Sigo emperrado en no escribir de eso que en México se llama política; las razones ya las di en mi colaboración anterior. No estoy en huelga, para eso se necesita un sindicato de la CTM. Tampoco en plantón en el Zócalo, avenida Juárez y Paseo de la Reforma, hacerlo es un monopolio de Morena y AMLO. Simplemente estoy en un paro temporal. En esta colaboración aludo a una parte de la cultura del Estado de Guerrero que está en vías de desaparecer, si no es que ya ha desaparecido.
Los aztequismos y arcaísmos que eran usuales hace setenta años y que yo escuché ya no se oyen. En honor a la verdad, debo reconocer que entre la gente con la que convivo en mis viajes a esa entidad, ya no los he escuchado. Pudieran conservarse en otros estratos de la sociedad. En una colaboración posterior aludiré a los arcaísmos de origen castellano que escuché y que casi han desaparecido.
Consigno esos términos por cuanto a que, muriéndose los de mi generación, desaparecerán por completo y no habrá quien dé razón de su significado. Estoy aludiendo a los aztequismos. Algunos de ellos aparecen en el Diccionario de mejicanismos, del gran filólogo don Francisco J. Santamaría. Los arcaísmos de origen hispánico, aparecen en los diccionarios y en las obras literarias de los siglos XVI en adelante, ellos, por esa razón, están a salvo de la acción destructiva del tiempo.
Aztequismos
Chilapiar, como sinónimo de robar, defraudar o de engañar. Chilapa, ciudad del estado de Guerrero, durante muchos años fue sede el obispado de la región y del seminario católico, por esas razones tenía fama de que sus habitantes eran mentirosos y ladrones. Se decía: ya me chilapiaron mi sombrero, para denotar que ya le habían sustraído esa prenda. Quienes han tenido trato con un chilapeño, pueden dar fe de que el término sigue siendo apropiado. Habrá excepciones.
Tlalixtle, para denotar que algo es duro, corrioso, difícil de trabajar. De esa manera se decía que la madera del guayabo es tlalixtle, por razón de ser muy firme y dura; en cambio la del casahuate se decía que es fofa, endeble. Cuando una persona llegaba a vieja y conservaba parte de su vigor, se decía: salió tlalixtle.
Tlancuejo, con ese término se aludía a una persona que carecía de dientes; en cambio, a quien carecía de muelas, se le decía Chimuelo.
Izcuintle, con él se hacía referencia a un niño que ya caminaba; con el también se aludía a los perros.
Tepezihue, es la carne de un animal cuadrúpedo que pierde la vida por haber dado un mal paso y rodado debido a lo dificultoso que son las laderas de los montes o cerros. Quienes primero tomaban noticia del accidente, podían disponer de la carne aprovechable sin cometer delito. En el caso era aplicable el principio de que primero son los cristianos y después las aves o animales de carroña.
En alguna colaboración anterior hice referencia a que con ese término también se aludía a una mujer entrada en años cuyo cuerpo había que aprovechar. Existía la frase: Éntrale al tepezihue, como un sinónimo de enamorar a una mujer madura. Era una forma de reto.
Tecorral, es un término mixto o híbrido; se conforma del término tetl, que significa piedra; y corral: corral de piedra.
Pozcahui, con ese término se aludía a un alimento que, por la fermentación, ya no era comestible para los humanos. Había que dárselo a los animales.
Tlapayauqui para referirse a un tiempo nublado y con brisa; era lo que hoy se dice chipi chipi, es decir, un cielo nublado con mucha humedad y algo de lluvia.
Tlacolol, terreno accidentado en las faldas de los cerros, al que se desmontaba para dedicarlo a la agricultura; la siembra se realizaba con azadón o barreta, por ser imposible o difícil de cultivar con yunta.
Pepextle, la definición que dan los conocedores es lugar donde me acuesto o descanso, provisional o permanente. Por lo general los pepextles se hacían con los cuaxcles o aprestos de los animales de carga.
Cuaxcle, los aprestos que se ponen a los animales de carga para no lastimarlos. Por lo general se construían con la fibra que sobraba de las pencas del maguey, después de serles extraídos sus jugos.
Cuchi o cucha, con estos términos se aludía y aún se alude a los cerdos o cerdas. El término deriva de dormir. Cuando los españoles trajeron los cerdos, los indios aztecas observaron que pasaban mucho tiempo durmiendo; en su lengua cuchi es dormir, les pusieron dormilones.
Termino refiriendo dos incidentes que se inscriben dentro del capítulo de instituciones desaparecidas. De uno fui testigo; el otro me lo contó su protagonista hace muchos años.
Yo y tu
Lo que refiero sucedió hace más de setenta y cinco años. Estando algunas personas mayores platicando, una de ellas dijo: Vamos yo y tu a tal lugar. A lo que uno de los presentes corrigió: No se dice yo y tu; lo correcto, por cortesía, es decir: tú y yo. El corregido respondió: ¡Ah chinga, desde cuando he de poner a uno más pendejo que yo delante de mí! Todos los presentes, en ese entonces, le dieron la razón. A pesar de que su juicio sigue siendo válido, esa forma de hablar ha desaparecido.
Un indio pendejo
Hace muchos años, un indio amigo mío me refirió lo siguiente:
Una mañana del mes de julio, mi patrón y yo caminábamos por una vereda de la sierra del estado de Guerrero; él iba adelante montado a caballo. Yo lo seguía montado en un burro. Al lado derecho del camino, en un pequeño valle, él observó un árbol de guayabo cargado de fruto; me ordenó: -baja y corta unas guayabas para ir comiendo en el camino; hazlo en tu burro para que las alcances-. Así lo hice; eran unas guayabas grandes, dulces y jugosas.
Seguimos nuestro camino. Por la tarde, ya cansados, regresamos a nuestro pueblo por la misma vereda; al llegar al sitio en donde en la mañana había cortado las guayabas, mi burro, de buenas a primeras, sin esperar órdenes, se desvió, se encaminó al mismo árbol y se paró debajo del mismo árbol. De nuevo corté otras guayabas y se las compartí a mi patrón.
Éste, al recibirlas, no me dio las gracias, se limitó a decir: El burro es más listo que tú, ¡indio pendejo!

