Mi querido amigo, distinguido jurista e historiador don Rafael Estrada Michel, ha publicado otra obra: Obedezco pero no cumplo, lecturas para los programas de historia constitucional de México, (Tirant lo Blanch, manuales, Ciudad de México, 2020).

De inicio afirmo que se trata de una obra docta y bien escrita. Denota un conocimiento de las fuentes, dominio del tema y un manejo fluido del idioma. El autor, aparte de ser una autoridad en su especialidad, es generoso. Muy generoso. No podemos exigirle más.

El material diverso que integra la obra está clasificado en los siguientes rubros: Unidad I. Fundamentos y orígenes históricos de la Nueva España (Siglos XVI-XVIII); Unidad II. El siglo XIX; y Unidad III. El novecientos jurídico mexicano. La obra termina con lo que el autor denomina Apéndice, que se integra por estudios relativos al constitucionalismo mexicano de los siglos XIX y XX.

El doctor Estrada, aparte de ser un profundo conocedor del Derecho, sobre todo del público, es uno de los mejores historiadores del Derecho que tenemos. A pesar de su juventud, pues nadie es viejo a la edad que él tiene, en los documentos que integran su obra, denota el dominio de dos vertientes del Derecho: el constitucional y la historia del Derecho.

Nuestro autor es un continuador de una tradición de egresados de la Libre de Derecho que se dedicaron o se dedican a la historia del Derecho. Los iniciadores de esa corriente histórica fueron don Miguel S. Macedo, don Emilio Rabasa y don Toribio Esquivel Obregón; éste, con su magna obra Historia el derecho patrio, cubrió un vacío que había en la doctrina. Dentro de esa corriente de estudiosos de la historia están don Edmundo O´Gorman, don Javier de Cervantes y don Felipe Tena Ramírez. En una tercera etapa están don Íñigo Laviada Irrigunaga, José Manuel Villalpando, Jorge Adame Godar y el propio doctor Rafael Estrada Michel. Ellos, junto con el doctor Oscar Cruz Barney, representan la cumbre de los estudios sobre la materia en el México actual.

El doctor Estrada ha llenado, y con creces, los vacíos que en temas históricos dejó ese gran michoacano que fue don Felipe Tena Ramírez, el gran constitucionalista y ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Lo ha hecho con respeto y conocimiento. Es abogado por la Escuela Libre de Derecho; diplomado en antropología jurídica por la Escuela Nacional de Antropología e Historia y doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca. Ha sido profesor en la Escuela Libre de Derecho, en la Facultad de Derecho de la UNAM, la Universidad Pontificia de México, el ITESM, Instituto Tecnológico Autónomo de México, en el Departamento de Derecho de la Universidad Autónoma Metropolitana. Fue Director General del Instituto de la Judicatura Federal, Consejero Decano en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, entre otros cargos.

Obedezco pero no cumplo, es una obra rica en conceptos y generosa en información; es un testimonio de elegancia al escribir y de claridad al exponer. En sus párrafos hay toques de ironía, necesarios cuando se escribe de la historia de México. No incluirlos nos llevaría a tener que enfrentar, desnudos y sin armas, una realidad cruda, brutal y cruel, como lo es el trágico inicio de nuestra vida como nación independiente, durante el siglo XIX. Tantas oportunidades perdidas, cuántos intentos fracasados y no pocos líderes corruptos, incompetentes o limitados. México, en el siglo XIX fue el botín que expoliaron las grandes potencias.

En ese siglo muy pocos de quienes fueron actores políticos se salvan del severo juicio de la historia. Hubo de todo. Estuvimos a punto de fraccionarnos y convertirnos de despojo de los fuertes.

En la obra se dedican dos apartados a analizar la vida y la obra de dos juristas excepcionales: don Emilio Rabasa Estebanell (1856/1930) y don Felipe Tena Ramírez. Los dos vinculados de por vida a la Escuela Libre de Derecho.

El autor, de paso alude a otro gran jurista: a don Miguel S. Macedo. A juicio del doctor Estrada, éste incursionó con más éxito en el ámbito de la historia del derecho que el Maestro Rabasa. Le creo. Sabe de lo que escribe. El doctor Estrada no lo dice, pero está consciente de ello, que nadie en México ha escrito derecho e historia con más elegancia, precisión y dominio del idioma que don Emilio Rabasa. Es el gran prosista del Derecho y el modelo a imitar o seguir. En estilo se le acercan, pero no lo superan, el Maestro don Manuel Herrera y Lasso y don Felipe Tena Ramírez.

Los manuscritos que se conservan del Maestro Rabasa denotan que escribía a vuelo de pájaro y sin mayores correcciones. Tenía claridad en los conceptos y precisión en la exposición.

Don Miguel S. Macedo, aparte de gran penalista, político e historiador, como rector de la Libre de Derecho, dirigió al grupo de grandes Maestros del Derecho que fueron capaces de formar juristas de la talla de don Felipe Tena Ramírez, Gustavo R. Velasco, Jerónimo Díaz, Edmundo O´Gorman, Juan José González Bustamante, Javier Piña y Palacios, Javier de Cervantes, Manuel Maples Arce, Francisco Javier y Jorge Gaxiola y otros.

La obra que aquí reseño tiene muchos méritos. Yo, que soy muy limitado intelectualmente, le encuentro un pero que a la vez es virtud: es muy generosa en conceptos, rica en información y recargada de datos. Es una cadena interminable de nombres, fechas, lugares e instituciones. He tenido dificultades para asimilarlos. Me ha abrumado su riqueza conceptual. No la he alcanzado a valorar debidamente. Lo reconozco expresamente.

Me ha sorprendido la madurez del su autor y el dominio que tiene de la historia de las instituciones públicas de México y el conocimiento del derecho constitucional que ha alcanzado.

El doctor Estrada Michel en lo relativo a historia constitucional, tomó la estafeta que dejó don Emilio Rabasa y, sin lugar a duda, lo hizo con gran altura. Ha colmado, con creces, el vacío que existía en la materia y que dejó el gran constitucionalista y autor de la Constitución y la dictadura.

Quienes conocen y comprenden la obra del doctor Estrada Michel me podrán reclamar muchas cosas y lo harían con justo derecho. Pueden afirmar que no conozco el tema, lo que es absolutamente cierto; que no la valoré debidamente, lo acepto; que no hago referencia a muchas materias que son dignas de ser resaltadas, no lo puedo negar. Pero nadie puede reclamarme que en estas líneas no aparezca, y de manera manifiesta, el cariño, admiración y respeto que le tengo: En ellas más habla el afecto que el intelecto. Y, como se sabe, nadie ha sido capaz, cuando menos hasta ahora, de poner bozal al corazón cuando quiere expresar lo que siente.