Seis ministros y dos ministras anularon el traspaso de la Guardia Nacional al Ejército. Con esos ocho votos no solo corrigieron un fraude a la Constitución, sino que le hicieron saber a México que en la Corte hay un bloque decidido a poner freno al autoritarismo del obradorato.

Hoy sabemos que hay de ministros y de ministras. Que no todos son iguales. Que, efectivamente, -como dijo un López, herido en su ego intolerante-, con esa resolución todos se desnudaron.

Efectivamente, ocho dejaron ver su lealtad al país y tres prefirieron exhibirse como fieles sirvientes de un proyecto despótico.

Dio pena escuchar al ex presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, hacer una interpretación torcida de la Constitución para proteger los intereses aviesos de su amigo López Obrador. Y no sorprendió, por supuesto, la argumentación superflua y vacía de Loretta Ortiz y Yasmín Esquivel, para demostrar que son mujeres sumisas al régimen.

El gobierno quiere hacer creer que con la resolución de los ocho ministros aumentará la violencia. Que no se hagan. El poder de la delincuencia nada tiene que ver con la Corte. Es resultado de la complicidad de este gobierno con los cárteles.

El futuro de la república puede estar en manos de esos ocho ministros demócratas. De ellos va a depender anular la reforma electoral del “Plan B “que busca descuartizar al INE para que el gobierno pueda controlar las elecciones e imponer su triunfo en el 24.

De ellos pueden depender también impedir que el gobierno rompa con el orden constitucional en caso de que no reconozca los resultados presidenciales.

Corte y ciudadanía son hoy el nuevo contrapeso a la deriva autoritaria del régimen. No podemos decir lo mismo de la oposición que se ha dejado arrastrar por Morena en iniciativas que satisfacen los intereses mezquinos de los partidos y de sus líderes.

Ahí está el caso de la reforma al Tribunal Electoral que fue desechada gracias a la presión ciudadana, pero que buscaba dejar sin protección los derechos políticos de las minorías y garantizar la perpetuidad de los dirigentes al frente de sus organizaciones políticas.

Tener a ocho ministros dispuestos a defender la democracia es mucho, pero no suficiente. México necesita en este momento una alianza tripartita entre el Poder Judicial, la ciudadanía y los partidos de oposición.

El presidente salió a decir que respetará, a medias, la decisión de la Corte. Es decir, que mantendrá al frente de la Guardia Nacional a un general cuando la instrucción es que se le entregue a un mando civil.

Aunque la resolución de la SCJN entrará en vigor a partir del 1 de enero de 2024, el Ejecutivo demuestra que le gustaría ignorar a la decisión de los ministros. Señal de que tampoco le importaría provocar una ruptura del orden constitucional. Si hoy se cuida de no hacerlo, lo podría hacer mañana.  AMLO es un hombre que guarda como agravios las derrotas y espera el momento de la venganza.

La venganza puede llegar en el 24. Si su partido pierde, poco le importará romper el orden legal, desconocer los resultados y utilizar a su “general de lujo” para reprimir las protestas.

AMLO lloró en el hombro de su hijo Jesús. Llamó traidores a los que prefirieron defender la Constitución en lugar de convertirse en cómplices de sus arbitrariedades. Sólo faltó que el padre le dijera al hijo: “Yo no quería ministros, sino sirvientes”.

@PagesBeatriz

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