Una vez más, hay que apoyarse en frases célebres como la que pergeñaron Carlos Marx y Federico Engels en 1848: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”. Ahora hay que cambiar la redacción: “Un fantasma recorre Latinoamérica, el fantasma del populismo: de izquierda y de derecha”. Con la salvedad que ambos ismos: izquierdismo y derechismo atacan la débil esencia de la democracia. Este sistema, ya lo manifestó Winston Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”.
Ambos bandos aseguran tener la razón, sobre todo la izquierda, que niega que la derecha tenga el menor derecho a gobernar, aunque en las últimas elecciones, ninguna de las partes superó al contrario por más de un dígito. Es decir. 50% vs. 49%, o números parecidos. En tal situación, ninguno acepta acuerdos. Es el todo o nada, cuando la prudencia dicta buscar un entendimiento y aprender a cogobernar, cuando la diferencia de votos es mínima. Pero, el orgullo de los políticos es infinito: ¡cómo voy a compartir el poder con esos! Entonces es cuando reviven los fantasmas del pasado:, sean zurdos o derechos.
Asimismo, una encuesta de 2013 entre ciudadanos estadounidenses dio un resultado compartido por los de otros países: los diputados y senadores son más impopulares que las cucarachas y los embotellamientos. En tanto que en la Gran Bretaña, 62% de entrevistados en 2012 estuvo de acuerdo en que “los políticos mienten siempre. No se les puede creer nada”. De tal suerte, la desilusión de los votantes ha erosionado la democracia: el abstencionismo crece a cada elección, por lo que muchos electores opta por grupos y partidos populistas y radicales. Por tal motivo, la democracia está en peligro, digan lo que digan los nuevos “mesìas tropicales”. Parece que Churchill tenía razón.
En estas condiciones, casi no fue sorpresa que al finalizar la primera semana del año, llegaran a bordo de infinidad de autobuses miles de manifestantes ultraderechistas a la exuberante ciudad de Brasilia, la capital de Brasil, gobernada por uno de los políticos fieles al ex presidente Jair Messias Bolsonaro —ahora refugiado en la Florida, EUA—, que nada hizo para ponerse en alerta. Las hordas “bolsonaras” avanzaron sin mayor dificultad sobre las parcas fuerzas de seguridad para irrumpir en el Congreso, en Planalto: el palacio presidencial y el Supremo Tribunal Federal, provocando grandes destrozos en todos estos recintos. La revuelta pedía que las fuerzas militares se comprometieran en un golpe de Estado en contra del legítimo presidente ratificado en el balotaje, Luiz Inacio Lula da Silva. El destrozo en los edificios oficiales fue total; la violencia fue inédita en la historia del país sudamericano. Por cierto, en Planalto, la sede presidencial, solo un despacho se salvó de la destrucción: el de Lula, porque la turba no logró romper la puerta.
Nunca antes Brasil había vivido semejante jornada de terror, ante la pasividad de las fuerzas de seguridad de la capital, cuyo gobernador, Ibaneis Rocha, es plenamente identificado con el ex presidente Jair Bolsonaro. Los terroristas sumaron entre seis mil y diez mil manifestantes, procedentes de varios estados brasileños con todos los gastos cubiertos por empresarios que, cuando sean identificados, serán castigados, según lo anunció el presidente Lula da Silva en un discurso duro especialmente en contra de Bolsonaro cuyas arengas “estimularon a los vándalos fascistas” para invadir las tres sedes del gobierno federal.
Después de la tormenta viene el castigo. En principio se habló de 400 detenidos y 46 heridos, dos de ellos graves. Al escribir esta ISAGOGE sumaban otras 1,200 aprehensiones de la Policía Federal frente al cuartel general del Ejército en Brasilia, durante los operativos para desalojar los campamentos de seguidores de Bolsonaro durante los pasados dos meses. El Tribunal Supremo fijó un plazo de 24 horas a las Fuerzas de Seguridad para que desalojaran las concentraciones de los grupos asaltantes de las sedes de los poderes del Estado. El desalojo fue pacífico y los detenidos se identificarán para establecer si tomaron parte en los ataques violentos del domingo. Estarían bajo arresto los identificados en los actos vandálicos.
Al paso de las horas, surgen muchas preguntas, sobre todo las que versan sobre la responsabilidad por acción u omisión de las propias autoridades. Desde hace varios días se sabía que el ministro de Defensa, José Mucio, se enfrentó con el titular de justicia, Flávio Dino, sobre cómo lidiar con las turbas “bolsonaristas” que tenían semanas exigiendo un golpe militar en Brasil.
