Uno de los abogados más destacados de la antigua Roma, si no es el que más, fue Marco Tulio Cicerón, mejor conocido como Cicerón. Su defensa de la justicia acompañada de sus elocuentes discursos, que hasta la fecha siguen siendo estudiados, analizados y admirados, por su gran habilidad retórica, aunado a una brillante estrategia jurídica, marcaron un hito en la historia de la abogacía romana.

Cicerón nació en los albores del 106 a.C., el 3 de enero, en Arpino, Italia. Algunos autores lo ubican en la clase alta de Roma y otros señalan que como no pertenecía a la aristocracia romana, estaba consciente de que si quería destacar en la política, lo tenía que hacer por sobresalientes méritos propios. Sin embargo, en lo que sí existe coincidencia es que recibió una educación de excelencia en los campos de la retórica, filosofía y derecho.

Según la biografía publicada en Alejandra de Argos, escrita por Iker Martínez, la educación jurídica de Cicerón fue encomendada por su padre a uno de los mejores juristas de la época, el Pontífice Quinto Mucio Escévola. Posteriormente viajó a Grecia para recibir clases de retórica con Molón de Rodas y de filosofía con Diódoto y Filón de Larisa. Esta excelente preparación lo convirtió en el gran abogado cuya oratoria siempre impresionó a propios y extraños al combinar la filosofía con sus conocimientos jurídicos y su elegante y precisa retórica.

Cicerón representó como abogado un sin número de casos, en los cuales, hizo gala del profundo conocimiento de los hechos, un amplio domino de lo establecido por las normas jurídicas y su interpretación, así como, de su gran capacidad persuasiva, con lo que construyó un sólido prestigio.

Una de las primeras defensas que patrocinó el joven abogado, fue la de Sexto Roscio Amerino, acusado de asesinar a su padre.  Acusación que parecía irrefutable. Sin embargo, Cicerón logró demostrar la inocencia de su cliente, a través de una detallada investigación, acompañada de fuertes argumentos legales, mediante una clara y elocuente intervención ante el  tribunal, que le merecieron el inicio de su fama y prestigio.

Tres años más tarde, solicitaron sus servicios jurídicos algunos ciudadanos de Sicilia, que cansados de las prácticas corruptas de su Pretor, Cayo Verres, pedían su destitución. El abogado defensor del Pretor era nada menos que Hortensio, considerado hasta entonces, como el mejor orador del país. Lejos de que la fama de Hortencio desalentara la aceptación del litigio por parte de Cicerón, más bien despertó su interés. Se trasladó a Sicilia y después de varias semanas de investigación, recabó diversas pruebas que acreditaban la actuación delictiva del Pretor. Las presentó con tal contundencia, que el Pretor Verres huyó de la ciudad. Este fue el caso que lo lanzó a la fama como gran abogado y brillante orador.

Además de su trabajo como abogado defensor, Cicerón escribió su experiencia jurídica en varios textos de corte legal. Entre otros, en sus libros “De Inventione” y “De Oratore”, que se refieren, de manera puntual, a la retorica y a la persuación en el campo del derecho. También escribió: “De Legibus” y “De Officiis” sobre la importancia de la moral y la ética en el mundo del derecho y de la vida pública.

Cicerón también incursionó en la política romana y llegó a ser: Edil, posteriormente, Pretor, Senador y finalmanente, fue elegido Primer Cónsul. En el Senado Cicerón pronunción vehementes y convincentes discursos en defensa de sus posturas políticas y abogó siempre por la justicia y la estabilidad de la República Romana.

Muy famosas fueron las piezas oratorias conocidas como las Catilinarias que Cicerón pronunció con el propósito de alertar al Senado y a Roma sobre la conspiración liderada por el destacado político Lucio Sergio Catilina, para derrocar la República y hacerse del poder. Las Catilinarias tuvieron un gran impacto en la opinión pública y en las decisiones del Senado. Fueron determinantes en la desarticulación de la conspiración de Catilina, quien despues de haber sido derrotado en la búsqueda del Consulado, fraguó un golpe de Estado. Estos discursos además de dar a Cicerón una gran reputación y el reconocimiento de la defensa de la República, propiciaron la condena y ejecución de varios de sus seguidores de Catilina.

Otro enfrentamiento político que libró Cicerón fue oponerse al reparto de tierras propuesto por Rulo para los combatientes veteranos que regresaban del campo de batalla. La razón fundamental de esta postura era porque permitía que una comisión de unas cuantas personas realizara el reparto, fomentaba el favoritismo y, acrecentaba el liderazgo del Ministro de la Plebe, lo cual constituía una amenaza a los valores republicanos.

No obstante el éxito desplegado por Cicerón tanto en la política como en la abogacía, su carrera profesional sufrió un desfortunado revés. Su participación en la ejecución de los conspiradores, fue considerada como excesiva y contaria a la ley romana, por algunos políticos que no le profesaban simpatía, como Clodio Pulcro.

En aplicación de la Lex Clodia Cicerón fue declarado enemigo público de Roma y desterrado, en el año 58 a.C. Exiliado en Tesalia, Grecia, permaneció durante un año, pues al año siguiente fue llamado de regreso a Roma por la intervención de su amigo y aliado político Annio Milón

Su gran convicción por la defensa de la república y un error en la decisión de apoyo, le propició una relación complicada con otro gran personaje romano: Julio César. Cuando Julio César decidió cruzar el Rubicón y desencadenó la guerra civil, Cicerón se alineó con Pompeyo, que en esos momentos era uno de los grandes enemigos de Cesar. Cuando éste logra la victoria, Cicerón trató de reconciliarse con él, pero César estaba resentido y su trato fue de gran indiferencia.

Aunque al principio Cicerón vió con simpatía el liderazgo de César al reconocerle su gran capacidad, la posibilidad de que se conviertiera en dictador, le cambiaron la opinión y, lo consideró como una amenaza para la estructura republicana.

Después de la muerte de Julio César, la relación de Cicerón con Marco Antonio fue conflictiva, pues aunque en un principo colaboró con él en asuntos políticos, en la medida en que Marco Antonio se acercaba a Octavio y Lépido, Cicerón se convirtió en su principal crítico. Con este motivo pronució los también famosos discursos denominados Filípicas, en los que atacó a Marco Antonio de amenazar la libertad y la República. Esto le valió ser incluido en la lista de los proscritos, lo que implicaba que su vida estaba en peligro y aunque intentó huir para evitar su ejecución, fue capturado y asesinado por órdenes de Marco Antonio, en el año 43 a.C.

Así concluyó la vida de este gran jurista orador y filósofo cuyo legado de convicción, estudio e integridad, continúa siendo un ejemplo para los profesionales del derecho.

La autora es ministra en Retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

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