¿Putin en acción?

Escribo este artículo que se publicará unos días antes del primer aniversario de la invasión rusa a Ucrania, así que que nada podré comentar si es que como prevén analistas expertos, Putin depara una sorpresa bélica el día del aniversario, que podría ser -dicen estos- una gran batalla mecanizada en el Donbass, la región del este de Ucrania, en la frontera con Rusia, donde desde 2014 el Gobierno ucraniano y fuerzas separatistas prorrusas libran una guerra por su control.

Lo anterior, tanto por el hecho de que el ejército ruso ha movilizado a decenas de miles de hombres y el grueso de sus carros de combate y vehículos acorazados en la zona, como porque Putin ha hecho saber a sus generales que quiere ocupar toda la región en las próximas semanas. Lo que haría olvidar el fracaso del autócrata, quien pensaba que la invasión a Ucrania sería un paseo triunfal y se encontró con un pueblo que lucha heroicamente por su territorio y su nación.

Pero no solo será Ucrania el escenario de las acciones “imperialistas” del amo del Kremlin, sino que también atentaría contra Moldavia, la minúscula exrepública soviética ubicada entre Rumania y Ucrania: Maia Sandu, presidenta de Moldavia, denuncia que Moscú planea un golpe de Estado. Un Putin obsesionado en revivir un “imperio zarista”, que ya en 2008, ante el posible ingreso de Georgia a la OTAN, ¡de nuevo la OTAN!, desmembró a este país; a lo que contribuyó la torpeza de su impresentable presidente, Mijeíl Saakashvili.

Y, en el contexto de la guerra rusa contra Ucrania:

(Osaka – Japão, 28/06/2019) Presidente da República, Jair Bolsonaro, durante recepção ao Presidente da Federação Russa, senhor Vladimir Putin..Foto: Alan Santos / PR

El tianguis de armas

Los medios -redes sociales, prensa escrita y comentaristas de radio y televisión-, las informaciones de los gobiernos y las declaraciones de políticos mencionan hasta el cansancio, a menudo con descripciones detalladas, el material bélico: municiones sofisticadas, misiles, tanques de guerra y aviones de combate que pide -exige- el presidente ucraniano Volodimir Zelensky y que le dan o solo le prometen o de plano le niegan Estados Unidos y Europa.

El armamento que va obteniendo el mandatario, en el contexto de cifras de miles de millones de dólares que Estados Unidos y países de la Unión Europea otorgan a Kiev para armas, adiestramiento militar -y otros objetivos- lleva explícito un mensaje político a Rusia de que Occidente actúa unido y con determinación en su apoyo a Ucrania. Aunque la realidad es menos generosa, pues hay entre los gobiernos europeos algunos dubitativos y otros secretamente -o no tan secretamente- amigos de Putin; mientras que en Estados Unidos el auxilio económico a Ucrania está sujeto a los avatares de la relación demócratas republicanos en el congreso y el gobierno.

La OTAN, desde luego, está presente en esta suerte de tianguis, del que se regocija la industria de armamentos, y urge que se envíen armas a Kiev: Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza Atlántica, dijo en conferencia de prensa este 13 de febrero, que el Kremlin está iniciando una nueva ofensiva en Ucrania con miles de soldados más y armas; y, por ello, Kiev requiere más armas y pronto.

 

“Ucrania es Europa”

La guerra que actualmente se libra en Ucrania ha dado lugar a debatir sobre la vinculación del país a la OTAN, lo que es impensable porque la Alianza Atlántica es, por motivos válidos, una Bestia Negra para Putin. Es, asimismo, tema prioritario su admisión como socio en plenitud de derechos, de la Unión Europea, en lo que ha insistido una y otra vez, hasta de manera vociferante -diríamos- Zelensky, el mandatario ucraniano.

Recuérdese que en 2013 iba a firmarse un importante acuerdo de asociación de Ucrania con Europa, aunque no otorgaba al país este europeo el estatus de miembro de la Unión Europea, que finalmente no suscribió el presidente ucraniano, prorruso, Viktor Yanukovich, lo que dio lugar a su defenestración y provocó la mini revolución del Euromaidan (Europlaza), una de cuyas consecuencias fue la apropiación de Crimea por parte de Rusia y, hoy mismo, la guerra que se libra.

Zelensky, como digo, presiona a gobiernos y a la Unión Europea para que Ucrania sea aceptada en el selecto club, y en junio de 2022 el país obtuvo el estatus de candidato. Al mismo tiempo, los jefes de gobierno -y en su caso de Estado- de países importantes como Francia, Alemania, España y de otros, así como los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo, han expresado su apoyo pleno a Kiev ante la grave situación que enfrenta. Pero la adquisición del estatus de socio será resultado de un largo proceso, que exige reformas económicas, políticas, atacar seriamente a la corrupción y otras del país candidato.

Al margen de este diálogo de Ucrania con Bruselas y líderes europeos sobre la aspiración de Kiev de integrarse a la Unión Europea, según algunos serios analistas, hay regiones en el país en las que parte de la población no se siente europea sino rusa -yo tuve en México un alumno ucraniano que compartía este sentimiento. Aunque considero que la convicción de las mayorías es que Ucrania es europea y debe integrarse a Europa. Y ahora con mayor razón.

