El domingo próximo 26 de febrero  se llevara a cabo la manifestación multitudinaria convocada por diferentes grupos sociales, en el Zócalo de la Ciudad de México y en las distintas ciudades de los Estados, sitios emblemáticos  que una vez más,  serán testigos del devenir histórico de México y  seguirán siendo espacios en donde los mexicanos encontramos la comunión de pertenencia y el sentido de identidad nacional.

La manifestación tiene por objeto protestar en contra del aprobado “Plan B” de la reforma a diversos ordenamientos en materia electoral que de llegar a ser vigentes anularía muchos de los avances en materia de transparencia y seguridad electoral y la protección del voto de los mexicanos, daría un retroceso de 30 años al sistema electoral que tanto esfuerzo ha costado a los mexicanos.

Hacer un llamado a los Ministros de la Suprema Corte para que al entrar al estudio de las diversas impugnaciones interpuestas tanto mediante controversias constitucionales por la violación del procedimiento legislativo así como por la vía de las acciones de inconstitucionalidad de las diversas reformas aprobadas, para que no se dejen amedrentar y que en estricto derecho resuelvan sin  presiones del Ejecutivo.

Nuestro México “florido y espinudo” que cantara el inmortal poeta Pablo Neruda, en ocasiones parece al borde del abismo de una revuelta social. Recordemos por ejemplo el vandalismo desatado tras el alza de las gasolinas o “gasolinazo” en anteriores sexenios. O algunas de las recientes protestas en la Ciudad de México. No es posible olvidar los más de 145 mil muertos del presente sexenio y los más de 100 mil desaparecidos por el problema de la inseguridad.  El País, por decirlo así es un gigantesco Tzompantli.

En este contexto debe reflexionarse con seriedad que la predica diaria desde el poder y por quien lo detenta, divide, polariza y  encona a los mexicanos. La ira social de cada vez mayores grupos que están siendo afectados por las equivocas políticas económicas y de seguridad publica pueden terminar en sucesos violentos. Al contrario de otras latitudes el México bronco si despierta no se apaciguara con una cuota de sangre. Estos no pueden ser momentos de desunión y de echar a pelear a los mexicanos, son momentos definitorios para el futuro desarrollo del País, que debe conducirse con estricto apego a la ley, con justicia y libertad.

El  actual gobierno está en su camino de bajada, y es tal el desgaste y el fastidio por la presencia cotidiana de la figura presidencial en los medios sin que exista o se perciba algún avance en la economía o en el bienestar en los hogares mexicanos, al grado que pareciera que el actual régimen ha permanecido por mucho más tiempo.

El propio inquilino del Palacio Nacional está ya exhausto, su imagen refleja cansancio y enfermedad, resultado de estar permanentemente en campaña, aún no satisfecho con su espectáculo de todas las mañanas inventa cada vez un nuevo distractor para entretener al graderío.

Ahora más que nunca en la historia reciente de nuestro querido México estamos ayunos de personajes destacables que figuren en la arena política que tengan suficientes méritos de honorabilidad, honradez, experiencia y sensatez, y con un gran amor a México. Los partidos político están integrados por más de lo mismo, de los individuos llenos de prácticas viciosas que los mexicanos ya no queremos volver a aceptar como gobernantes, en estas condiciones la carrera a la sucesión presidencial en este momento se vislumbra desierta, a pesar de que ya existen suspirantes en Morena con las “corcholatas” del presidente, y de que algunas manos se han alzado en los partidos de oposición.

De la economía estancada, a una política de salud errónea y a la crisis de inseguridad, que es cierto no puede imputarse su génesis al actual Gobierno, pero sí sin duda alguna, reprocharle su agravamiento y una equivoca estrategia de no enfrentar a la delincuencia organizada y en especial al narcotráfico, ha priorizando el diálogo con ellos y no el enfrentamiento desde las primeras semanas de iniciar su ciclo sexenal.

En el ámbito social el presidente descalifica a quienes levantan la voz y se atreven a la menor crítica, tildándolos de enemigos reaccionarios y conservadores. Rechaza o se incumple la Constitución. Se construyen acuerdos con bandas paramilitares restando apoyo a las fuerzas armadas, hoy reconvertidas en Guardia Nacional. Se ha propiciado el linchamiento de los adversarios políticos. Se estigmatiza a los medios de comunicación que disienten de fondo o en las formas del nuevo gobierno, llegando al grado de instruir a quienes critican, que cierren la boca o que abandonen su país.

En este contexto que importante sería que la sociedad mexicana se pudiera organizar y tomar el control político del futuro de nuestra Nación. Ante este panorama, y por los últimos acontecimientos se cuestiona públicamente el ¿por qué los mexicanos somos tan pasivos y no protestamos?  Tan solo mostramos nuestro desacuerdo que se patentiza en un día de manifestación  o  en las redes sociales y a manera de burla o “meme” y simplemente se alcance a expresar que ojalá nuestras autoridades corrijan el rumbo, y  que no esperen a que “despierte el México bronco” porque los mexicanos no andamos con medias tintas.  Pero por lo pronto la sociedad se encuentra aparentemente aletargada o dormida.  Por lo pronto vayamos al Zócalo en la Ciudad de México y en las principales ciudades de los Estados a los sitos en los que se ha convocado para manifestar nuestra reprobación por las reformas aprobadas del “Plan B”.