Lo dicho, en política, nada es para siempre y, lo imposible sólo es una posibilidad. Un día antes de los comicios intermedios de Estados Unidos de América (EUA), el martes 8 de noviembre —mejor conocidos como las Midterms—, las desprestigiadas encuestas (en todos los puntos del globo), daban por hecho que el Partido Demócrata sería barrido por el tsunami rojo de los Republicanos. El principal propagandista de esta versión era el mentiroso ex presidente Donald John Trump que al mismo tiempo continúa divulgando que el presidente Joe Biden le “robó” la elección, sin presentar una sola prueba de su dicho. La portada de los periódicos y los noticiarios del día era la misma de hace dos años exactamente: Biden y Trump en reñida competencia. Solo que ninguno de los dos aparecía ahora en las papeletas, pero ambos son la representación partidista, con una polarización mayor que la de 2020. La recta final de la campaña de estas elecciones legislativas, de 36 gobernadores y de otros temas por aprobar, mantuvo a estos septuagenarios políticos recorriendo las entidades clave para sus respectivos partidos.
Esta competencia, quizás como nunca antes, iba más allá de la trascendental cita en las urnas por el control del Poder Legislativo, la Unión Americana se jugaba su credibilidad (y el respeto) ante el mundo, con “su” Democracia como principal protagonista. De hecho, este fue el lema de la campaña que los demócratas esgrimieron sin descanso en todos los mítines a lo largo y ancho del país. Tal y como es costumbre en EUA —algo que en México nunca hemos copiado no obstante que en muchas cuestiones políticas pretendemos ser una calca del sistema estadounidense—, los ex presidentes toman parte en los comicios como si nunca hubieran participado en política; el primer presidente afroamericano, Barack Hussein Obama II, 45° mandatario de la Unión Americana, en infinidad de mítines recordó a sus compañeros de partido lo siguiente: “Si tenemos quienes niegan las elecciones sirviendo como gobernador, senador o Secretario de Estado o Fiscal General, entonces la democracia tal y como la conocemos puede no sobrevivir”.
En Arizona, Obama advirtió que el 75% de los estadounidenses cree que la democracia está en riesgo, aunque solo el 7% la considera una prioridad. Además, en Michigan, Wisconsin, Georgia, Nevada y Pensilvania, acompañado por Biden, recalcó a su auditorio demócrata: “Estas son estadísticas preocupantes, pero ciertas. Les preocupa llegar a fin de mes, sentir que el proceso político no funciona tan rápido como les gustaría en temas que les importan. A ese riesgo le dan la importancia debida, pero veremos que sucede cuando algunos pierdan la democracia”.
Por su parte, Biden, en las cercanías del Capitolio denunció que “la democracia estadounidense está bajo ataque porque el ex presidente de EUA (Donald John Trump) se rehúsa a aceptar los resultados de las elecciones de 2020”. De hecho, los posibles riesgos contra la democracia —la joya de la corona del Tío Sam—, han resonado con fuerza en Llosa discursos de los liberales y han estado más presentes que nunca en la campaña que recién terminó.
Muchos analistas utilizan tramposamente las maniobras de Trump y sus “teorías” del fraude electoral hace dos años, pero lo cierto es que más de 300 candidatos republicanos con aspiraciones a nivel federal, estatal y local han utilizado la falsa teoría de Trump de que hubo manipulación en el resultado de hace dos años en la reciente campaña legislativa, según un estudio de la centenaria Brookings Institution de Washington, D.C.; asimismo, un 39% de los electores republicanos “está seguro” que si su candidato perdiera en las “midterms”, se debería a un fraude electoral. Por ello, en contra de su propia voluntad —a juzgar por el bajo perfil que ha tenido desde que salió de la Casa Blanca—, Barack Obama volvió a los templetes políticos a un acto de rescate hacia el que fuera su vicepresidente durante ocho años para tratar de paliar los efectos de perder la mayoría de la Cámara de Representantes e intentar, a la vez, mantener el Senado. Todo indica que el esfuerzo del esposo de Michelle Obama fue positivo.