 

¿Y qué de la paz?

Lo deseable y justo, pero irreal, es lo que respondió Saana Marin, la carismática primera ministra de Finlandia cuando se le cuestionó al respecto: “La salida del conflicto es que Rusia abandone Ucrania”.  Pero lo cierto es que, si no hay un cese acordado de hostilidades, es de temerse que habrá una guerra prolongada, interminable y un acuerdo, si nos atenemos a las declaraciones, agresivas y violentas de Putin y de Zelensky y a las exigencias de uno y otro, no parece factible por ahora.

Kiev exige la salida de Ucrania, incluso de Crimea, de las tropas invasoras y Putin continúa afirmando que defenderá a las comunidades ucranianas rusófonas y prorrusas, que residen principalmente en el Donbás -el sur y este del país- y ha reconocido la “independencia” de las provincias de esa región. Sigue, además, vociferando contra los “neonazis” que gobiernan Ucrania y “han cometido un genocidio en la región del Donbás”.

Sin embargo, la diplomacia continúa trabajando, tanto en Europa: la Unión Europea y gobernantes de la talla de Emmanuel Macron, como en otras latitudes: Turquía -claro que hoy debe volcarse s auxiliar a las víctimas de los terremotos- China misma y ¡América Latina!: y no me refiero a la deslavada propuesta mexicana, que ha pasado sin pena ni gloria en foros onusianos, sino a la propuesta que el presidente brasileño Lula reveló en su reciente entrevista en Washington con Biden, de crear un “club de paz”, que incluya a países como India y China para resolver conflictos como el de Rusia y Ucrania. Una propuesta que Lula ya comentó con Macron y con el canciller alemán Olaf Scholz

Veremos, aunque el momento actual no abona al optimismo.

 

La guerra, Occidente y América Latina

La guerra ha dado lugar a reflexiones interesantes respecto al escenario internacional: sobre Occidente y -me interesa por obvias razones- sobre América Latina. Porque esta guerra, según los expertos, ha producido un profundo cambio geopolítico, equiparable a la caída del Muro de Berlín (1989) y la desaparición del bloque soviético (1991), el 11-S (2 001) y la crisis de 2008.

En este escenario internacional China, pero también la India, está presente como potencia, en tanto que un buen número de países asiáticos, africanos y latinoamericanos, que no han acompañado o incluso han condenado las resoluciones anti-rusas de la ONU, constatan con ello la “desoccidentalización del mundo”.

Esta afirmación, que se presta a la polémica, ¿quiere decir no solo desoccidentalización material: de poder, militar, sino respecto a los valores morales, sociales y políticos de Occidente -léase, democracia, derechos humanos, etcétera? Espero que no.

La guerra dio lugar también a visibilizar a Latinoamérica, que lamentablemente no mostró una fuerte presencia y unidad. Por una parte, los autoritarios, dictaduras o casi, “socialistas” irredentos: Cuba, Nicaragua y Venezuela, reforzando sus alianzas con Rusia. Otros también, como fue el caso de Bolsonaro y Alberto Fernández, que viajaron a Moscú. Otros más, como el chileno Boric, socialista sensato, condenando la acción de Rusia y el colombiano Petro exhortando a los adversarios a conversar. Otros, por último, con posiciones contradictorias -véase el caso México. Sin líderes, sin congruencia, ha tenido que aparecer Lula y su ya mencionada propuesta del “club de paz” para decir que América Latina está visible.

 

Rencores de Putin y opiniones de “pontífices”

Recuérdese que Putin ha estado enfurecido -y sigue- porque la OTAN, desde el territorio de antiguos países del Pacto de Varsovia, está cercando, literalmente, a Rusia; y consideraba inadmisible la pretensión de Ucrania de incorporarse a la Alianza Atlántica. Y tenía razón.

No tiene razón, en cambio, al pretender que Ucrania es parte de Rusia, y ningún derecho a adueñarse del país -o parte de él- imbuido de un eslavismo dogmático y enfrentado a Occidente, su Bestia Negra.

Opinión de “pontífices”: Zbigniew Brzezinski, asesor de Jimmy Carter, decía que sin Ucrania Rusia dejaría de ser un Imperio euroasiático y solamente podría aspirar a ser un imperio asiático. No obstante, si es que Rusia volvería a ganar el control de Ucrania, “con sus 52 millones de habitantes y grandes recursos, como también su acceso al Mar Negro, Rusia automáticamente gana de nuevo los medios para convertirse en un poderoso poder imperial.

Henry Kissinger, otro “pontífice”, decía antes de la invasión rusa: “para que Ucrania sobreviva y prospere, no debe ser puesto de avanzada del Este o del Oeste, uno contra el otro, sino ser puente entre ambos”. Este mes de enero, sin embargo, vincula a Ucrania con la OTAN y considera que Rusia debe retirarse a las líneas previas al 24 de febrero, y que los territorios que reclama Ucrania, como Donetsk, Lugansk y Crimea, «podrían ser objeto de negociación después del alto el fuego.