Seducir o avasallar

Las potencias mundiales, declinante una, en ascenso imparable otra, y la tercera, desorientada, esquizofrénica, en estos “locos años veinte” –Mad Twenties- del siglo XXI, están lanzadas a una carrera por consolidar su influencia en espacios geopolíticos importantes y, cuando es el caso, desplazar a potencias adversarias.

Hablo de Estados Unidos y en el cabús de Washington, de la Unión Europea -a pesar de los desleales como el premier húngaro Viktor Orban “amigo” de Putin- el Reino Unido, Australia, Canadá; “Occidente”, lanzados a seducir y crear o consolidar aliados entre los numerosos y diferentes Estados del llamado Sur Global.

Me refiero, asimismo, a China, conducida por el poderoso Xi Jinping, la que es hoy por hoy la vedete en el escenario internacional, gracias a su impactante mediación entre Irán y Arabia Saudita, que puede producir transformaciones vertebrales en el turbulento Medio Oriente. Asimismo, a su iniciativa de paz entre Rusia y Ucrania, muy discutible, pero la única sobre la mesa. Hago notar, finalmente, que Pekín tiene montada permanentemente una política de atracción al heterogéneo conglomerado de países del Sur Global.

Aludo, por último, a la Rusia de Putin, potencia, diríase que frágil y desorientada, pero con influencia en el escenario internacional, ya sea en Medio Oriente -Siria- y con los países de Asia Pacífico, sobre todo con China, que permita que Siberia y el Lejano Oriente ruso supere el atraso económico.

Mientras Occidente enarbola como divisa la democracia liberal y los derechos humanos, China afirma que Estados Unidos no puede dar lecciones al mundo, a la vista del populismo de Trump y de una sociedad víctima de las drogas y de las armas de fuego. Propone, como alternativa a la decadencia de Occidente, “el desarrollo equilibrado de la civilización material y espiritual” (sic).

Al margen de ello, se pone el acento en el protagónico papel de Pekín -vale decir, de Xi- en el escenario internacional: estará recibiendo, entre otros, al presidente de gobierno español, Pedro Sánchez y a Lula.

Putin, por su parte, seguirá sin superar la amargura por el colapso de la Unión Soviética; no perdona que Obama en 2914 no haya considerado a Rusia potencia global sino una simple “potencia regional” y, con la absurda guerra de Ucrania, soñará que restaura el imperio de los zares. Aunque, realista, a fin de cuentas, sabe que Moscú solo podrá participar en la contienda por la hegemonía global como socio -menor- de China.

 

Campaña africana

África. “el África de nuestra ignorancia”, como llamo, con tristeza e indignación a este continente en el que trabajé con enormes satisfacciones, como diplomático, generalmente ninguneado por las potencias -y por las no potencias- es en el presente parte de ese Sur Global que interesa a cada una de las potencias mundiales. Por ello, se arrebatan sus favores o su apoyo obligado, empleando recursos de toda índole.

 

Rusia

La presencia de Moscú hoy en África produce indignación y vergüenza, pues tiene lugar a través del Grupo Wagner, un grupo paramilitar de mercenarios, que obtuvo reconocimiento internacional durante la Guerra del Dombás en Ucrania, entre 2014 y 2015, donde asistieron a las fuerzas separatistas de las auto declaradas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk. Actualmente participan en la guerra de Ucrania.

El Grupo estaría dirigido y también financiado, al menos en parte, por Yevgeny Prigozhin, propietario de restaurantes y quien es llamado el chef de Putin, pues su restaurant de Moscú y él mismo ha servido en varias ocasiones al presidente ruso.

El Grupo Wagner estuvo actuando entre bambalinas cuando Mali, Burkina Faso y otros países del Sahel expulsaron las fuerzas militares francesas que colaboraban con las fuerzas armadas de esos países. Entonces las poblaciones locales celebraron ruidosamente la salida de los franceses y saludaron, con banderas rusas a los mercenarios de Wagner.

Se ha registrado su intervención en Mali, Libia, Sudán, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Angola, Mozambique, Zimbabue y Madagascar -por toda la geografía del Continente. Ha creado en la “paupérrima República Centroafricana un exitoso centro de influencia rusa… en la economía, la política y la guerra”. Con un amplio expediente de delitos, desde intimidación hasta tortura, desaparición forzada y ejecuciones sumarias, según ONG y relatores de Naciones Unidas, Wagner comercia con oro y diamantes y, a través del Grupo, Moscú ha instalado un hub militar en esa República, mientras el chef de Putin y otros socios obtienen de la explotación de minas, “miles de millones de dólares”.

Hay que hacer notar, por cierto, que en agosto tendrá lugar en Sudáfrica la Cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), Putin asistiría y los “utópicos” se preguntan si sería detenido para que responda de los delitos que lo acusa la Corte Penal Internacional.

 

China

La presencia China, sin embargo, es de otra índole, aunque pueda encerrar a veces -pues se trata de negocios- abusos. Responde a un plan concreto de “aterrizaje” en África: Chináfrica y se inserta, además, en La Franja y la Ruta de la Seda, el proyecto económico de China que evoca la antigua Ruta de la Seda para fortalecer los vínculos con el mundo a través de dos grandes rutas comerciales, una marítima y otra terrestre. Chináfrica ha cumplido 20 años, con más de 10,000 empresas chinas en el Continente, en sectores como energía, minerales e infraestructuras. Y me detengo.

 

Estados Unidos

Washington también desea estar presente en África y se propone asignar 55 mil millones de dólares, en tres años, en apoyo al Continente. En la cena oficial de la Cumbre Estados Unidos-África (13 a 15 de diciembre de 2022 en Washington), el presidente Biden hizo este brindis: “Recordamos a hombres, mujeres y niños secuestrados en África y que llegaron encadenados a nuestras costas víctimas de crueldades inimaginables. El pecado original de mi país fue este período”. Hoy, por otro lado, la vicepresidenta Kamala Harris se encuentra de gira en África -Ghana, Tanzania y Zambia- a la que llamó “el porvenir del mundo”, aunque ciertamente el viaje de la vicepresidenta busca reconquistar terreno frente a China y Rusia.