El panorama político para la oposición se presenta complicado. Más lo está después de las elecciones en el Estado de México. El futuro no pinta nada bien para los opositores; tampoco para algunos candidatos presidenciales morenistas.
Hoy en día no hay organización política capaz de enfrentar, con posibilidades de éxito, a Morena. Los partidos políticos que pudieran integrar una eventual coalición carecen de un candidato que tenga posibilidades reales de ganarle a la corcholata a la que AMLO señale y que sea la candidata presidencial de Morena y de los partidos comparsa. Lo del dedo señalador es un hecho; y lo de la intervención de las encuestadoras, una farsa; lo es por más que el señalador lo niegue. Se impondrá el “dedazo”. Sí son iguales.
Como posibles candidatos del PRI no son viables Beatriz Paredes, que dijo estar dispuesta a poner su experiencia al servicio de la Nación; tampoco lo son Enrique de la Madrid, que ha promovido su candidatura entre los miembros de la alta sociedad; y Alejandro Moreno, que más debería estar preocupado en ponerse a salvo de la acción de la justicia. Hay otros y otras que aspiran a la candidatura común. Todos ellos deben tener presente que, habiendo puesto candidatos a las gubernaturas en los Estados de México y Coahuila, no pueden salir ahora con que también pretenden poner el candidato presidencial.
Los priistas deben reconocer que su partido se halla en artículo mortis; que más que estar pensando en presentar posibles candidatos, deben preocuparse en organizar un sepelio que sea digno de las pasadas glorias de su instituto político.
En cuanto al PAN, que pudiera ser “mano” para designar candidato, aunque cuenta con muchos que quieren serlo, ninguno de ellos apunta a tener los tamaños para enfrentar, con éxito, a quien AMLO designe como su sucesora y candidata de Morena. Pudiera tener preferencia a la hora de que se seleccione el candidato. Esperemos que no se equivoque y que tenga el valor de aceptar la posibilidad de que los represente un externo.
En ese contexto, la acción de la oposición debe estar encaminada a ganar el mayor número de miembros del Congreso de la Unión. Para ello se requiere: consenso respecto de candidatos comunes y una renovación total de la clase política; ello implica desechar a los actuales legisladores. Ninguno, o muy pocos de los que actualmente lo son, debe repetir, a pesar de que constitucionalmente existe la reelección limitada.
La oposición mucho haría si lograra impedir que Morena se alce con el control de Congreso de la Unión y evita alcance las dos terceras partes del número de legisladores de las dos cámaras; harían lo suficiente si se lo impide, cuando menos, en una de las Cámaras. A como dé lugar deben impedir que Morena esté en posibilidad de reformar la Constitución o de contar con los votos suficientes para aprobar nombramientos.
Para ser candidatos a legisladores, lo que queda del PRI, no puede salir con el mismo cartel que han presentado hasta ahora. Por más que no quieran reconocerlo, son impresentables, por parte del tricolor: Manlio Fabio Beltrones, su hija, Miguel Osorio Chong, Beatriz Paredes, Dulce María Riancho, Manuel Añorve, José y Alejandro Murat, Héctor Astudillo, Omar Fayad Meneses, Rubén Figueroa y otros.
De los muchos que integraron lo que en un tiempo se conoció como “Grupo Atlacomulco”, no hay uno que sea presentable. Deben convencerse de que su destino es el servicio exterior o el asilo al que van las nulidades políticas.
El PAN anda por las mismas. No nos puede salir con las caras de siempre: Javier Corral, por su doble nacionalidad y mal desempeño; Lilly Téllez, por su proverbial agresividad y por ser una chaquetera; Ricardo Anaya, que a estas alturas ya ni español debe de hablar; Rodolfo Gil Zuarth, que convertiría su curul en un bufete de abogados; Christian von Roehrich, por estar sujeto a proceso penal; Daniel García Cabeza de Vaca y Gabino Cué, por el mal recuerdo que dejaron en sus estados.
El PRD, la sombra que queda de ese partido, no debe presentar a Silvano Aureoles, Jesús Ortega o a Porfirio Muñoz Ledo. Los demás, o ya fueron clientes de Gayoso o se hallan en vías de serlo.
Esos políticos: priistas, panistas, perredistas, como decía el Maestro Andrés Henestrosa: Son unas sábanas muy pedorreadas. No deben contar.
La práctica de reciclar basura política debe dejarse a Morena y a sus partidos comparsa, esos que hacen de la política un negocio: el del Trabajo y el Verde Ecologista.
Los partidos PRI y PRD van a tener que volver a la antigua práctica; la que durante mucho tiempo les dio buenos resultados: la de detectar a los líderes estudiantiles, obreros y campesinos naturales y auténticos; procurar integrarlos a sus organizaciones políticas como “jilgueros”. Mucho más deben hacerlo ahora que se ha bajado la edad para ocupar cargos públicos.
Los actuales líderes del PAN, para renovar sus cuadros con sangre joven, van a tener que ir al Bajío a buscar catequistas, seminaristas, profesores y egresados de escuelas y universidades confesionales. Los del Opus Dei, legionarios, maristas y yunquistas son gente que simpatizan con ellos.
La reelección de los legisladores llevó al anquilosamiento de los partidos políticos e impidió la movilidad política. Se convirtió en un peso que obstaculizó la movilidad política. Debe desaparecer.
Morena, en cambio, como partido a vencer, dadas las actuales circunstancias políticas, puede darse el lujo de presentar como candidatos “cartas marcadas” como lo son Napoleón Gómez Urrutia, Nestora Salgado y Jaime Bonilla Valdez, a pesar de que, por su doble nacionalidad, están impedidos para ser legisladores (art, 32 constitucional). También puede inscribir como candidatos al “impresentable” Félix Salgado Macedonio, que ha demostrado ser buen amigo de AMLO y buen colocador de familiares en los puestos públicos.
Gerardo Fernández Noroña, que se auto postula como candidato a la presidencia de la República, con su intentona a lo que apunta es a algo más abajo: a reelegirse. Sabe que su capacidad y antecedentes no le dan para más. Mal andan los negocios públicos cuando gente de su calaña se desempeña como legislador.