El pasado 2 de enero, primer día hábil del 2023, no fue simplemente, el punto inicial en el que el planeta tierra alistó el paso para efectuar una vuelta más al sol. La elección de la Ministra Norma Lucía Piña Hernández como la primera mujer para presidir el Máximo Tribunal de México, se convirtió en la victoria que para el género femenino, al igual que la obtenida por Carlos Martel en la batalla de Poitiers, marcó el comienzo de una trascendente transformación histórica.

¿Por qué la similitud de la elección de la Ministra Piña con el triunfo de Carlos Martel en la batalla de Poitiers? –Porque la expansión musulmana por Europa hasta antes de ese histórico día se había tornado imposible de detener. El 10 de octubre del 732, el ejército Franco comandado por Carlos Martel venció a las fuerzas de Abd al-Rahman ibn Abd Allah al-Ghafiqi en la famosa batalla de Poitiers, que se escenificó entre las ciudades de Tours y Poitiers. La importancia de este acontecimiento bélico, según lo han señalado las investigaciones, cambió el curso de la historia poniéndole freno el dominio musulmán en ese continente, lo que propició que la cronología política, social, económica, cultural y religiosa de Europa y quizá del mundo, tomara el perfil que hoy conocemos.

En el desarrollo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, podría realizarse una afirmación similar. La idiosincrasia, historia, costumbres y tradiciones de la época de su creación, concebían los espacios profesionales exclusivos para los varones, la participación femenina solamente tenía cabida en labores operativas. José María Morelos y Pavón, llevó a cabo la instalación del Supremo Tribunal de Justicia para la América Mexicana, en Ario de Rosales, Michoacán, en marzo de 1815. Tuvieron que pasar 146 años para que llegara la primera mujer ministra a la Suprema Corte y 208 para que una mujer pudiera presidir el Máximo Tribunal.

Ambas, Cristina Salmorán de Tamayo y Norma Lucía Piña Hernández, al igual que Carlos Martel, en la batalla de Poitiers, constituyen un hito en la cronología histórica, un parteaguas, el punto que señaliza un antes y un después.

La ministra Salmorán abrió el sendero para que hoy, cuando menos se cuenten a 14 mujeres en la Corte. Un número todavía bastante pequeño, pero que marca la presencia femenina. En comparación con los 453 varones que han ocupado un sitial en ese magno recinto, para las mujeres abogadas, todavía hay largo camino a recorrer.

La ministra Piña Hernández acaba de abrir una pesada puerta enmohecida por el paso de más de dos siglos. Esta es la victoria más grande que en el rubro de la justicia mexicana se ha proclamado para las mujeres. Es como el triunfo de la batalla de Poitiers, la que, hoy, transforma el curso de la historia.

La ministra Piña cuenta con todos los atributos profesionales para hacer un magnífico desempeño en la Presidencia de la Corte, como los grandes juristas que la han precedido en el cargo. Con una Carrera Judicial de casi 35 años de servicio, en la que incursionó como Secretaria de Tribunal Colegiado de Circuito, Secretaria de Estudio y Cuenta de la Suprema Corte, Juez de Distrito, Magistrada de Circuito y a partir de 2015 Ministra de la Suprema Corte, constituyen una experiencia judicial forjada con honestidad, estudio, dedicación, empeño. Cualidades que reconozco de manera personal, pues en los albores del segundo milenio tuve el privilegio de integrar con ella Tercer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito, época en la que como ella lo señaló en su discurso de toma de posesión como Ministra de la Corte, “…además de disfrutar el trabajo, también consolidamos una amistad que perdura hasta nuestros días”. Amén de coincidir en la Corte durante los últimos tres años de mi estancia en el Máximo Tribunal.

De ninguna manera resto atributos a los demás integrantes del Pleno de la Corte que postularon sus candidaturas para ocupar la presidencia, sobradamente puedo señalar que también tengo el privilegio de conocerlos, de haber coincidido algunos años en la labor de impartición de justicia y que estoy segura de que igualmente harían un gran desempeño en el honroso cargo. Sin embargo, lo que hoy las mujeres festejamos es la llegada, por primera vez, de una persona de nuestro género, que cuenta  con la experiencia y conocimiento necesarios y que nos hace sentir dignamente representadas.

Norma Piña es una jurista extraordinaria, inteligente, honesta, estudiosa, dedicada, con gran sencillez y agudo sentido del humor. Su sinceridad es una cualidad que siempre le he apreciado. La vena jurídica la heredó de su Padre, brillante abogado hidalguense que destacó en diversos campos jurídicos, entre otros: la academia, el litigio y la procuración de justicia.

Norma Piña creció en un entorno familiar conformado de valores e ideales. Bajo la figura materna que les predicó con el ejemplo de trabajo y dedicación a tres hermanas mujeres que hoy son exitosas profesionistas y mujeres realizadas en el ámbito personal y familiar. Es una mujer con sentido sobrio de la vida y de firmes convicciones. Ha sabido concatenar su exitosa carrera profesional con una hermosa familia, de la que no puedo dejar de reconocer el amor, apoyo y comprensión de su esposo y sus tres hijos.

Su actuación como ministra de la Corte se ha caracterizado por su gran profesionalismo y sentido de responsabilidad, pues siempre ha estado consiente de la gran trascendencia y repercusión que las decisiones del Máximo Tribunal tienen para la vida económica, política, social y cultural de nuestro país.

Norma llega a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, del órgano cupular del Poder Judicial de la Federación, del guardián del respeto a la Constitución, a los tratados internacionales y a la ley, del reducto más importante de nuestra democracia y nuestro estado de Derecho, en un momento definitorio de la historia de México. Su nombramiento ha sido aclamado en todos los foros: político, económico, académico, jurídico, jurisdiccional, femenino, así como de la sociedad en general.

Estoy segura de que la actuación de la Ministra Norma Piña representando a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, será con honestidad y profesionalismo, para orgullo de nuestro país, de sus instituciones, pero sobre todo, como digna representante de las mujeres mexicanas, que al igual que Carlos Martel en la batalla de Poitiers, hoy ha cambiado el curso de la historia.

La autora es ministra en Retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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