Los autores de la Constitución de 1857 intentaron cambiar la correlación de fuerzas que prevalecían al momento de su expedición: economía cerrada, existencia de monopolios, estancos y acaparamientos; concentración de la propiedad privada bajo el sistema de “manos muertas”, –lo que implicaba que gran parte de la riqueza inmobiliaria era propiedad del clero católico–, desorden financiero. En lo político pretendieron impedir otra dictadura como la de Antonio López de Santa Anna; acabar con el gobierno centralista, el fuero militar y eclesiástico, la inoperancia de los poderes legislativo y judicial. Fracasó en algunas de esas materias.

Ante el fracaso, esos constituyentes, suprimieron la Cámara de Senadores; la consideraron un obstáculo a su acción transformadora; optaron por un congreso unicameral al que confiaron la tarea de introducir los cambios revolucionarios que, a su juicio, necesitaba el país. Los conservadores promovieron la revuelta amparada bajo el Plan de Tacubaya. Con ella se inició la Guerra de tres años. Fueron las armas y las leyes de reforma las que determinaron el destino de México; el triunfo de los liberales sobre los conservadores, pusieron fin del monopolio religioso, al fuero eclesiástico y al patrimonio inmobiliario de la iglesia católica.

Las Leyes de Reforma que expidieron el presidente Benito Juárez y su gabinete consolidaron al Estado Mexicano como una institución laica y suprema; introdujeron los cambios radicales que transformaron a México. Aparte de poner en circulación los bienes, inmuebles e inmuebles, que pertenecían a la iglesia católica y de arrebatarle el poder que tenía y ejercía sobre la población, su acción se extendió a otros rubros: registro civil, desaparición de las órdenes religiosas, vedar al clero católico intervenir en los relativo a cementerios y panteones.

Los autores de la Constitución de 1917, en teoría, propugnaron por cambio político y económico: intentaron una reforma agraria y regular las relaciones de trabajo. Al no tener enemigo con beligerancia, hicieron y deshicieron. Tomando en cuenta que las autoridades de la iglesia católica habían apoyado al dictador Díaz, minado al gobierno de Francisco I. Madero y apoyado al usurpador Victoriano Huerta, agravaron la situación de la institución y de sus ministros (art. 130 original).

Fueron las circunstancias del momento y la acción o inacción de los titulares formales o reales del poder, los determinantes del sentido, momento en que se debía intentar los cambio y, llegado el caso, la velocidad que se le dieron. Los presidentes Obregón y Calles se preocuparon por dar aplicación a las leyes relativas al clero católico. Calles, como jefe máximo atendió, de manera preferente, lo relativo a la educación socialista. Le endosó la publicación de la reforma a Lázaro Cárdenas; éste puso su acento en la reforma agraria. En un sexenio no se puede hacer todo.

 

Reformas y perpetuación en el Poder

Promesas de conservar el estatus quo político y económico existente, de reformarlo o de renovarlo totalmente, por regla general, van unidos al propósito de conservar el poder en forma indefinida o permanente. No ha habido una facción que, llegado al poder, no aspire a detentarlo permanentemente. Todos los líderes han incurrido en ese vicio. Se han hecho la ilusión de reelegirse o, en el peor de los casos, tener un sucesor que asuma su legado sin beneficio de inventario, es decir: sin hacer ningún cambio ni pretender ignorar a quien le hizo el favor de dejarle el poder.

La regla es que encabece la tarea de intentar una u otra acción un líder carismático o un grupo compacto y decidido. Ambos, para lograr la transformación, aparte de considerar necesario perpetuarse en el poder, procuran eliminar los pesos y contrapesos que impiden su tarea supuestamente transformadora.

Su acción deriva en intentar anular el funcionamiento independiente del poder legislativo; en someter al poder judicial, para ello recurren al expediente de hacer nombramientos de ministros, magistrados y jueces afines y, mediante reformas a las leyes, neutralizar su función decisoria en cuestiones importantes o trascendentes.

En casos extremos, recurren al estado de excepción, a la desaparición de los partidos políticos y de las instituciones que tienen que ver con la organización de los procesos electorales. Prometen que esas acciones serán temporales y mientras se instrumentan los cambios y se consolidan las conquistas. Propugnan por desaparecer los partidos políticos y confiar el poder directamente al pueblo.

