In memoriam (“El Gran”) Modesto Seara Vázquez

(Allariz, Orense, Galicia, 1931-Ciudad de México, 26

Diciembre 2022). Otro español que hizo por este país

lo que pocos mexicanos. En la Escuela de ciencias

políticas de la UNAM (1962) le cambió la vida a muchos,

incluyéndome. Fundador de Universidades, de verdad.

Agradecido por siempre.

La mayoría del círculo cercano a Joseph Aloysius Ratzinger, no ignoraba que el Papa Emérito tenía una personalidad compleja, con una cultura muy por encima del resto de sacerdotes de su generación, virtudes que diferenciaron siempre a su pontificado, que no necesitó fuerza física para llegar a los 95 años de edad, sin estar al frente de la Iglesia Católica. Y que defendió, hasta lo último, sus ideas religiosas, lejanas de explicaciones científicas, que no pasaron de hipótesis según escribió en dos folios de despedida, en los que agradeció a sus padres sostenerlo en el seminario, y en los que pidió perdón a los que hubiera perjudicado de alguna manera. Sus últimas palabras fueron: “Signore, ti amo” (“Señor, te quiero”, en italiano).

El  sacerdote,  de origen alemán (Marktl am Inn, Alemania, 16 de abril de 1927-31 de diciembre 2022, Ciudad del Vaticano), hijo del matrimonio profundamente católico de un comisario de gendarmería, y de una ama de casa que antes de casarse había trabajado como cocinera en algunos hoteles, a los doce años de edad, como se acostumbraba ingresar al seminario menor para iniciar la carrera eclesiástica, llegó al de Sankt Michael, en Traunstein, y dos años después  fue obligado a participar en las juventudes hitlerianos, pues se impuso tener el carnet de identificación para poder matricularse en el seminario. Como muchos otros jóvenes alemanes fue llamado a filas, primero como ayudante en la Lutwaffe (fuerza aérea); poco antes de que cayera Berlín, desertó y fue capturado por las tropas aliadas. Después continuó sus estudios eclesiásticos.

La figura papal desconcertaba a propios y extraños. Siempre pareció más frágil de lo que en realidad era. Aunque como persona disfrutaba de la naturaleza, no fue hombre de mucha actividad física. Lo suyo, realmente lo suyo, fue el estudio;  muchos libros, expedientes, la meditación, la reflexión, sobre todo después de haber renunciado a seguir al frente de la Iglesia hace casi diez años. Ni el sacerdote Ratzinger, ni el Papa Benedicto XVI fueron mediáticos, su carisma era la palabra, no la imagen. Los dos en uno mantenían la mirada en el fondo de las cosas con gran sentido de la historia, alejándose, frecuentemente, del vértigo religioso, de la política.

Durante un cuarto de siglo Ratzinger fue catedrático de teología en Alemania, antes de ser nombrado arzobispo de Múnich. Posteriormente se convirtió en el guardián del dogma de la Iglesia Católica, donde le llegaron a llamar “el Rottweiler” de la fe. David Gibson, autor de su biografía The Rule of Benedict  escribe: “El vigilaba los límites de la fe”…”Era  brillante y brutalmente efectivo”. Por último, accedió al Pontificado para continuar la tarea del polaco Juan Pablo II en abril de 2005, cargo al que renunció en febrero de 2013 por motivos de salud. Decisión que le representaría la posteridad.

Por cierto, cuando Ratzinger anunciaba su renuncia solo una periodista italiana se percató del mensaje y de la importancia de la noticia porque Benedicto XVI estaba hablando en latín —el idioma preferido en la Ciudad del Vaticano para las grandes ocasiones—, y muy pocos de los presentes en la conferencia de prensa comprendían su anuncio. Se trataba de la joven Giovanna Chirri, de la Agencia italiana de noticias ANSA. Por tal motivo esta agencia le ganó la noticia a todos los medios. Poco después, bromeando, Luigi Contu, director de ANSA, dijo: ”Es la venganza de la cultura ante la preparación de los futuros periodistas”. La reportera, reaccionó con modestia: “El latín de Benedicto XVI es muy fácil de entender…Cuando escuché que el Papa renunciaba, me temblaron las piernas y me eché a llorar”.

El lunes 11 de febrero de 2013, cuando Benedicto XVI informaba a los cardenales de la canonización de 800 mártires, de pronto dejó de referirse a este asunto y cambió de tema, para afirmar que estaba cansado,  que la presión era demasiado fuerte y que iba a renunciar”. Chirri entendió lo que estaba diciendo, y envió esta nota a su agencia: “El Papa dejará el pontificado el 28 de febrero por problemas de salud…el cónclave  para elegir al nuevo Papa se convocará a mediados de marzo”.

