Cuando esta ISAGOGE sea publicada —domingo 5 de febrero—, a la guerra entre Moscú y Kiev solo le faltarán 19 días para cumplir un año, y todo indica (incluyendo el suministro de tanques sofisticados y hasta la posibilidad de envío de aviones de combate de países de la OTAN), que este desgastante enfrentamiento bélico (iniciado unilateralmente por órdenes del presidente ruso Vladimir Vladimirovich Putin, se alargue por tiempo indefinido (sine die). Ojalá y no sea “Ad calendas graecas”.
El conflicto no tiene para cuando porque aunque en “teoría” el diferendo solo se desarrolla entre las fuerzas armadas rusas y ucranianas, el hecho es que Rusia cuenta con su privilegiada posición de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), lo que impide que el organismo mundial aprueba acciones en contra del país invasor del territorio ucraniano; y en contrasentido, los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), apoyan al país invadido aunque éste no forme parte de la institución militar predominante europea, que incluye a EUA y a Canadá. Sobre todo, el pequeño ejército de Ucrania, en comparación con el ruso, ha recibido apoyo decidido de los principales miembros de la Alianza Atlántica en material bélico: equipo y municiones sofisticadas y está en curso la aprobación del envío de nuevos aviones de combate avanzados.
Aunque el desarrollo de la actividad bélica ha cambiado mucho desde el fin de la II Guerra Mundial —1945–, en varios aspectos todavía hay puntos de comparación: desde que en las líneas de combate aparecieron por primera vez en un campo de batalla para acabar con las “heroicas” pero vetustas cargas de caballería (15 de septiembre de 1916 en Flers-Courcelette, al norte de Francia, en el frente del Somme), los tanques han sido el principal ariete para romper las defensas enemigas y conquistar el territorio enemigo. En la fecha citada, las tropas francesas y británicas contra los soldados del káiser pasaron a la historia. A 117 años de aquella batalla, los tanques mantienen su efecto devastador sobre la infantería. Esto no podía ser diferente en la primera cuarta parte del siglo XXI.
Por lo mismo, el David ucraniano no ha dejado de solicitar a sus aliados (y proveedores militares) desde hace casi un año el envío de tanques de guerra, pero el “control de la escalada” ha obligado a los occidentales (la NATO, con algunas ausencias casi los mismos que forman la Unión Europea: UE), a proporcionar esas armas poco a poco. Primero, los antitanques Javelin, para detener las columnas blindadas rusas en torno a la capital ucraniana. En el verano fueron las lanzaderas Himars para machacar la logística rusa y detener su avance en el Donbás. Más tarde fueron las baterías antiaéreas para cubrir las urbes ucranianas y frustrar los bombardeos rusos sobre las infraestructuras energéticas. Ahora, se esperan por lo menos 100 de los mejores tanques de la NATO con el propósito de dar golpes definitivos a los batallones rusos y que Ucrania recupere la mayor cantidad de territorio posible. Conseguir tanques modernos es imperiosa necesidad, aunque Ucrania tenga tanques propios, tanto de los proporcionados por Polonia, la República Checa y hasta por Marruecos (por cierto, todos de manufactura rusa), como los fabricados en sus propios talleres —en su mayoría modelos T64–, además de 543 carros de combate capturados al enemigo, muchos T62 (en servicio durante la Primavera de Praga) T72, T80 y algunos modelos T90 que cayeron en sus manos durante la liberación de Jákiv y Jersón. Podrían parecer suficientes, pero no lo son. Son vehículos militares rusos utilizados de forma muy deficiente por los propios soldados rusos, y también son vulnerables a los drones ucranianos y a los antitanques aliados sobre el hombro. Razón por la cual las pérdidas de tanques rusos en la invasión suman cifras de espanto: 1,642 carros de combate, de acuerdo a algunas versiones militares.
Aparte del enorme embudo logístico que enfrentará Kiev con modelos de tanques tan diferentes (Leopard 2, alemán, Challenger 2, británico; y M1 Abrams estadounidense), Ucrania aprovechará ahora un puño acorazado sólo superado en la OTAN por EUA (si agrega a lo que ya tiene con lo que le enviarán). Los nuevos tanques, muy superiores a los rusos, pueden proporcionarle al ejército ucranio la posibilidad de dar un golpe definitivo para que el gobierno de Putin se siente a la mesa de negociaciones en condiciones más débiles que las del momento.
Al parecer esa es la apuesta de los aliados: que Ucrania esté preparada para propinar a Rusia un derechazo en su talón de Aquiles —por medio de una gran ofensiva desde Zaporiya a Melitopol o Mariúpol—, y que, por fin, Moscú vea amenazada así la península de Crimea, lo que posiblemente pudiera detener la guerra y llegar a negociaciones. Esta es la razón del gran movimiento armamentístico como no se había dado hasta el momento.