Dino optaba por disolver los campamentos, Mucio decía que la protestas eran gestos de libertad de expresión que debían tolerarse. Ahora, algunas fuentes denuncian que la omisión dejó que miembros de la Policía Militar y otros efectivos castrenses pudieran involucrarse con los Terroristas. De hecho, el domingo (día del asalto a las sedes del poder) había tropa en los sótanos de Planalto, pero no impidieron que los ultraderechistas avanzaran. Al igual que otros militares en el Ministerio de Defensa. Hay videos de bolsonaristas conversando con policías. Parecía que la orden era de no actuar. Además, según el sitio de noticias Metrópoles, un documento de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF) confirma que hubo negligencia de la Policía Militar (PMDF) durante los actos registrados en Basilia. Una de las versiones indica que reprimir antes del ataque hubiera sido más costoso; incluso, solicitar acciones penales contra el expresidente Bolsonaro y solicitar a EUA su extradición.
De acuerdo al analista brasileño Leandro Machado, aseguró “que seguramente Bolsonaro alentó este intento de golpe de Estado, no solo con su silencio desde que perdió las elecciones y no admitió la derrota, sino durante los últimos años. A su juicio, “este atentado terrorista tiene las idea huellas dactilares de Bolsonaro; pero no sólo de él, sino de sus aliados”. Por su parte, el titular de Justicia, Flavio Dino, acusó directamente al expresidente. En su cuenta de Twitter, Bolsonaro reaccionó negando “las acusaciones, sin pruebas, que me atribuyó el actual jefe del Ejecutivo de Brasil: Lula da Silva”.
Por su parte, Da Silva y las cabezas de los poderes Legislativo y Judicial llamaron el lunes 9 a mantener la “serenidad” y “defender la democracia” en paz. En un comunicado conjunto, rechazaron los actos terroristas”.
En la nota conjunta firmada por Lula, los jefes del Congreso, y la presidenta de la Corte Suprema, Rosa Weber, se señaló que “el país necesita normalidad, respeto y trabajo (para alcanzar) el Progreso y la justicia social”. Las autoridades volvieron el lunes 9 de enero a despachar desde sus oficinas, aun en medio de destrozos y con funcionarios de la Fiscalía recogiendo evidencias de lo sucedido.
Entretanto, en un gesto internacional que no siempre coincide, las reacciones internacionales de condena a los destrozos de las sedes de los tres poderes en Brasilia, se acumularon. Los gobiernos de EUA, Canadá y México —representados por el presidente Joe Biden, el primer ministro Justin Trudeau, y el presidente Andrés Manuel López Obrador—, condenaron el intento de golpe de Estado por medio de un comunicado conjunto publicado desde la Ciudad de México. Por su arte, Biden tuiteó: “Condeno el asalto a la democracia y a la transferencia pacífica del poder en Brasil. Las instituciones democráticas de Brasil cuentan con todo nuestro apoyo”. Y, López Obrador no podía permanecer callado: “Reprobable y antidemocrático el intento golpista de los conservadores de Brasil azuzados por la cúpula del poder oligárquico, sus voceros y fanáticos…Lula no está solo, cuenta con el apoyo de las fuerzas progresistas de su país, de México, del continente americano y del mundo”. Si el juarista tabasqueño no escribe esto, revienta.
Lo mismo hicieron el presidente de Chile, Gabriel Boric: “Impresentable el ataque a los tres poderes del Estado brasileño por parte de bolsonaristas. El gobierno de Brasil cuenta con todo nuestro respaldo frente a este cobarde y vil ataque”. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, escribió: “Toda mi solidaridad a @Lulaoficial y al pueblo de Brasil. El fascismo decide dar un golpe. Las derechas no han podido mantener el pacto de la no violencia”. Y el presidente de Cuba, Miguel Dìaz-Canel, no podía ser menos: “Condenamos enérgicamente los actos violentos y antidemocráticos en Brasil, con el objetivo de generar caos e irrespetar (sic) la voluntad popular expresada con la elección de Lula”.
Mientras se dilucida la culpabilidad de Bolsonaro en los destrozos del domingo pasado, el gobierno de EUA aseguró que no había recibido una solicitud de extradición desde Brasília. Es más, Washington no ha precisado qué tipo de visa tiene el expresidente. Sin embargo, la diputada federal brasileña, Erika Hilton comunicó el lunes 9 de enero que había “presentado oficialmente una solicitud al gobierno estadounidense para reclamar la extradición”. Esta información puede ser incierta pues las peticiones de extradición de cualquier país del mundo normalmente las hace la cancillería correspondiente, no un diputado o senador del país reclamante. En tanto se sabe que Jair Bolsonaro reside en una mansión alquilada o prestada por su amigo brasileño el luchador de artes marciales, José Aldo da Silva Oliveira, en Orlando, Florida, a unos cuantos kilómetros de Disney World. La versión popular de la huida de Bolsonaro a EUA gira alrededor de evitar ser juzgado en Brasil por las causas que tiene abiertas en su país de origen tras perder la inmunidad como presidente.
En fin, el intento de golpe de Estado militar, fortaleció a Lula interna e internacionalmente, aunque también divide a la opinión pública brasileña y los medios de comunicación. La democracia hay que cuidarla cotidianamente. Eso es evidente. En 2020, EUA sufrió algo parecido. VALE.