Los procesos electorales llevados a cabo en el Estado de México y Coahuila el domingo 4 de junio pasado tienen enseñanzas, advertencias y lecciones; llegan a los linderos de ser lineamientos a seguir y de recomendaciones a considerar.

Han quedado en evidencia algunos hechos:

Que el uso de la frase: “Voto por voto, casilla por casilla”, es monopolio de Morena. Cuando éste gana, es un hecho consumado; nadie debe cuestionar su triunfo.

Que la existencia del INE sólo se justifica cuando avala el triunfo de los candidatos de Morena, en los demás casos: hay que acabar con él.

Que Morena, con tal de conquistar nuevas posiciones políticas, no se detuvo en cometer ilegalidades.

Que de ahora en adelante las posiciones que Morena ganó son de su propiedad; las considera propias e inalienables. Sólo las restantes estarán en juego.

Que en muchos sentidos la nueva adquisición de Morena la fortalece para el proceso electoral a realizar en 2024.

Que la coalición conformada por los Partidos de Acción Nacional, Revolucionario institucional y de la Revolución Democrática, cuando escoge candidatos idóneos, en las actuales condiciones políticas, es apta para restar espacios menores a Morena, pero no lo es cuando están en juego posiciones mayores de poder.

Que el domingo 4 de junio fue la última oportunidad en que AMLO pudo haber hecho valer directamente su peso político en un proceso electoral. En los del 2024, el peso de las campañas recaerá en el candidato a la presidencia de la República del partido oficial y, en menor medida, en los candidatos para cada una de las posiciones en disputa.

Que los Partidos del Trabajo y Verde Ecologista, como se esperaba, desempeñaron bien su papel de esquiroles de la democracia mexicana. Demostraron que están al servicio de quien sepa pagar sus servicios.

La desvergüenza y cinismo con que actuó el “verde” Manuel Velasco Coello, en un auténtico estado democrático, más lo posicionaría como apto para ir a la banca, que a figurar como posible candidato de Morena. Su proceder es simple: “Me tiro al piso cuando Morena me lo ordene, a cambio pido se me aseguren las posiciones que pretendo.” Está acostumbrado a violar la Constitución; llegó a senador en violación de la fracción V, del artículo 55, en relación con el artículo 58.

Que una parte de la clase media, la que está más informada, le ha dado la espalda a Morena; ello pudiera indicar que, en los grandes centros urbanos, en las elecciones de 2024, Morena y sus candidatos, a poco es a lo que podrán aspirar.

Que los morenistas reserven para mejor ocasión su ambición de llegar a la jefatura del gobierno de la Ciudad de México. También deben partir del supuesto de que la oposición va a controlar el legislativa local.

Que los bastiones de gente poco informada, de menores ingresos o que se beneficia de los programas asistenciales que han instrumentado Morena y sus aliados, siguen siendo fieles a la 4T.

Que la votación registrada en las zonas agrícolas del Estado de México y las reportadas en la región de la Tierra Caliente de esa entidad, apunta a la posibilidad de que hubo de por medio un factor ilícito, que es endémico en la región: la delincuencia organizada.

Vista la elección, no me atrevería a afirmar que los votos de las grandes urbes serán para Acción Nacional por sí, como partido actuando por su cuenta. En el mejor de los casos pueden aspirar a alcanzarlos los partidos de oposición coaligados en un frente.

Que un viejo dinosaurio priista, como lo es Armando Guadiana Tijerina, por más que haya cambiado de camiseta y ahora porte una color guinda, a pesar del apoyo, lícito o ilícito, que recibió, por más presiones, debidas e indebidas, que se hicieron a los candidatos que declinaron, y por más variedad de sombreros que mostró, no fue capaz de convencer a la ciudadanía coahuilense de las bondades del proyecto de Morena y, sobre todo, de su aptitud para gobernar la entidad. No es lo mismo extraer carbón, que convencer a votantes; arrear novillos, que ganar la aprobación de ciudadanos libres.

Que la ciudadanía del Estado de México, estando de por medio una pensión y los demás beneficios que una política clientelar implica, pasó por alto los actos de corrupción que se atribuyeron a la candidata de Morena, la maestra Delfina Gómez; eso lo demuestra el número de votos que alcanzó.

Que un ganador, al que hasta ahora no se le ha reconocido ningún crédito, es el aún priista Alfredo del Mazo; éste, por su pasividad, mal gobierno y no intervención, contribuyó al triunfo de la candidata de Morena. Pronto veremos que no sólo alcanzará impunidad, sino que será premiado con una embajada. Ante el triunfo de la candidata de Morena, junto con los guindas, tiene derecho a gritar: ¡Ganamos!

En la actualidad las embajadas, al igual que en el pasado, cuando los priistas eran gobierno, son posiciones que se reservan a los tricolores, en pago a inapreciables servicios a la causa morenista. La abstención, que rayó en complicidad, de Alfredo del Mazo, le ha tendido un manto que lo pone a salvo de la mirada del Fiscal General de la Nación. Nada hay que reclamarle.

Que el triunfo en Coahuila no fortalece la posición de Alejandro Moreno, con vista a la selección del candidato presidencial que pudiera surgir de la coalición PRI, PAN y PRD. Él, si alguna posibilidad tuvo, está descartado como candidato a la presidencia de la República y tendrá que reconocer que su liderazgo se debilitó al grado de que deberá renunciar próximamente. Dado su conocido cinismo, es de esperarse que no lo haga.

Que los priistas, habiendo sido mano en la designación de candidatos en el Estado de México y Coahuila, no pueden salir ahora que, faltando a los compromisos, sea uno de los suyos: Alejandro Moreno, Beatriz Paredes, Claudia Ruiz Massieu o Enrique de la Madrid el candidato de la coalición.

El fracaso en el Estado de México también apunta en el sentido de que los líderes de los partidos que, eventualmente conformen la coalición, deben contemplar la posibilidad de que un independiente sea quien figure como su candidato común a la presidencia de la República. No faltan nombres ni méritos en ellos: Claudio X González, Germán Martínez Cázares, Emilio Álvarez Icaza o Gustavo A. De Hoyos Walter.

En el caso, todos los líderes de los partidos políticos tendrán que bajarle unas rayitas a sus pretensiones; olvidar sus egos y ponerse a trabajar desde abajo, a nivel suelo.