El ser humano es nómada, migrante por naturaleza. En ocasiones se trata de trashumantes como lo muestran las estampas de nuestra realidad que reportan las oleadas migratorias, ello se inscribe como un fenómeno de la actualidad en nuestro país, muchas tragedias se han padecido en dichos contingentes vulnerables.

En los últimos años las oleadas migratorias han llegado por todos los rumbos, en algunos casos para huir de los desastres violentos que han sacudido a sus propios países, la persecución política o una alta marginación. Europa ha sido destino, también Estados Unidos y en las últimos años nuestro país ha sido epicentro del peregrinar de emigrantes de diversas procedencias que buscan arribar a la nación de las barras y estrellas, las historias trágicas se han multiplicado

En el vecino país del norte muchos actores políticos reniegan de la migración pese a que esa nación es producto neto de los éxodos que llegaron desde Europa y luego de varios puntos del mundo. Si una sociedad es cosmopolita es justamente la norteamericana.

En nuestro país han llegado por la frontera sur los emigrantes de Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, además de países sudamericanos y del Caribe, las historias ataviadas de múltiples dramas se escriben a diario.

Los mismo encontramos la descalificación contra los emigrantes, así sin ton ni son, la percepción de un racismo real es clara, también se registran las voces a favor de los derechos humanos y el respeto a la dignidad de la persona humana. No olvidemos que vivimos en un marco del garantismo y estos asuntos también pasan por una visión humanitaria y empática.

Sorprende que quienes se indignan por las políticas excluyentes de otros países ahora sean hostiles contra los migrantes, esa bipolaridad retrata un sesgo hipócrita, durante muchos años las personas indocumentadas que provienen de los países centroamericanos, en numerosos casos han siso vejados por la policía mexicana, se han violentado sus derechos humanos y casi nadie protesta.

En cambio, se desgarran las vestiduras ante los dichos de políticos norteamericanos o en su momento por las deportaciones de mexicanos. La emigración es ya un fenómeno social, las diásporas se cuentan por gran cantidad en países africanos, de Oriente Medio y otros rumbos. Las causas son diversas, en países como Siria lo es la guerra, el exterminio que no cesa, la pobreza en otras naciones o la persecución política y religiosa es otra causal.

En algunos países europeos las oleadas migratorias han sido el pretexto para el empoderamiento del neofascismo que ha ganado cada vez mayores espacios, ha esgrimido un discurso ultranacionalista que hace despertar a los viejos fantasmas del nazismo que convoca muerte.

Vivimos en la tercera década del siglo XXI, aunque muchas actitudes y discursos parecen extraídos de la Edad Media en la que el oscurantismo, la superstición y el fanatismo religioso fueron las banderas que ondeaban entre la ignorancia de muchas personas que aborrecieron la ciencia.

La idea de la supremacía racial resulta cavernaria, los derechos humanos no dependen de las religiones porque las personas nacen libres e iguales con independencia de credos, ideologías o condición social.