El actual presidente de México ha violado, constantemente, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos con una desfachatez enfermiza.

Daré claros ejemplos de estas transgresiones.

Nuestra Carta Magna establece, bajo la inspiración inicial del filósofo y médico inglés John Locke (1632-1704), la “división de poderes” para superar, con ideas renacentistas, el desvencijado sistema feudal de concentrar en un monarca absoluto todos los poderes.

Locke propuso en su influyente obra, ‘Dos tratados sobre el gobierno civil’, el establecimiento de tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Federativo, a este último le llamó, en su segundo tratado, “Federativo o Judicial”.

Estados Unidos de América estableció su independencia y gobierno inspirado en Locke; éste genio influye poderosamente, también, en los incitadores de la Revolución Francesa: Montesquieu, Voltaire y Rousseau.

Por esos filósofos franceses del siglo XVIII, quienes murieron poco antes de que estallara su revolución (14 de julio del 1789 la toma de la Bastilla), llegó a la Nueva España la idea de división de poderes.

Así, todas nuestra constituciones republicanas, incluyendo la vigente de 1917, ordenan la “División de Poderes”, prohibiendo expresamente la que nos rige: “Artículo 49.- No podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un individuo”, salvo en la suspensión de derechos humanos y garantías (artículo 29).

Y nuestro Poder Legislativo, o Congreso de la Unión, lo forman dos cámaras: la de diputados y la de senadores; los primeros representan a la población, los segundos a las entidades federativas. Y jamás pueden reunirse ambas cámaras para legislar.

Cuando el presidente López ordena que a sus iniciativas (como las electorales del plan b) rápidamente las aprueben, a ciegas como a él le gusta, sin quitarles ni un punto ni una coma, está tratando a los legisladores como a sus palillos para dientes, como trapos para limpiar sus zapatos, pues los ha convertido en lacayos ciegos.

Resultado de su ineptitud, urgencia y autoritarismo, es la iniciativa presidencial de ese plan b, llena de inconstitucionalidades, oscuridades, contradicciones y lagunas de ley.

Al saber que su proyecto es un dechado de ignorancia supina, aseveró que “un duende travieso de la cámara de diputados tiene la responsabilidad de tamaños errores”, cuando quien la firmó no fue un duende, sino un tontejo que habita Palacio Nacional.

Es cierto que no todos los legisladores son ciegos títeres del presidente (nuestro reconocimiento para ellos); empero, es verdad que la mayoría suele repetir un rezo dogmático: “Es un honor estar con Obrador”, que corresponde a su brutal labor legislativa, ya que con error y deshonor, aprueban a ciegas las iniciativas que con horror firma el pícaro Obrador.

Y eso los conduce a abdicar de sus deberes constitucionales.

Ese tipo de pseudos legisladores han optado por servir al presidente López, y no sirven a México.

Si el titular del poder ejecutivo manda también en el legislativo, es que se ha convertido en un transgresor de nuestra Carta Magna; actitud presidencial que ofente y agrede a todos los mexicanos.

No sólo las faltas de López son políticas y económicas, también son éticas. Sus actos corruptos los efectúa nacional e internacionalmente.

Su reciente intervención en Perú, pronto se conocerá de fondo. Pedro Castillo puede no ser perverso, pero sí inepto; en cambio López tiene conductas que lo revelan como una persona de maldad: “Yo no intervengo, yo sólo opinó”, y nuestro presidente opina, interviniendo socarronamente, con consecuencias múltiples en contra de todos.