El 1º de febrero de este año, el Congreso de la Unión inició su segundo periodo ordinario de sesiones; lo hizo formalmente. Sus actividades ordinarias se iniciaron con posterioridad. Los legisladores tienen muchos pendientes; son de diferente índole: legislativas, nombramientos, ratificaciones, aprobaciones y otras.

De aquí al fin del actual sexenio, los legisladores miembros del Congreso de la Unión podrán reunirse durante diez meses y medio; ello implica la posibilidad de que se celebren alrededor de un poco más de cien sesiones ordinarias. Dados los pendientes, el número de las extraordinarias pudiera ser crecido.

A partir del 1º de febrero a AMLO, como presidente de la República, le restan 608 días; ello significa que tendremos igual número de mañaneras. Si bien podemos prever con exactitud tanto el número de unos y otras, no nos es dable saber cuántos daños y perjuicios él, su Morena y sus aliados serán capaces de hacer. Por decisión de la ciudadanía, perdieron la capacidad de reformar la Constitución política, pero conservan la posibilidad de reformar las leyes secundarias y, con el ejercicio de ella, están intentando consolidar su proyecto y preservar sus posibilidades de hacer daño.

Se habla mucho, y con preocupación, de esto último: la gran capacidad que tienen AMLO, su 4T y Morena de destruir instituciones, en especial las democráticas. Con temor se percibe la posibilidad de que aún pueden hacer más daño a las instituciones públicas. Todo lo anterior es real.

Por una u otra razón, muchos mexicanos estamos preocupados: la ciudadanía, por la carestía, inseguridad, falta de empleo y otros; los políticos de oposición por la aparente falta de líderes que encabecen un movimiento opositor y por carecer de un programa político común y aceptable a todos y que los aglutine. No lo es el interés común que tienen de despedir a los actuales titulares del poder. También están preocupados AMLO y sus aliados. Analizados con cuidado los negocios políticos se puede percibir que en este principio de año nadie, absolutamente nadie, tiene seguro algo.

AMLO, por su parte, ve que su corcholata predilecta, la que aparentemente está comprometida con su 4T, no levanta. Debe estar preocupado por verla caer en las encuestas. Como es creyente y carga amuletos, es previsible que esté haciendo “changuitos” para que no se produzca un nuevo accidente en el Metro de la Ciudad de México.

Aunque Adán Augusto quiere y, llegado el momento, pudiera cuidar la memoria de su actual jefe e intentar seguir con la 4T, no puede; la verdad es que no tiene con qué. Carece de ideología, programa y propuestas propias.

Los restantes candidatos tienen con qué, pero AMLO no los deja crecer; no confía en ellos; no los ve muy comprometidos con él, ni preocupados por salvaguardar sus intereses personales y familiares. Sabe que, llegado el momento, tanto Marcelo como Ricardo harán su juego y se procurarán un programa propio y diferente. Pronto se desvincularían de su actual jefe.

Los del partido oficial saben que no hay nada seguro para los candidatos de Morena en el Estado de México y Coahuila; que en Jalisco se ha consolidado Movimiento Ciudadano.  También tienen conciencia de que ninguno de los mega y medianos proyectos que iniciaron, están concluidos; y los que formalmente lo están, no funcionan: en resumen: todo indica que no tienen nada de que presumir ni que ofrecer y que, por lo mismo, no hay nada firme en el futuro para Morena y su líder.

Los morenos ya no aspiran a consolidar la 4T; como las casaderas “quedadas”, se comienzan a resignar con lo que les llegue y quede. Dado el estado de cosas, ante una eventual derrota, aspiran a menos: buscan impedir que la oposición se alce con el triunfo; en el peor de los escenarios, no quieren verse obligados a rendir cuentas de su fracaso, corrupción y, mucho menos, de sus delitos. Éstos son muchos y de diferente índole.

 

Reformas legales pendientes

Lo perentorio del plazo que les queda, significa, para AMLO y Morena, apurarse para asegurarse un escudo que los ponga a salvo, para el caso de que pierdan la presidencia de la República. En el mejor de los escenarios, a tratar de aprobar el mayor número de reformas a las leyes secundarias e intentar controlar los nombramientos en posiciones claves: Fiscalía General de la República, INE, Tribunal Electoral y otros.

En diferentes medios se ha externado la preocupación por salvaguardar las instituciones que tienen que ver con la organización y calificación de las elecciones. Es fundada la preocupación, oportuno el llamado a la ciudadanía y necesaria la movilización de los mexicanos. Hay que participar en las marchas a realizar el 26 de febrero, tanto en la Ciudad de México, como en las capitales de los estados, ciudades, villas, puertos y pueblos. Debemos salir a gritar; hacerlo ahora que es tiempo; tenemos oponernos a la destrucción de las instituciones públicas.

 

Acciones y venganzas

En lo político, para cambiar el escenario que se avizora, AMLO está consciente de que necesita dar un golpe mediático contundente. En principio, es de esperarse que, como reacción a la marcha ciudadana, haya dado instrucciones de que se organice otra contramarcha, como la que vimos en diciembre pasado. Que lo haga no tiene la menor importancia. Los acarreados, si bien hacen bulto, no tienen, por sí un, peso específico político. Qué le vamos a hacer, resignémonos a aceptar que los autobuses foráneos, con la complacencia de Claudia Sheinbaum, contaminen de nuevo la ciudad.

Dado los fracasos anunciados de sus grandes proyectos: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la Refinería de Dos Bocas y, en su momento, del Ferrocarril Peninsular, necesita asentar un golpe contundente a sus competidores: el PRI y el PAN. De ser ello necesario, la acción no estará enderezada contra Enrique Peña Nieto ni contra Vicente Fox. Bien o mal, Peña Nieto le entregó el poder sin patalear ni defender al candidato de su partido. Vicente Fox no significa nada; en su momento se aprovechó del PAN para llegar a la presidencia; posteriormente, en 2018, al ver que el candidato del PAN no levantaba, invitó a la ciudadanía a votar por el candidato del PRI. Así de firmes tiene los colores marianos: blanco y azul, en su camiseta.

La acción mediática de AMLO, de producirse, pudiera estar encaminada a destruir a Felipe Calderón Hinojosa. Si bien esa acción no le generará mayor número de votos, sí pudiera implicar el cobro de unas cuentas pendientes. Sería la venganza que tanto ha deseado y postergado. AMLO ha demostrado que no tiene palabra, que cambia de parecer según le conviene. Aunque ha dicho que su fuerte no es la venganza, yo no me confiaría. Mucho menos si se toma en cuenta de que, en su desesperación, con tal de ganar votos, puede echar mano de lo que sea.