La recién concluida jornada comicial arroja varias lecciones y saldos que conviene ir analizando, identificando, definiendo y categorizando; análisis que escapa por sus méritos y alcances a este primer acercamiento al tema.  En primer término, una vez más queda probado que la joven, incompleta y poco comprendida democracia mexicana, funciona y los votos de los electores cuentan y se cuentan.

La violencia anunciada para impedir el proceso afortunadamente abortó en aquellas regiones y Estados que parecía se sustraían al ejercicio democrático de transferencia pacifica del poder.

Persiste el abstencionismo. En el Estado de México no fueron a  votar  más del 50 por ciento de la lista nominal, en el que solamente participaron el 49.8 por ciento, menos de 3 puntos porcentuales que los que participaron en la elección del 2017. En el Estado de Coahuila participaron el 56.4 por ciento, mientras que en el 2017 la participación fue del 60 por ciento; estas cifras nos indican que aún falta mucho por hacer para crear consciencia, compromiso y responsabilidad en un gran sector de la población sobre el ejercicio del voto, pero sobre todo en los más jóvenes.

Los resultados del norte de la República fueron diferentes a los del centro, en Coahuila el triunfo del candidato de la alianza opositora al partido del presidente fue contundente con 30 puntos de ventaja mientras que en el Estado de México el triunfo para la candidata de Morena, obtuvo 10 puntos de ventaja sobre la candidata de los partidos de oposición.

En Coahuila el gobernador Miguel Ángel Riquelme y su equipo apoyaron de manera decidida a su candidato, mientras que en el Estado de México el gobernador Alfredo del Mazo prohibió a su equipo apoyar a la candidata de su elección, consciente de antemano, que sin su apoyo sería predecible una derrota, lo que ha propiciado rumores de que la derrota fue pactada aparentemente a cambio de impunidad. En toda elección se entienden los votos como un referéndum, a pesar de todos los pesares, en el Estado de México con sus votos le refrendaron el apoyo a la gestión del Presidente y su Partido.

Los saldos tienen múltiples lecturas y pueden verse por los actores políticos, en este caso, los partidos y los ámbitos de gobierno, según sus respectivas perspectivas de los vasos medio llenos o medio vacíos. Los analistas señalan que en el Estado de México fue el hartazgo de casi un siglo de gobierno del PRI pero de un sector de ese partido cuyo grupo se sitúa en Atlacomulco, los políticos quisieron terminar con el “Tolucazgo” lo que llevó a los electores del oriente del Estado a llevarse el triunfo de la gubernatura para Texcoco.

Una arista más, es la alta votación de Morena, que si bien es cierto es un gran resultado para AMLO y sus huestes, también se evidencia la división en el partido. El desplome electoral de Morena en Coahuila y las diferencias con los partidos aliados el PT y PVE, obedece a sus desacuerdos internos, a la hegemonía autoritaria del dueño de Morena y algunos otros factores más, que requerirían en el futuro, alejándose del calor y la pasión del concluido proceso electoral, un análisis serio, una reflexión serena. Únicamente la mezquindad y el mesianismo de su líder pueden llevar a la izquierda a la división y el fratricidio.

En el PRI, quedó demostrado que por sí solo ya no tiene la organización territorial que le permitió los triunfos en el pasado, solo en Coahuila pueden sentirse satisfechos con la votación gracias al apoyo de la organización territorial del gobernador en funciones, no así en el Estado de México.

En cuanto al PAN, los resultados sin ser todo lo bueno que deseaba su actual dirigencia, se mantiene como la segunda fuerza política, que de continuar  la alianza  de los partidos de oposición, el partido podría imponer candidato para el 2024, sin que esta apreciación sea definitiva.

Por lo que hace al PRD solo les queda la alianza para no perder el registro que como partido llego a tener una gran presencia, pero a partir  del deslinde de López Obrador y sus incondicionales para formar el hoy partido Morena ha quedado en casi un recuerdo de la izquierda pujante.

Para las elecciones del 2024 es muy importante que el electorado no solamente se centre en la elección presidencial, sino en el Poder Legislativo plural en el que la conformación de las Cámaras sea plural y que ningún partido tenga ni siquiera la mayoría simple, y de esta manera lograr el contrapeso de los poderes y evitar los desmanes violatorios de la Constitución que hemos presenciado y de esa manera logar el control del Ejecutivo.

El hecho incontrastable, y ahí están las cifras históricas, es que desde Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) hace 29 años, o cuatro sexenios hasta el presente, en donde el Presidente de la Republica en funciones no alcanzaba mayoría simple o relativa, la mitad más uno de la Cámara de diputados.

El espacio tiránico me obliga a dejar en el tintero muchas otras reflexiones, entre ellas, las de las candidaturas independientes que pudieran surgir para el 2024, espero habrá tiempo y oportunidad de ocuparse de ellas y de otros saldos de la elección.