A la mitad de la administración de Joe Biden, hemos visto como su apuesta por crear un equipo político y técnico específico que encuentre soluciones en origen, y por tanto, una mayor colaboración en México y en el Triángulo Norte no ha funcionado a pesar de que al frente de este esfuerzo está la vicepresidente Kamala Harris.

En verdad nada nuevo se vislumbra en el horizonte migrante, más allá de un cambio de ideas y frases en el discurso político.

Simplemente, el inquilino de la Casa Blanca no ha encontrado la respuesta a las peticiones hechas tanto a México como a los países integrantes del Triángulo del Norte; Honduras, El Salvador y Guatemala a su petición de impulsar acciones en que detengan la migración, sobre todo cuando sus propios gobiernos son incapaces de garantizar su propia seguridad física o alimentaria.

Joe Biden ha tenido que desandar algunas de las políticas de su predecesor, empezando por apoyar de forma decidida a las sociedades civiles de la región en su lucha contra la desigualdad, la cultura de paz o la lucha contra la corrupción, por poner tres ejemplos. No ha sido tarea fácil y los resultados saltan a la vista.

Una rápida revisión de la zona nos lleva a ver lo difícil de la relación estadounidense con Honduras, donde el hermano del expresidente Juan Orlando Hernández. (Tony) fue condenado a cadena perpetua por narcotráfico.

En Guatemala, recordemos que el organismo que luchaba contra la corrupción fue desmantelado por el Gobierno y las fiscalías anticorrupción tienen serias dificultades para hacer su trabajo.

En el Salvador, el presidente Bukele, se hizo del control de la Asamblea tras un par de años de cohabitación muy convulsos que han elevado la tensión política y social en el país pero que, por el contrario, han traído la buena noticia de la disminución del número de homicidios en el país.

Y en México, el Estado a pesar del discurso de López Obrador, hay cada día menos Estado, ¿Cómo afrontar una crisis regional cuando no tienes interlocutores reconocibles?

La corrupción endémica en la región ha dado entrada a las economías criminales en la frontera, ahí está por ejemplo el tráfico de migrantes, una práctica cada día más lucrativa para la delincuencia. Desde hace años, las instituciones dedicadas a evitar la migración se han visto debilitadas principalmente en los paises expulsores, pero también, en Estados Unidos aún siguen pendientes las acciones conjuntas de cooperación duradera tanto de tiempo y recursos.

La solución de Donald Trump a las migraciones forzadas en toda la región fue la militarización, y los resultados simplemente no le acompañaron. Es más, su respuesta ha agravado todavía más algunas la situación de origen en muchos de estos paises, ante la falta de impulso a las acciones que provocaban los desplazamientos forzados.

Y bueno, la administración Biden ha seguido la ruta de sus antecesores, intentar, pero no avanzar.

Desde que existen registros, allá por 1925, la frontera entre Estados Unidos y México ha sido un continuo trasiego de personas. Biden no ha logrado y con un Congreso dividido no logrará implantar un modelo que minimice riesgos y permita más migraciones regulares, seguras y ordenadas como lo prometió desde campaña.

La llegada de miles de menores no acompañados a la frontera se ha convertido en una crisis humanitaria que se ha agravado durante su gobierno.

Y es que lo que sucede, no se trata sólo de la frontera sur de Estados Unidos, sino también de la frontera norte de México, la de Guatemala, la de Honduras, o la de El Salvador. No hay una solución definitiva al problema, pero sí una mejor o peor gestión. Y eso es lo que tienen que afrontar conjuntamente Joe Biden, López Obrador y el resto de los gobernantes centroamericanos.

En el discurso y las propuestas de Joe Biden parecen estar en favor de la inmigración de miles de personas que buscan ingresar a los Estados Unidos, sin embargo, los resultados no han ido acompañados de su “buena voluntad” sólo es cuestión de ver lo qué está pasando en la frontera sur de su país.

Desde hace casi 2 años que Joe Biden asumió la presidencia no ha acudido a la frontera misma, no ha llegado a los límites del Rio Bravo.

La frontera sur de Estados Unidos representa para el presidente Joe Biden y la encargada de la región, la vicepresidenta Kamala Harris, un gran desafío humanitario, político y logístico. Exactamente igual que para todos sus antecesores en el cargo; republicanos y demócratas. Ninguno ha conseguido hasta ahora salir del laberinto.

Joe Biden conoce bien la situación fronteriza, sólo basta recordar que fue él precisamente quien durante 8 años en su cargo como vicepresidente en la administración Obama, fue el responsable de analizar, proponer e implementar la política migratoria aprobada.

Biden sabe de la necesidad de resolver temas de fondo como el económico, de seguridad y el empleo mayormente en los países expulsores de migrantes, pero ahora no sólo en el centro, sur y caribe del continente, sino también en África e incluso Europa.

Y es que, las miles de personas que intentan cruzar sin documentos la frontera sur de Estados Unidos en este año (2.3 millones) representan una bofetada de la realidad para la administración Biden. La tendencia creciente en el número de detenciones en la frontera sur en los últimos meses del mandato de Donald Trump ya permitía prever que se llegaría a la situación actual. Los pronósticos se han cumplido. La frontera sur está tensionada con el agravante del desmantelamiento parcial del sistema migratorio por las políticas impulsadas por Trump.

Y sabedor de la situación, el martes pasado al ser cuestionado el presidente Joe Biden de la razón de no atender esta situación desde la misma frontera sencillamente contestó…”Porque están pasando cosas más importantes”.

Así o más claro la visión estadounidense sobre este fenómeno social.

Ciertamente Biden ha dado un giro a las políticas restrictivas de Trump en materia migratoria y en sus políticas de vecindad con el Sur. Unas políticas, por cierto, fracasadas y francamente poco humanitarias. Vale reconocer la no expulsión de menores no acompañados que llegan a la frontera, el colectivo más sensible y el más difícil de gestionar. Las imágenes de centros de detención hacinados de menores sacudieron y han impactado en su mandato, exactamente igual que pasó con Trump y Obama.

Simplemente la realidad migratoria en la frontera sur de los Estados Unidos se repite y bueno, el accionar de su vecino, igualmente.

@lalocampos03