Si las expectativas de Kiev se cumplen, esto cambiaría por completo la estrategia del gobierno del presidente Zelenski, que esperaría a contar con todo este material acorazado para desarrollar cualquier gran ofensiva. En la primavera de 2023 se esperan grandes movimientos de tropas, aunque por el momento no se sabe exactamente en que parte del país tendrán lugar. Zelenski sabe hacerlo, como ya lo demostró con sus contraofensivas en Járkiv y Jersón, movimientos certeros de ocultación y ejecución.
En estas circunstancias, el miércoles 25 de enero, el presidente Joe Biden le hizo al mandatario ucraniano, Volodimir Zelenski, el mejor de los regalos de cumpleaños, al anunciar el envío de 31 tanques Abrams M1 para ayudar a defenderse contra la “brutal agresión” de Rusia. Este anuncio forma parte de una maniobra coordinada en la que Alemania y otros miembros de la OTAN también enviarán sus propios tanques a tiempo para la próxima ofensiva ucraniana prevista para la primavera.
No obstante, el mandatario estadounidense advirtió que el envío del nuevo material bélico “llevará tiempo” —quizás meses—, pero, el hecho es que esta decisión, solicitada por Zelenski en varias ocasiones, zanja por ahora la disputa en el seno de la OTAN. Asimismo, el anciano mandatario norteamericano resaltó “su confianza en la habilidad de las tropas ucranianas”, porque los tanques Abrams M1 son complejos de operar.
Once meses después de que Rusia ordenara la invasión de Ucrania, la Unión Americana y sus aliados europeos anunciaban la entrega de nuevos materiales bélicos a disposición del país agredido, ante la inminente posibilidad de que Putin movilice más tropas y lance otra ofensiva contra su país vecino.
A su vez, el canciller Olaf Scholz confirmó ante el Bundestag, lo que un día antes la prensa germana había desvelado: Alemania enviará tanques de combate Leopard 2 a Ucrania. No obstante, para una parte de la sociedad germana la decisión llegó un poco tarde. El noticiario Tagesschau, de la televisión pública, aseguró que el canciller ahora puede jactarse de no estar solo en su medida e incluso de haber creado una coalición internacional de tanques de guerra, pero que perdió no solo un tiempo valioso sino una gran oportunidad. El medio citado dijo que Scholz dejó pasar la posibilidad de formar una alianza europea con 13 países que cuentan con el Leopard. De esta manera, Alemania no solo hubiera apoyado a los ucranianos, sino hubiera afianzado su liderazgo, y por tanto, hubiera complacido al gobierno del Tío Sam, que durante años ha esperado a que Berlín tome la delantera en su faceta militar.
Pero, el canciller germano enfatizó repetidamente en su discurso frente al Parlamento, que no se dejaría llevar por el ruido de fondo o por los titulares de prensa: “En todo lo que hacemos, siempre debemos dejar claro que hacemos lo necesario y lo posible para apoyar a Ucrania, al mismo tiempo que debemos impedir que el conflicto escale a una guerra entre Rusia y la OTAN”. Como sea, la cautela del sucesor de Angela Merkel es evidente, sobre todo frente a los miembros de la cámara baja del parlamento alemán. No hay que olvidar que Alemania fue el país vencido en la II Guerra Mundial. Por lo que el canciller marcó unas líneas rojas en sus palabras y puso en claro que no habrá participación directa de soldados de la OTAN en la guerra de Ucrania y que el despliegue de tropas terrestres está fuera de toda discusión.
“Todos pueden confiar en eso”, enfatizó Scholz, refiriéndose a la preocupación de muchos ciudadanos alemanes que comparten la incertidumbre de verse arrastrados a la guerra. En efecto, solo el 46% de germanos está a favor de la entrega de tanques a Ucrania. El gesto del gobierno alemán fue agradecido por el presidente Volodimir Zelenski, y repitió una frase del canciller: “Alemania siempre responderá cuando se trate de apoyar a Ucrania”. Y el embajador ucraniano en Berlín, Oleksiy Makeiev, aplaudió el gesto con las siguientes palabras: “Estos tanques nos ayudarán a repeler la ofensiva rusa y a liberar nuestros territorios ocupados por Rusia y a la población”.
El envío constará en los próximos tres meses de una compañía compuesta por 14 tanques Leopard 2 a Ucrania, provenientes de las existencias de la Bundeswher (fuerzas armadas de la República Federal de Alemania). En un segundo paso se formará un segundo batallón a partir de tanques Leopard más antiguos.
Como colofón del anuncio del envío de tanques de guerra a Ucrania, hay que señalar que el presidente Joseph Robinette Biden Jr., declaró el lunes 30 de enero, que EUA no enviará aviones caza F-16 al conflicto ruso-ucraniano para ayudar a los segundos en la invasión ordenada desde Moscú; en contraste, el mandatario francés, Emmanuel Macron, afirmó que “no se descarta nada”, al ser abordado por la prensa sobre el posible envío de aviones de guerra para apoyar a Kiev. Es decir, el final de esta contienda no está a la vuelta de la esquina. VALE.