El velo de la opresión

El 16 de octubre, un mes después del asesinato, por la policía religiosa y de la moralidad de Irán de la joven Mahsa Amini por no cubrirse enteramente la cabeza con el velo -el hiyab- publiqué en esta revista el artículo titulado “El velo de la opresión”. En él daba cuenta de las protestas populares ante crimen tan nefando y de la represión del Estado para acabar con ellas, que dejaba ya un saldo de 200 muertes, entre ellas, las de Sarina Ismalizadeh, Nika Shahkarami, Hadis Najafi y Minoo Makidi. A las que, como a Masha Amini, no debemos olvidar.

Aludí a una de las explicaciones, del islamismo más retrógrado, sobre la exigencia de que las mujeres se cubran cabeza y hombros con el velo porque “la mujer que se atreve a despojarse del velo incurre en apostasía y está optando por la pornografía, la prostitución y la desobediencia civil”. Cité también lo que dijo el Guía Supremo, máxima autoridad de Irán, el anciano ayatolá Alí Jamenei, después de lamentar fríamente la muerte de la joven Masha y condenar a quienes “queman el Corán, las mezquitas y a las mujeres que se despojan del velo”: “Digo, de manera directa, que los desórdenes y la inseguridad son obra de Estados Unidos, del régimen sionista (Israel según la terminología oficial de Irán), de sus mercenarios y de ciertos iraníes traidores que desde el extranjero los ayudan”.

Entusiasmado -emocionado- por las protestas de las mujeres en Irán, aun a riesgo de su vida, así como por la solidaridad de sus compatriotas en el extranjero y de mujeres, famosas y no, de otros países, me hice eco de lo dicho por Bret Stephens, columnista de The New York Times y premio Pulitzer, en su artículo del 5 de octubre pasado, de “que comiencen las revoluciones las mujeres… en Teherán y en Moscú”. Y mantengo la esperanza, pero…

 

La represión aumenta

Con el título del presente artículo quizá ofendo -sin desearlo- a Miguel Hernández, el poeta español duro y lleno de ternura, que asesinó la dictadura de Franco, pues me aprovecho del título de su libro “El rayo que no cesa”, un poemario de amor incumplido -dice uno de sus comentaristas- para escribir sobre “el crimen que no cesa”, la represión que aumenta en Irán en respuesta a las protestas populares iniciadas por el asesinato de Mahsa Amini.

Pero la represión sigue cobrando víctimas, es más descarada y en algunos casos el régimen la usa para extorsionar a los gobiernos extranjeros -las noticias iraníes informan a cada momento de “saboteadores y terroristas”, generalmente europeos, aprehendidos y enviados a prisión- que condenan a la tiránica teocracia iraní que ha mostrado su rostro. Aunque, en contrapartida, se informó desde el 4 de diciembre, que la policía religiosa o de la moralidad había sido suprimida, lo que los analistas occidentales no saben si es solo un señuelo.

Esta descarada, infame, represión ha mostrado al mundo las imágenes de dos ahorcados -a través de la televisión del Estado- como en el medioevo y bajo el cargo de “enemistad con Dios”. Además de que, al menos una docena de personas, han sido condenadas ya a muerte en juicios a puerta cerrada; y hay unos 18,000 detenidos, según cálculos de Naciones Unidas y otras ONGes. Ensañándose con los ídolos del pueblo y sin que tampoco se libren las mujeres de esta represión impúdicamente exhibida: hay más de 30 atletas detenidos por supuestos delitos graves, entre los que se encuentra el futbolista Amir Nasr-Azadani que se enfrenta posiblemente a la pena de muerte.

Entre las mujeres, que han osado quitarse el velo, Taraneh Alidoosti, una de las actrices más importantes de Irán, que actuó en la película El Vendedor, ganadora del Oscar en 2017, fue encarcelada. Ya otra cineasta famosa, Zar Amir Ebrahim, víctima de una campaña de desprestigio por su vida amorosa, tuvo que salir del país y radicarse en Francia; este año obtuvo el premio de Cannes como Mejor Actriz.

 

El velo de la discordia

El velo -el hiyab- tiene especial significado en el islam. Derivado el sustantivo del verbo hayaba, significa esconder, separar y “lo prohibido”, según Fátima Mernissi, la prestigiada escritora, historiadora y socióloga marroquí, feminista, premio Príncipe de Asturias. La que, por otro lado, sostiene que el profeta Mahoma fue feminista, que defendió la dignidad de las mujeres. Sin embargo, para el islamismo de Irán -y seguramente para la mayoría de los islamismos- el velo -el hiyab- protege a las mujeres y su pureza. “como la concha protege a la perla”. Por ello, algunas jóvenes que, desafiando actualmente las prohibiciones osaron pintarse los labios, han sido castigadas en público ¡rasurándoles los labios!

