La inseguridad no disminuye, es un azote cotidiano que no deja de lanzar dentelladas en lo que ha transcurrido del año 2023, actos que son de terror se suscitan constantemente como ocurrió en Morelia la madrugada del día 11 de marzo en que se prendió fuego a centros nocturnos, se tienen diversas líneas de investigación aunque los saldos ya han sido de horror.

Los grupos de la delincuencia organizada son la marca de nuestra actualidad, esto significa que se han empoderado en una sociedad que está en la zozobra como en la indefensión, mientras el poder legalmente constituido no atina a poner un alto, lo cual ofrece un cuadro temible, tóxico.

Cada vez son más las regiones del país que son erosionadas por el crimen, los cuatro puntos cardinales de México registran el cabalgar de cárteles que no deja de ser cruento, lastimoso y homicida.  El estado tiene sus fines, garantizar la seguridad, establecer las condiciones para alcanzar la paz y con ello tener mayores elementos para una tangible gobernabilidad.

Los seres humanos viven en comunidad, en la antigua Grecia donde se originó la palabra política se asumía que la finalidad concreta de esta ciencia, que para muchas personas también representa un arte, consistía en lograr la felicidad que se nominaba el bien común, en ocasiones no solo no se logra el propósito sino que se asocia con los conflictos, aunque para ello se ha creado todo un sistema de mediaciones para construir los acuerdos.

En el caso México, las autoridades debieran tener las propuestas y respuestas para combatir el crimen, no es válido culpar al pasado cuando hablamos de la actualidad, las políticas públicas en materia de seguridad no han resultado eficaces porque la realidad es clara, la crisis parece incrementarse si revisamos el aumento de homicidios dolosos y la impunidad parece empoderada. La pasividad y la ineficacia van de la mano para dejar un terreno minado que niega la seguridad jurídica y provoca más incertidumbre..

Para nadie es un secreto que el estado mexicano evidencia problemas estructurales, destacan dos: la corrupción y la impunidad que son un binomio envenenado que ha provocado una crisis acentuada en diferentes niveles gubernamentales con autoridades de diferentes extracciones partidarias. El problema de la inseguridad va más allá de siglas y partidos políticos.

Muchos se preguntan si vivimos en un estado fallido o uno deficiente porque los hechos que suceden reflejan impunidad, hartazgo y una creciente desconfianza que afecta, sensiblemente, nuestro ecosistema social.

No es normal que en diferentes puntos del país las matanzas se hayan incrementado, el crimen organizado extiende sus ramificaciones, la disputa por territorios y plazas está en auge como también la extorsión.

La clase política de nuestra actualidad parece obsesa en lo que refiere a los comicios próximos, es el tema diario, miran el árbol y se pierden del bosque, más que los pseudo debates la sociedad espera propuestas, hechos concretos que sean efectivos contra la inseguridad, aunque lo que permea es la frivolidad y las actitudes distantes de la verdadera empatía.