La Marea Rosa se desvanece

Mientras la segunda Marea Rosa -la segunda racha en el siglo, de gobiernos latinoamericanos izquierdistas, desde el Rio Bravo hasta la Patagonia- se desdibuja, las derechas reaparecen con fuerza, y más de una con el ADN ultra. Y Estados Unidos, en su versión más condenable, detrás.

De los gobiernos de esta segunda Marea Rosa, excluyendo los impresentables: Cuba, Venezuela y Nicaragua, los de Brasil, Chile y Colombia despertaban fundadas esperanzas de que encabezarían un bloque importante de países socialdemócratas, con Argentina, Bolivia, Honduras ¿y México?  Un grupo que en el escenario mundial diera a Latinoamérica el peso y la presencia que le corresponde y que no tiene.

De los gobiernos que encabezarían esta Marea Rosa social demócrata, el de Brasil es sólido, a pesar de turbulencias que debe enfrentar, y la experiencia, el talento y el feeling político de Lula -así como el peso de esta potencia latinoamericana- le dan la presencia internacional de la que Bolsonaro se desinteresó. Testimonia esta presencia el que Lula -y el premier indio Narendra Modi, entre otros pocos- haya sido invitado a la reciente cumbre del G7 -Canadá, Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y Japón- en Hirosima y el que el brasileño presentara una iniciativa de paz para Ucrania. Independientemente de su discutible viabilidad.

Brasil, sin embargo, no escapa a los embates de la derecha, la ultra, de Bolsonaro, que acabó con la derecha moderada, el PSDB del respetado intelectual y profesor universitario Fernando Henrique Cardoso, ex presidente de ese país, y que gobierna ya Sao Paolo en la persona de Tarcisio de Freitas, antiguo militar. No sobra, además, recordar los vínculos del ahora agazapado Bolsonaro con los evangélicos, que son un tercio de la población.

Chile despertaba muchas esperanzas y mi simpatía: el gobierno de un joven cuya filiación de izquierda no le impedía condenar a la dictadura y crímenes del seudo izquierdista Daniel Ortega en Nicaragua; y que joven él, llevó al gobierno a otros jóvenes, mujeres y hombres: frescura e ideales. Sin embargo, está enfrentando ya una dura prueba al cargar con el descrédito de un proyecto de Constitución, que ingenuamente apoyó, en cuya redacción intervinieron extremistas, ingenuos y hasta personajes carnavalescos, y fue rechazada en plebiscito por ¡el 61.86% de la población!, que acudió masivamente a votar: ¡el 85.86% de los ciudadanos!

Claro que no fue Boric víctima de una rabiosa extrema izquierda, como la del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) que propició el golpe de Estado contra Salvador Allende, su asesinato y la dictadura de Pinochet. Pero sí ha sido víctima política de su competidor en las elecciones presidenciales, José Antonio Kast, quien lidera el Partido Republicano, de extrema derecha, que habrá de redactar una nueva propuesta de Constitución: el candidato derrotado por Boric en 2021, lo humilla y lo deja con apenas el 30% de popularidad.

El mandatario colombiano, a quien, al igual que Lula y Boric, consideré con “credenciales” para encabezar la Marea Rosa socialdemócrata de América Latina, también enfrenta situaciones que podrían cuestionar su liderazgo: sus ambiciosos y loables proyectos de paz total con las guerrillas marginales -partes de las FARC, ELN, etc.- no logran concretarse. Aunque su involucramiento, como “facilitador” en el diálogo del gobierno de Nicolás Maduro con la oposición, tortuoso entre un chavismo cuasi dictatorial y la oposición conformada por egos, pudiera avanzar, a pesar de los presares.

Entre el resto de gobiernos latinoamericanos de izquierda, de la Marea Rosa, no hay un solo dirigente que pudiera liderarla.

 

La irrupción de la ultraderecha

Además de la ultraderecha brasileña que encarna el Bolsonarismo y la chilena del Partido Republicano encabezado por José Antonio Kast, asoma en Colombia una derecha ferozmente anticomunista y con vínculos militares, en cuya cabeza se encuentra la senadora María Fernanda Cabal, que ha rebasado por la extrema derecha a su mentor, el expresidente Álvaro Uribe.

Argentina, el otro gran país -con México- vive también su “primavera ultra” con la aparición en período electoral de Javier Milei, que se autonombra “anarcocapitalista” y propugna por un Estado liliputense, la entrega de educación, salud, etc, al capital privado y la dolarización de la economía. Sus mensajes incendiarios calan y cuenta ya con el 20% de votos según los sondeos, en un escenario de crisis del peronismo -Cristina Kirchner legalmente impedida de postularse para la presidencia del país, para bien digo yo. Con ello, la derecha liberal de Macri y otras derechas se están radicalizando.

 

The Miami Connection

Sin ir más lejos en el pasado, Miami y la Florida tienen una historia que conecta con la Revolución Cubana: al margen de mi experiencia personal, cuando en 1961 viaje dos veces a La Habana y conviví con cubanos que habrían de exiliarse en Miami, la historia relata el éxodo de Camarioca en 1965 -5000 cubanos con destino también Miami y el más famoso, de los “marielitos”, en 1981, cuando inmigraron, saliendo de Puerto Mariel, 125 mil personas. Es interesante, también, recordar los proyectos -fallidos- del canciller cubano Roberto Robaina para “buscar las vías y medios para alcanzar la normalidad en las relaciones entra la nación y sus emigrados”… y propuso reuniones con los sectores moderados de la comunidad cubana residente en Miami. Esto en 1993.

Hoy los vínculos de Miami y de la Florida no se reducen a inmigrantes cubanos; incluyen a colombianos, venezolanos, argentinos, brasileños, nicaragüenses, mexicanos, etc. Entre ellos, no solo exiliados, sino gente de fortuna: por ejemplo, el presidente ecuatoriano Guillermo Lasso, que se enfrenta a una posible destitución parlamentaria en Quito, ha sido investigado por comprar más de 100 inmuebles en Florida por 33 millones de dólares.

Interesa señalar, sin embargo, que Miami, la Florida, es hoy centro importante de ideólogos y activistas de la derecha latinoamericana, en su versión ultra, de rabioso anticomunismo. Ni más ni menos que durante la gestión del gobernador y candidato presidencial republicano Ron DeSantis, quien, entre sus absurdas iniciativas, está la que se opone al progresismo “woke” -lo que significa borrar la historia y el presente africanos en Estados Unidos.

Hoy Miami es asiento de consultores, muchos latinoamericanos, que trabajan tanto en campañas políticas republicanas en Florida como en campañas de sus países de origen; y Miami, bajo la consigna de “Libertad o comunismo”, recibe igualmente al colombiano Álvaro Uribe, quien participó a principios de mayo en una conferencia en la Universidad Internacional de Florida, que a Juan Guaidó, el fallido “presidente emergente” de Venezuela; y a gente de Vox ¡y hasta Isabel Diaz Ayuso, la presidenta de Madrid!

Un breve comentario final, sobre México, que, si viviera mejores tiempos, podría, como lo he escrito ya, liderar un ambicioso programa de desarrollo para Centroamérica -un mini plan Marshall financiado por Washington- en dupla con Kamala Harris, la vicepresidenta que necesita hacerse presente políticamente en la lucha de Biden para ser reelecto. México contribuiría a “salvar a la soldado Harris”, dando a la vicepresidenta la visibilidad que tanto necesita.