A las 11.46 horas de ese lunes de febrero de 2013 —muy pronto hará diez años—,  ANSA sorprendió al mundo anunciando la renuncia del Papa. Así es la historia. Todo porque una reportera sabía latín. Nada que ver con el libro de Rosario Castellanos: Mujer que sabe latín.

En vida y en la muerte, la faceta cultural es la que más destaca de Benedicto XVI, que ya pasó a la historia no sólo por haber sido el Papa número 265, o haber renunciado al Pontificado mucho antes de lo que la costumbre dictaba, sino por muchas otras razones que expuso en su abundante bibliografía y, sobre todo por haber sido, como lo describió la nueva primera ministra de Italia, Georgia Meloni: “un gigante de la fe y de la razón, enamorado de Dios”.

Por lo mismo, su paisano,  el canciller alemán Olaf Scholz, puso de relieve el aspecto cultural para describirlo. “Benedicto XVI fue un teólogo inteligente” … “con una personalidad controvertida”. “Para muchos, no solo en este paìs (Alemania), era un líder especial para la Iglesia…El mundo ha perdido una figura formadora para la Iglesia Católica”.

Ante esta cauda de elogios, no sorprende que en Italia, en Roma —donde se encuentra la Ciudad del Vaticano, sede de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana—, el presidente de la República Sergio Mattarella, lamentara: “Nuestro país está de luto, Benedicto fue un intelectual y teólogo que interpretó finamente las razones del diálogo, de la paz, de la dignidad de la persona, como intereses supremos de  las regiones…Su gentileza y sabiduría han beneficiado a nuestra comunidad  internacional”, palabras que rubricó la primera ministra Meloni con estas: “Benedicto ha sido un gigante de la fe y de la razón, un hombre enamorado del Señor que puso su vida al servicio de la Iglesia”…”El Papa fue un cristiano, un pastor y un teólogo, un grande que la la historia no olvidará”.

Otros personajes, como el director de la Conferencia Permanente de Academias Jurídicas Iberoamericanas, Rafael Navarro-Valls —hermano de Joaquín, el médico y periodista español que fue portavoz durante todo el papado de Juan Pablo II y dos años de Benedicto XVI—, hizo un análisis sobre Ratzinger titulado “Un valiente ante la política” en el que explica, por ejemplo, si Benedicto XVI era un Papa político: “No era un político por naturaleza. Pero sí tenía la valentía de enfrentarse con las crisis políticas y convertirlas en ocasión de diálogo”.

Al respecto, Rafael anuncia la próxima aparición de las memorias de su difunto hermano Joaquín editadas por Espasa/Planeta, en la que cuenta que la Congregación para la Doctrina de la Fe realizó una investigación dispuesta por el Papa sobre el repugnante  caso de Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, al que Benedicto XVI “le impuso una serie de sanciones”. La Curia en general era contraria a hacer públicos tanto el resultado de las investigaciones como las sanciones. Por sugerencia del portavoz, Benedicto XVI decidió que se hicieran públicas las sanciones y la investigación.

Resume Navarro-Valls que Ratzinger pese a lo corto de su pontificado y de su avanzada edad —78 años al ser elegido Papa—, la historia le hará justicia (aparte de publicar tres encíclicas y tres libros sobre Jesús que fueron best sellers); un día será santo, porque fue “el mejor teólogo de la historia del papado, hizo un gesto heroico de humildad al renunciar al Pontificado, esculpió con claridad las relaciones entre amor y verdad; es decir, pensaba que el amor, aislado de la verdad, se convertiría en un buenismo estéril, a su vez, la verdad sin amor, tenía la frialdad de un iceberg”. Sic de caeteris.

En su análisis, Navarro anota un hecho sorprendente: por primera vez en la historia, un Papa (ya emérito)  hace el balance de su mandato en un libro de entrevistas. Sin olvidar su análisis de las causas más profundas de los abusos sexuales y la paidofilia cometidos por los sacerdotes católicos, hechos que lo perseguirán aún después de muerto.

Mientras decenas de miles de files acudieron a las exequias de cuerpo presente en la Basílica de San Pedro, el proceso por presunto encubrimiento de abusos contra Benedicto XVI sigue abierto, por ahora, aunque en “principio se produce una interrupción por la muerte de una de las partes”, indicó la portavoz del Tribunal Regional de Traunstein, en Baviera, Andrea Titz, quien citó el código de derecho civil de Alemania. Benedicto XVI tenía el propósito de defenderse de las acusaciones.  Sic transit gloria mundi. VALE.