La pandemia que aún no acaba de Covid-19 ha marcado un antes y un después, los estragos han sido y son evidentes por el mundo, en las últimas semanas se han registrado un importante número de casos detectados, incluso el presidente Andrés Manuel López Obrador resultó contagiado.

Aparentemente los años que registraron la mayor afectación ya pasaron, aunque no podemos afirmar que se trate de un mal ya extinto, de acuerdo con registros oficiales en nuestro país han muerto hasta el 23 de abril del año en curso más de 334 mil personas desde que comenzó la primera pandemia del siglo XXI que de momento rebasó los sistemas de salud en el orbe.

El coronavirus representa un mayúsculo problema con afectaciones multilaterales, personas que perdieron la vida, un alto número que ha quedado con secuelas, pérdidas económicas, problemas mentales y emocionales. Un cuadro aterrador.

En nuestro país también tenemos otros problemas adicionales como la violencia que diariamente reporta un elevado número de homicidios dolosos, recientemente en Morelia un individuo penetró en las instalaciones de la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social y disparó en repetidas ocasiones contra una persona que estaba en la sala de espera.

También en la capital michoacana el domingo 23 de abril cuatro personas que se encontraban dentro de un panteón para visitar una tumba fueron acribilladas y murieron dos en el acto. Mencionamos los dos sucesos de referencia porque se trata de eventos atípicos, es decir se perpetraron en una clínica del sector público y en un panteón. Ningún sitio está blindado contra la delincuencia.

Otro problema que observamos en el México cotidiano es el que provocan quienes integran la clase política, dados a la descalificación que suplanta a la argumentación, a la mezquindad que ocupa muchos lugares para retratar una obvia mediocridad que no promete cambios esperados, más bien fortalece el encono.

Los partidos políticos que parecen ayunos de ideologías van por los cargos públicos en disputa, al final se trata de organizaciones que tienen como causa última la obtención del poder, lo cual es legítimo, es legal.

Aunque hace ya un tiempo considerable que solo importa el pragmatismo, no hay coherencia porque el objetivo es ganar como sea, como diría el clásico hayga sido como hayga sido.

Derechas e izquierdas se unen para poder alcanzar diputaciones, gubernaturas y en lo futuro otras posiciones, es legal, aunque la memoria histórica parece haber sido pulverizada, importa más lo inmediato, aunque ello termine por desfigurar la esencia de organizaciones políticas, todo sea por alcanzar el poder como sea. Maquiavelo está vigente porque el florentino advirtió en su polémica obra El Príncipe la condición humana sin matices.