La tediosa guerra

La invasión militar rusa a Ucrania, iniciada el 24 de febrero de este año se ha vuelto noticia tediosa al lado de otras de impacto que aparecen en el escenario internacional: las elecciones intermedias en Estados Unidos, la brutalidad de la dictadura religiosa en Irán, la recesión en Gran Bretaña, la desunión de las izquierdas en Latinoamérica que derrota a sus candidatos a la presidencia del BID, los magros resultados de la COP 27 en en Sharm el Sheij, Egipto.

Destaco lo sucedido en la Cumbre del G20 en Bali, el 15 y 16 de este mes, que debatió sobre la recuperación económica, el cambio climático y la cooperación internacional para evitar nuevas guerras, porque, cuando tenía lugar se recibió la noticia de que un misil había caído en Polonia, provocando la muerte de dos personas.

Si el artefacto procedía de Rusia, ello amenazaba con escalar el conflicto, implicando, por lo pronto, a la OTAN. Por fortuna prevaleció la prudencia y pudo, más tarde, saberse que el misil era de procedencia ucraniana y cayó por accidente en Polonia.

 

Condena de la guerra y solución diplomática

Por otra parte, la mayoría de los países miembros del G20 condenó la guerra en Ucrania -incluso Xi Jinping endureció su tolerante posición sobre las acciones de Vladimir Putin- expresando, además, su preocupación por las graves consecuencias del conflicto en la economía global.

El presidente chino, que pidió “se respete la integridad territorial de Ucrania” -en congruencia, pienso yo, con su tesis de una sola China, en la que está incluida Taiwán- ha recibido, por otra parte, solicitudes y sugerencias de influir en su homólogo ruso para llegar a un acuerdo de paz con Ucrania. Recuérdese que ambos jerarcas, a comienzos de febrero pasado, poco antes de que Rusia atacase a Ucrania, proclamaron la “amistad sin límites” entre sus naciones.

El jefe de gobierno alemán, Olaf Scholz, informó el 4 de noviembre que pidió a Xi Jinping, con quien se reunió en Pekín, ejercer “su influencia” sobre Rusia para que ponga fin a la guerra en Ucrania.

Asimismo, Pedro Sánchez, presidente de gobierno de España, en el marco de la Cumbre del G20, instó a Xi que “emplee su influencia” sobre Putin para detener la guerra.

Zelensky, presidente ucraniano, ya había expresado, en una entrevista al diario hongkonés South China Morning Post, publicada el 4 de agosto pasado, su deseo de hablar con Xi, consciente de que la influencia económica y política de China sobre Rusia, le daban argumentos para exhortar a Putin a concertar la paz.

También en el marco de la Cumbre del G20, el presidente francés Emmanuel Macron pidió a su homólogo chino que ambos países unan sus fuerzas en contra de la guerra de Ucrania.

Por otro lado, Macron aseguró que Pekín tenía “interés” en la “estabilidad” mundial y añadió que el gigante asiático “tiene que jugar un papel de mediación más significativo” entre Occidente y el gobierno ruso.

La entrevista más importante de Xi Jinping en el contexto de la mencionada Cumbre del G20, fue la que sostuvo con el presidente americano Joe Biden -y también para este la conversación con su homólogo chino habrá sido de la mayor importancia-. Durante las tres horas de conversación, se trataron múltiples temas, entre otros los de derechos humanos, así como los económicos y comerciales que mucho interesan a las dos potencias.

Se trató, por supuesto, el tema de Taiwán, siempre de la más alta prioridad para China y últimamente provocador de rispidez entre Pekín y Washington por la polémica visita de la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nanci Pelosi a la “Isla rebelde”. La visita dio lugar a críticas indignadas y a maniobras militares, por parte de China, en el entorno de la Isla, amenazantes.

En estas circunstancias, según lo que se informó en los medios y comentaron analistas, el asunto Taiwán “hizo olvidar a Ucrania”.

La “Isla rebelde” es, en efecto, de la más alta prioridad para Pekín y es de alto riesgo para la paz si China y Estados Unidos rompen el statu quo que ha existido hasta ahora. Sin embargo, comentarlo escapa a la temática de este artículo.

Paralelamente a lo que se discute en gobiernos, políticos, empresas y otras instancias de influencia y poder, la calle, muchos de los “ciudadanos de a pie”, en Europa y en medios estadounidenses rechazan el financiamiento de un conflicto indefinido con Rusia. Ejemplo de ese rechazo es el de las decenas de miles de ciudadanos que el 5 de noviembre se manifestaron en Roma en contra de la guerra. Una de sus pancartas decía: “No queremos guerra, ni armas, ni sanciones; ¿dónde está la diplomacia?

Respecto a Estados Unidos, hace poco los demócratas, más a la izquierda en su partido, hicieron un llamamiento a negociar, aunque más tarde se retractaron. Lo cierto es que la irrupción de los republicanos en la Cámara de Representantes, aunque sustancialmente menor de lo que se temía, significará menos apoyo militar y menos dinero para Ucrania. En otras palabras, es apremiante llegar a la paz, lograr un acuerdo realista. Usar la diplomacia.

Como informa y comenta este 21 de noviembre The Economist, mientras Biden sigue enviando a Kiev emisarios, como Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional, que ratifica un apoyo “inquebrantable” a Ucrania, también le insiste en la búsqueda de “futuros términos de la paz”.

El mismo prestigiado medio británico informa: “El 9 de noviembre, Biden dijo que Rusia y Ucrania ‘se lamerían las heridas’ tras la batalla de Jersón y que entonces podrían estar listos para llegar a un compromiso. Insistió en que no diría a Ucrania lo que tiene que hacer.”

El quid es cómo será el compromiso: ¿Cómo Finlandia, que debió ceder tierras y se obligó a ser neutral durante décadas? ¿O como la Alemania Occidental dividida por un muro y conviviendo con la República Democrática Alemana? ¿Recuperando Ucrania los territorios tomados por Rusia desde 2014; o sea, partes del Donbás y Crimea?

Sobre esta restitución de territorios a Ucrania, en Occidente hay amplio apoyo respecto al Donbás, pero no en el caso de Crimea -yo, por mi parte, hago notar que esta península y territorio fue, apenas en 1954, transferida de la jurisdicción específica de Rusia a la de Ucrania; y que todas: Crimea, Rusia y Ucrania, repúblicas soviéticas socialistas, eran parte de la URSS.

Sin olvidar tampoco la versión de que en febrero de 1954, el entonces líder de la U.R.S.S Nikita Kruschev -nacido en Ucrania- regaló Crimea a la R.S.S. de Ucrania en conmemoración del 300 aniversario de su adhesión a Rusia.

 

Xi, ¿hacedor de la paz?

¿Será este nuevo Mao, emperador del “Imperio del Medio o del Centro”, como China se ha autonombrado, el hacedor de la paz en Ucrania?

Xi tiene el máximo poder jurídico y político, su “pensamiento” ha sido elevado a rango constitucional, en China, la segunda potencia mundial. Como tal, su influencia y poder como líder mundial, es incontrastable.

Occidente pide su mediación para alcanzar la paz en Ucrania.

¿A qué jugará con Putin? ¿Cómo socio -cómplice- frente a Occidente? ¿O como “salvador” de Ucrania y amigo de Occidente?