Sin demasiadas repercusiones, el gobierno del presidente Joseph Biden dio a conocer en octubre las versiones definitivas de su Estrategia de Seguridad Nacional y su Estrategia de Defensa Nacional. Los textos en nada difieren del enfoque imperial que ha animado la síntesis diplomacia-seguridad nacional-defensa desde el acta de seguridad nacional de 1947 en que Washington dio el paso hacia la imposición de la hegemonía estadounidense en el planeta.

Los tres principales criterios o líneas de acción de la estrategia de seguridad nacional plantean el mantenimiento del papel de dominación mundial de Estados Unidos:

– La imposición de los intereses nacionales estadounidenses en todo el mundo.

– Imponer en el modelo diplomacia-militar la defensa prioritaria del american way of life o modo de vida americano.

– Y establecer la seguridad estadounidense como prioridad mundial a través de coaliciones internacionales.

A su vez, la Estrategia de Defensa Nacional relanza el papel de Estados Unidos en el mundo a través de su presencia militar en función de cuatro prioridades concretas:

– Definir la creciente amenaza de dominación que plantea la República popular de China.

– Disuadir ataques estratégicos contra Estados Unidos, aliados y socios.

– Crear un espacio de defensa planetaria ante el desafío de China en el Indo Pacífico y de Rusia en Europa.

– Y construir una fuerza conjunta resiliente y un ecosistema de defensa.

La caída de la Unión Soviética en 1989-1991 y el desmantelamiento del bloque ideológico-territorial-militar del campo soviético que marcó el tiempo histórico de la guerra fría en cuanto competencia entre socialismo y capitalismo llevó a Estados Unidos a un periodo de confusión interna y de desarticulación ideológica de su seguridad nacional de 1992 a 2020.

En este periodo geopolítico Estados Unidos perdió el rumbo de las definiciones estratégicas ante la ausencia de algún enemigo multinacional, porque el terrorismo fue más bien una amenaza de violencia y no un desafío geopolítico o territorial del mundo árabe musulmán.

Después del acercamiento estratégico a China que lograron el presidente Richard Nixon y su asesor Henry Kissinger, la estrategia de seguridad nacional miró a China más bien como un factor de equilibrio y no como un competidor geopolítico en la medida en que los chinos se alejaron de cualquier tipo de confrontación o provocación a Estados Unidos y se dedicaron a reconstruir su sistema político comunista con convivencia y connivencia con el capitalismo productivo.

El presidente Biden redefinió la relación estratégica con China cuando advirtió que Beijing estaba construyendo un nuevo marco de expansión económica hacia el mundo, como complemento del equilibrio militar-nuclear. El modelo estratégico del presidente Jinping descolocó el modelo militarista de enfoque geopolítico que tenía Estados Unidos respecto de China.

El equilibrio geopolítico Estados Unidos-Rusia-China fue alterado por el presidente Biden a partir de su experiencia en la burocracia de la política exterior del Senado y de la vicepresidencia en la Casa Blanca, pero sin tener a su lado algún replanteamiento de los desequilibrios diplomáticos, geopolíticos y militares en la zona trasatlántica.

La estrategia de Defensa Nacional del presidente Biden hace una reorganización de su enfoque sobre su percepción respecto de Rusia y China. “La República Popular China presenta un desafío más consecuente y sistémico, mientras que Rusia plantea graves amenazas, tanto para los intereses nacionales vitales de EU en el extranjero como en el territorio nacional. Otras características del entorno de seguridad, incluido el cambio climático y otras amenazas transfronterizas, ejercerán una presión cada vez mayor sobre la fuerza conjunta y los sistemas que le respaldan”. En este contexto, Washington ha reactivado la búsqueda de “un sistema internacional estable y abierto y el reforzamiento de sus compromisos de defensa”.

El escenario que plantea Estados Unidos en el replanteamiento de su enfoque internacional regresa al modelo de la guerra fría del siglo XX contra la Unión Soviética basado en la síntesis dialéctica entre política exterior y defensa nacional. Para Washington, la ofensiva de Rusia contra Ucrania y la expansión económica-política de China tocan zonas sensibles del equilibrio geopolítico que heredó Estados Unidos de la antigua guerra fría y asumen los nuevos activismos como una ruptura del precario equilibrio militar en el planeta, incluyendo las amenazas crecientes de Rusia de dar el paso nuclear en Ucrania para apresurar la victoria.

La redefinición del escenario mundial importa a todos los países del mundo, aunque muchos carezcan de enfoques geopolíticos o de seguridad nacional estratégica. Pero EU está redefiniendo su política exterior y de Defensa Nacional en función del cambio en el equilibrio global de capacidades militares y doctrinas competidoras que plantean nuevas amenazas al territorio estadounidense ya su estabilidad estratégica; en sus documentos, Washington advierte “una escalada de las actividades coercitivas y malignas de sus competidores en la zona gris y desafíos transfronterizos que ponen nuevas demandas a la fuerza conjunta y la empresa de la defensa”.

Nada de este escenario de redefinición de la política exterior, la seguridad y la defensa nacional de Estados Unidos es analizado en los países periféricos que de modo natural son asumidos por Washington como su territorio estratégico de sobrevivencia, aunque algunos nacionalismos sigan pensando en un distanciamiento de la geopolítica americana.

El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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