembra de algodón ocupa solo 2.4  por ciento de la tierra cultivada pero consume 6 por ciento de los pesticidas y 16 por ciento de los insecticidas; actualmente menos del 1 por ciento es algodón orgánico. En 2015 la industria de la moda rápida produjo 92 millones de toneladas de desechos”.

Como se puede apreciar, detrás de una imagen moderna y a un costo asequible, se esconde toda una amenaza para el medio ambiente, algo que muchos consumidores no conocen a pesar de que muchos de ellos están en desacuerdo con el cambio climático y hasta aplauden protestas de organizaciones como Green Peace, algo que es toda una paradoja en nuestros tiempos.