Así las cosas, el sábado 12 de noviembre, los demócratas mantuvieron el control del Senado, una vez que la latina, senadora senior Catherine Marie Cortez Masto (Las Vegas, Nevada, 29 de marzo de 1964 derrotó por .9% a Adam Laxalt, un ex fiscal general estatal republicano en las elecciones de Nevada. Esta fiscalía ya había sido ocupado por Cortez años anteriormente. Gran triunfo para Joe Biden. Así, el Partido Demócrata alcanza 50 de los 100 escaños, los necesarios para contar con la mayoría de la cámara alta, pues la vicepresidenta Kamala Devi Harris tiene el poder de desempate. Lo que significa que con esto ya no importa cual sea el resultado de la segunda vuelta de la elección en Georgia —el único estado donde aún se compite por un escaño en el Senado—, el martes 6 de diciembre.
Además, dadas las circunstancias, las probabilidades de triunfo están en el bando demócrata. Si gana Raphael Warnock frente al afroamericano ex futbolista profesional y luchador de artes marciales, representante del ala más derechista republicana, contrario al aborto bajo cualquier circunstancia (aunque corre la versión de que pagó a una novia un aborto porque todavía “no era tiempo de ser padre”, acusación que él niega), el PD resultaría no sólo el vencedor de las midterms, sino el partido que más escaños recuperó de los que tenía. El líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, celebró la victoria en la noche del sábado 12 de noviembre, con un tuit: “¡Los demócratas mantendrán la mayoría en el Senado!”.
Ni que decir que el control de los demócratas en la Cámara Alta es un durísimo golpe para las grandes esperanzas de los republicanos de hacerse del control del Congreso en una elección de mitad de periodo. Sin el Senado, la oposición republicana no podrá aprobar leyes contrarias al gobierno de Biden ni bloquear nombramientos de jueces, embajadores y otros funcionarios de la administración demócrata.
De acuerdo a su característica cortesía, la senadora Cortez Masto agradeció el apoyo popular: “¡Gracias, Nevada!”, dice el tuit que envió el sábado 12 por la noche, después de que sus dos condados más poblados, Clark y Washoe terminaron de contar las boletas enviadas por correo.
Hay agregar que la carrera electoral de Nevada adquirió mayor importancia después de que el senador demócrata Mark Kelly fuera declarado ganador de su escaño en Arizona el viernes 11 de noviembre. Kelly derrotó al trumpista Blake Masters. Adam Laxalt y Masters fueron respaldados por el expresidente Trump. Asimismo, Kari Lake, candidata del Partido Republicano a la gubernatura de Arizona, logró varios miles de votos en el condado más grande del estado, pero que aún seguía atrás de la demócrata Katie Hobbs por decenas de miles de sufragios tras la publicación de los resultados de Maricopa. Al final, Hobbs ganó con el 50.3% de los votos.
De tal suerte, Biden puede contar con los votos suficientes en la Cámara Alta para confirmar sus nombramientos judiciales y administrativos, incluídas las posibles vacantes en la Corte Suprema, aun si su agenda legislativa termina bloqueada debido a que los republicanos tomen el control de la Cámara de Representantes, que en el momento de escribir este reportaje todavía está reñido. Los republicanos deben sumar 218 curules para contar con la mayoría. Los demócratas tenían apenas 204.
Mientras se dilucidan los casos pendientes, cambió el talante del presidente Biden que en los últimos días de campaña había demostrado la preocupación por los posibles resultados. Al despuntar el miércoles 9, el vicepresidente de Barack Obama durante ocho años tenía derecho a sonreír y dirigirse con otro ánimo a sus gobernados: “Creo que ayer fue un buen día para la democracia y creo que fue un buen día para Estados Unidos de América”. En rueda de prensa en la Casa Blanca, el visiblemente relajado presidente reivindicó el optimismo que lo caracteriza y aseguró que los demócratas tuvieron una actuación “fuerte” al lograr mantener algunos de los escaños más disputados y detener la “ola roja”, el color del Partido Republicano.