Lo cierto es que el velo no solo ha sido símbolo de la moral cuando el Estado obliga a las mujeres que lo porten, sino también expresión de libertad y de igualdad de hombres y mujeres cuando el Estado prohíbe o no exige que se use en público: su imposición brutal por el actual Irán islamista contra la prohibición, impuesta por Reza Khan, la “Ley de liberación de las mujeres iraníes”, de 1935, que su hijo, el Sha Mohamed Reza Pavlevi, aligeraría: el “oscurantismo” religioso islamista contra “la libertad” de la que fantaseaba el régimen corrupto y dictatorial de Reza Pavlevi.

Las reglas sobre el velo hicieron polémica, por un lado, la cólera de los clérigos chiíes y multitudes de fieles, que llegaron a sufrir la violencia del régimen de Reza Chah -y también de Reza Pavlevi-, por ejemplo, cuando las protestas de los fieles el 13 de julio de 1935 en la ciudad santa de Machhad dieron lugar a una masacre con saldo de 1600 muertos -hecho que el 13 de julio de 2013 el régimen de los ayatolás oficializaría como “Día del hiyab y del pudor”.

Del lado opuesto, el Irán de Reza Chah y Reza Pavlevi fue el del lento descubrimiento de Occidente, a través de quienes partían a estudiar a Europa y de los hombres de negocios interesados en el país: todos impactados -dice un sociólogo iraní por la presencia de mujeres en la sociedad, mientras en Irán eran ocultas por el hiyab y confinadas en las casas.

 

El asalto de Jomeini

Pero el Sha y su régimen corrupto son derrocados cuando el “sueño revolucionario islámico” se hizo realidad y el ayatolá Ruhollah Jomeini, expulsado en 1964, retornó en triunfo el 1º de febrero de 1979, unas semanas más tarde el ayatolá declaró obligatorio portar el velo y el 6 de marzo pronunció un discurso diciendo: “Las mujeres islámicas deben salir portando el velo –hiyab-, no deben maquillarse. No tienen prohibido trabajar, pero siempre portando el velo.”

A partir de entonces, el país, bajo la “guía” del dogmático e irascible Jomeini y de su sucesor Jamenei, igualmente dogmático e irascible, ha tenido, sin embargo, períodos de relativa libertad, en la prensa y en algunas películas de la época, como The May Lady, de Rakhshan Bani-Etemad (1998) y Deux femmes, de la directora Tahmineh Milani (1999).

Yo destaco la presencia política de Hassan Rohani, presidente de Irán de agosto de 2013 a agosto de 2021, presidente moderado y dialogante con Occidente, quien ha sido, de alguna manera, el arquitecto del pacto nuclear de Irán con los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania, que Trump echó a la basura. Lamentablemente hoy es presidente del país un conservador de línea dura, Ebrahim Raisi.

 

¿Esperar contra toda esperanza?

¿Podrá el mundo -léase Occidente- exigir, con éxito, a Irán el respeto a los derechos humanos? ¿A una clase política que -dice Laurent Fabius, político francés famoso- está constituida de grupos, sub grupos, facciones, los viejos, los modernos, los duros, los menos duros? ¿Qué considera a los europeos seudo americanos y está convencida de Estados Unidos e Israel quieren derrocar al régimen iraní?

¿Tendrá la teocracia persa el sentido de la realidad, la perspicacia y habilidad política para desactivar las protestas, que también tienen un elemento étnico en un país que, al igual que hace con las mujeres -aunque estas puedan estudiar y trabajar “escondida” su feminidad por el hiyab- discrimina a sus minorías: azeríes, kurdos, lores, baluchis, árabes y turcomanos, que son el alma de no pocas de las protestas? Hay que recordar que Mahsa Amini era kurda y tener presente que algunas de las más numerosas manifestaciones de protesta han tenido lugar en regiones habitadas por minorías étnicas.

¿Entenderá el régimen que su debilidad es aprovechada por Saudi Arabia ahora en excelentes términos -para bien por muchos motivos- con Israel, “el régimen sionista”, como lo llama Teherán? Ambos, el reino del desierto y Tel-Aviv, enemigos mortales de la teocracia de los ayatolas.