No ha habido líder carismático que no aspire a detentar el poder eternamente. Se procura como aliados a las clases económicamente débiles o marginadas. Son ellas el pretexto de su acción y a las que recurre en caso de que sean cuestionados su liderazgo o permanencia en el poder. Es necesario que no existan barrera que le impidan hacer nombramientos o destituir a los titulares; que no haya un control sobre el manejo de los fondos y recursos públicos; y que sea su voluntad la que prevalezca en el ejercicio de la acción penal y en el desempeño de la función jurisdiccional.

Impiden o dificultan la acción de los líderes carismáticos la solidez de las instituciones; la existencia de partidos políticos fuertes y con una ideología bien definida y una clase media consciente, bien informada y participativa. En situaciones graves, las potencias extranjeras intervienen. Existen muchas vías para que lo hagan.

Los conservadores, cuando menos en México, en los intentos reformistas que hicieron, propugnaron por un gobierno centralista, intolerante y clasista. En ese sentido se redactó la Constitución centralista de 1836 y de ese tenor era el plan político del bando conservador redactado por Lucas Alamán.

Los autores de los cambios propuestos por el Constituyente de 1917 consideraron que únicamente eran ellos quienes podían intentarlo; se convirtieron en los interpretes únicos, oficiales y auténticos de la Constitución. Nadie, fuera de ellos, era capaz de llevar a cabo y consumar los postulados de la revolución. Hicieron planes para perpetuarse en el poder; corrompieron a quienes más pudieron y eliminaron a los adversarios políticos que no se dejaron corromper.

Cuando ello es posible, tanto conservadores como revolucionarios, tienen su propia clientela. Ésta, a base de favores, los reelige y eterniza en la titularidad del poder. Los líderes carismáticos: Hitler, Mussolini, Stalin, Chávez, Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega y otros, se consideran insustituibles. Ellos son únicos portadores de la verdad, de los ideales y de los programas: conservadores o revolucionarios. Nunca les faltan clientes que les crean.

Los revolucionarios mexicanos, ante la imposibilidad de reelegirse en la presidencia de la república, inventaron una ideología, misma que, en teoría, se comprometieron a conservar y realizar quienes asumían la titularidad del poder ejecutivo federal. Lo mismo está intentando AMLO con su supuesta 4T.

Los priistas y los morenistas pretendieron echar las bases para instaurar su “democracia”: la que le permita detentar el poder. Su ideal fue y es, de ser posible, para siempre; de no serlo, cuando menos el mayor número de años.

Los panistas, conscientes de que habían alcanzado el poder por virtud de una negociación de alternancia, se limitaron a intentar gobernar dentro del margen de operación que les permitieron los priistas.

Los morenistas, están intentando acabar con los principios de división de poderes, de pesos y contrapesos, instituciones que garantizan elecciones libres reales. Tienen conciencia de que no les dieron el poder, que lo arrebataron a quienes pretendían detentarlo eternamente aparentando alternancia. Consideran que el alto porcentaje de votación sería eterno y que les permitía intentar hacer y deshacer.

En ese contexto, no es ocioso reiterar la afirmación de que tanto el Derecho, como la Constitución, son instrumentos de poder (1), ellos están a disposición de quienes detentan el Poder. Es impolítico usar y abusar del poder sin una ideología y sin un pretexto: dar seguridad jurídica en la tenencia y disfrute de la riqueza o ayudar a los pobres y velar por el patrimonio nacional. Las nacionalizaciones son una forma de hacerlo.

Cuando menos en México, sin ánimo de generalizar, sigue siendo válida la idea de que la Constitución es un instrumento de poder a disposición de quien lo detenta y que el Derecho es simplemente un instrumento en manos del gobernante en turno: conservador o reaccionario, por una parte; liberal, revolucionario o avanzado, por otra. Ambos, cuando no hay obstáculo, hacen y deshacen; reconocen como límites a su acción algo inasible e indefinible: su gusto y placer: su voluntad.

No siempre se conserva o se reforma el marco jurídico de manera pacífica. Frecuentemente media la violencia: golpes de estado, revoluciones, cuartelazos, asonadas o pronunciamientos. Las revoluciones las promueven los avanzados, liberales o socialistas. Los golpes de estado, cuartelazos y demás formas de ejercer violencia son prácticas que conforman el patrimonio de los conservadores.

 

Nota:

  1. Elisur Arteaga Nava, Las conjuraciones, una interpretación política de la Constitución, Revista de investigaciones jurídicas de la Escuela Libre de Derecho, México, 1978, p. 167 y siguientes.