Hace algunos años (en 2007) escribí: “La amistad de Raúl Anguiano con Máximo Pacheco le permitió montar, en marzo de 1935,  su primera exposición, en el Palacio de Bellas Artes, de la Ciudad de México: ‘Máximo Pacheco y Raúl Anguiano’… Máximo… apadrinó a Raúl. Máximo presentó sus dibujos y pinturas y Raúl presentó obras relacionadas con temas industriales, fábricas y fundiciones: Fundición (1934), Cabeza de obrero (1935), Fábrica (1935), entre otras. Ese mismo año, Raúl Anguiano se unió a la Federación de Escritores y Artistas Proletarios (FEAP), fundada por José Muñoz Cota.

Sus integrantes, los compositores Blas Galindo, José Pablo Moncayo, Luis Sandi y Silvestre Revueltas (¡ni más ni menos!), entre otros, pugnaban por un arte y una literatura de contenido social. De tendencia socialista, quiso restarle influencia a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), fundada en 1933, de tendencia izquierdista. La LEAR se había integrado en secciones: literatura, música, artes plásticas, teatro y pedagogía. Se editaron dos órganos: Hoja popular y Frente a Frente. Su primer presidente fue Juan de la Cabada. El segundo fue Silvestre Revueltas. Sí, el músico había sido miembro de la FEAP.

¿Qué pasó? Pues, la FEAP se fusionó con la LEAR. Su tercer presidente fue José Mancisidor. La organización, muy prestigiosa, incluso a nivel internacional (militaban personalidades tales como Emilio Abreu Gómez, Luis Cardoza y Aragón, Rafael F. Muñoz, José Rubén Romero, José Revueltas, Arqueles Vela, Agustín Yáñez y Efraín Huerta, desapareció en 1939, incluida la revista Ruta, que fue órgano no oficial de la LEAR, en su última época, y sustituto de la revista Frente a Frente, que dejó de publicarse en 1938. Una larga y romántica historia revolucionaria (1933-1939) que en sus últimos años se caracterizó por tener muchas divergencias” (artículo “Raúl Anguiano en el Muralismo”, por Enrique Zamorano, Revista Rino, No. 43, 15 de enero de 2007). Una historia que merece un programa, para la televisión o un documental, para el cine digital.

En el mismo artículo escribí: “Mientras tanto, el maestro Raúl Anguiano, que en 1937 había sido miembro fundador del Taller de Gráfica Popular, con Leopoldo Méndez, Pablo O’Higgins y Luis Arenal (uno o dos meses después se unieron Alfredo Zalce y Ángel Bracho, y un poco más tarde Roberto Berdecio, Antonio Pujol y Francisco Dosamantes), se unió tardíamente, aquel año (1937), a la LEAR, se lee en la cronología de su vida. Probablemente se afilió en 1936, ya que en ese año había participado en el proyecto colectivo (diez miembros de la sección de Artes Plásticas: Leopoldo Méndez, Alfredo Zalce, Raúl Anguiano, Santos Balmori, Pablo O’Higgins, Jesús Guerrero Galván, Fernando Gamboa, Máximo Pacheco, Roberto Reyes Pérez y Juan Manuel Anaya) de apoyo de la LEAR a la Confederación Michoacana Revolucionaria de Trabajadores (CMRT), una organización política nacionalista-cardenista. Sus murales, en temple de caseína, fueron: Revolución y Contrarrevolución, dos tableros (borrados), 1936. Los demás participaron con más Temas revolucionarios, catorce tableros (borrados), en 1937”.

Concluí el artículo así: “Esta primera etapa muralista del maestro Raúl Anguiano concluyó con los frescos Represión porfirista, 1937, y El fascismo, destructor del hombre y la cultura, 1937. Así como Morelos, Zapata, Domingo Arenas y Úrsulo Galván Montes, 1937, temple, dos tableros, incluido su Emiliano Zapata, 1937, con el equipo de la ATAP”. Otra historia que merece un programa, para la televisión o un documental, para el cine digital.

El presente artículo tiene como fuentes bibliográficas tres documentos: 1. “Del niño al hombre, siempre artista Raúl Anguiano. Impacto de la Revolución Mexicana en su obra (retrospectiva a partir de 1920), catálogo, Museo Casa Carranza, 1994, 2. El magnífico libro “Pablo O’Higgins, voz de lucha y arte”, editado en 2005, por la Fundación Cultural María y Pablo o’Higgins, basado en las exposiciones de la obra pictórica, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, y de la obra gráfica, en el Palacio de Minería, de Pablo O’Hoggins, y 3. The Four Seasons of Muralism of Raúl Anguiano (Las Cuatro Estaciones del Muralismo de Raúl Anguiano) de Dina Comisarenco Mirkin, editado, como ya se dijo, en la primera parte del presente artículo, por Brigita, viuda del maestro, y su hija Linda Anderson, San Diego, California, USA, 2014, la investigación más completa, hasta la fecha, sobre los murales del maestro.

En el capítulo 3 “Spring and Art at the Service of the Revolucition” (La “primavera” y el arte al servicio de la Revolución, Dina escribió, recurriendo a Antonio Rodríguez (El Hombre en Llamas. Historia de la Pintura Mural Mexicana, Thames and Hudson, London, 1970): “La LEAR estimuló la verdadera democratización de la pintura mural, porque sus artistas decidieron ir al encuentro del pueblo, pintando en mercados, escuelas, sindicatos, fábricas y talleres, reorientando al movimiento en una dirección verdaderamente popular. Es así que la Confederación Michoacana Revolucionaria de Trabajadores (CMRT) le otorgó la comisión a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) de pintar 14 tableros. Siguiendo a Dina hay que decir que fueron totalmente destruidos, en 1972 y 1973. Raúl Anguiano, sigue comentando Dina, “había decorado al temple dos de las lunetas del amplio recinto: Revolución o la Trinidad de los Trabajadores y La derecha radical o Contrarrevolución. Se trata de dos paneles realizados con la técnica del temple de caseína de 6 m2 de superficie cada uno. Ubicado en los extremos principales del espacio otorgado por los trabajadores.

El presente artículo se ilustra con una fotografía del Boceto, conservado por nuestra amiga Brigita, dibujado por el maestro Raúl Anguiano, de Revolución o la Trinidad de los Trabajadores (1936), con una fotografía del maestro, montado en un andamio, en plena labor creadora, y el mural ya terminado.

Dina comenta: “boceto preparatorio con anotaciones manuscritas por el artista sobre la escala y medidas de sus distintas partes, que nos permite constatar la fuerza extraordinaria del vocabulario plástico de Anguiano en esta primera etapa de su producción mural”. Comenta que “La trinidad es una adaptación del trío secular, conformado por soldados, campesinos y trabajadores, considerados, por la izquierda de entonces, como la esencia misma del poder revolucionario… representó, en el centro, a un obrero empuñando una bandera roja mientras avanzaba guiando a los demás con un gesto lleno de energía, acompañando a la derecha por un soldado vigilante, mientras a la izquierda incluyó a una tercera figura… un campesino, representado con su mano apoyada sobre el globo terráqueo, para expresar la universalidad del llamado revolucionario que de acuerdo a la ideología del grupo, habría de extenderse por distintas regiones del mundo…”