Sin embargo, aunque resta por saber como quedará el control en la Cámara de Representantes, Joseph Robinette Biden Jr., a quien todo mundo llama Joe Biden, se comprometió a trabajar con la oposición republicana y dijo entender el malestar que algunos estadounidenses expresaron en las urnas.
“Los votantes están claramente todavía frustrados, lo entiendo”, remachó sus palabras. No solo eran palabras, el mandatario sabe que mantiene su popularidad en niveles mínimos, entre otras razones por la inflación que sigue golpeando a los más necesitados (como siempre), en niveles de hace cuatro décadas, que golpea duramente los bolsillos de ciudadanos adictos al consumo, como en pocos países.
Después de los negros augurios que adelantaban las encuestas y los medios de comunicación, incluso los demócratas, el semblante de Biden era otro. Y había razones para estar así. Le auguraban los próximos dos años como un infierno, con un Congreso hostil. El panorama había cambiado.
“Aunque no conozco todos los resultados todavía, lo que sí sabemos es que mientras la prensa y los eruditos estaban pronosticando una ola roja, eso no ocurrió. Los demócratas tuvimos una noche fuerte ya perdimos menos curules que ningún otro presidente en los últimos 40 años”, presumió.
Y era cierto, Donald Trump perdió 40 escaños en las midterms de 2018; Barack Obama, 13 asientos en 2014 y 63 en 2010; George W. Bush perdió 30 en 2006, y Bill Clinton, 52 en 1994. Por esto, confirmó su intención de presentarse a la reelección en 2024, aunque no hará un anuncio oficial hasta principios del próximo año, y señaló que hará todo lo posible para garantizar que Trump (2017-2021) no regrese a la Casa Blanca. Pese a los deseos del casi octogenario presidente, hay demócratas que no están convencidos que sea buena idea de que Biden busque la reelección.
Por último, como explica Leonardo Kurchenko en su columna El Globo: Luces de esperanza: “Una creciente ola de votantes jóvenes y mujeres acudió a las urnas, impulsadas esencialmente por su defensa del derecho al aborto, que se convirtió, al final de la jornada, en la fuerza promotora del voto demócrata”.
“Para aquellos —agrega—, quienes consideran que la victoria de Donald Trump y su regreso a la Casa Blanca en 2024 es un hecho consumado, las elecciones del martes pasado probaron que esas afirmaciones están muy lejos de la realidad. En primer lugar, por la aplastante derrota de buena parte de sus candidatos. Muchos de los ‘palomeados’ y respaldados por Trump resultaron vencidos en las urnas, ciertamente por márgenes muy reducidos, pero perdedores. Pero, además, la enérgica victoria del gobernador Ron DeSantis, en Florida, lo catapulta hacia la candidatura republicana que ambiciona con fervor”.
Pese a que sin duda, Trump es el perdedor en las midterms, ha querido volver la derrota en una “forzada victoria”. Y en la noche del martes 15 de noviembre, en un extenso discurso desde su residencia de Mar-a-Lago, en Florida, anunció que competirá por la candidatura del Partido Republicano de cara a las elecciones presidenciales previstas para el 5 de noviembre de 2024. Con su acostumbrada verborrea, el magnate arrancó con esta frase: “El regreso de Estados Unidos empieza ahora mismo…Hoy estoy anunciando mi candidatura a la presidencia de EUA…Esta no es una tarea para un candidato, es una tarea para un gran movimiento…Esta no será mi campaña. Vamos a unificar a la gente…Yo soy la voz de ustedes. El estamento de Washington quiere acallarnos, pero no lo logrará”.
A ver si DeSantis se abstiene de postularse a la precandidata del PR. La política es muy veleidosa. Y muchos republicanos acusan a Trump de ser el culpable de no haber triunfado en muchas candidaturas de las recientes elecciones del este mes. VALE.