8 años después

El interés de la Unión Europea en Latinoamérica y el Caribe -y de nuestra región por Europa- reaparece después de 8 años de indiferencia mutua, por decir lo menos. Las cumbres ALC-UE (hoy CELAC-UE) que tenían lugar cada dos años, en mayo, habían dejado de celebrarse después de la última, en 2015 en Bruselas.

Asimismo, la Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno (la primera celebrada en 1991 en Guadalajara, México) nacida gracias a la “complicidad” del presidente Salinas, de México, y Felipe González, presidente de gobierno de España, pierde relevancia: desde siempre Brasil se ha sentido incómodo en un foro en el que España tiene un papel primerísimo.

La “revivida” Cumbre CELAC-UE, que acaba de celebrarse el 17 y 18 de julio en Bruselas, se debe a varios motivos y tiene un impulsor principal: España. Importa -debe importar- y mucho a nuestra región y también a Europa. Hago notar el papel de España en la feliz iniciativa de esta Cumbre, esperando, en primer término, que las elecciones españolas del 23 de julio favorezcan a Pedro Sánchez y al PSOE y sus socios.

Lo anterior porque el PSOE tiene una visión moderna del escenario internacional, así como respetuosa de Latinoamérica, con todo y sus países “herejes”, incluso para mí como Cuba, Nicaragua y Venezuela. Sánchez habla inglés, se mueve con soltura en foros internacionales y países extranjeros y hace mancuerna con su compatriota y correligionario del PSOE Josep Borrell, ministro de Exteriores de la UE.

El PP en cambio -y no digamos su posible socio de ultraderecha Vox- tiene una visión “paleta” -como dicen en España- y reaccionaria del escenario internacional y de la geopolítica. Me viene siempre a la memoria al Trío de las Azores, cuando en 2003 George W Bush, Tony Blair y José María Aznar -de comparsa-, reunidos en esas islas acordaron invadir Irak ante informes de que Sadam Hussein contaba con armas nucleares, lo que resultó falso. Sin el aval del Consejo de Seguridad de la ONU iniciaron una sangrienta guerra que distorsionó el escenario regional y cuyos efectos siguen pesando sobre Irak.

Como es obvio, los gobernantes progresistas de América Latina: Lula, Petro, Boric y el argentino Fernández -al igual que europeos como el alemán Scholz y el portugués Costa- han manifestado su apoyo a Pedro Sánchez en la contienda electoral que libra, según han dicho -en privado- “en su lucha frente a la derecha y la ultraderecha trumpista”. Haciendo notar que la agenda de los progresistas es de la lucha contra el cambio climático y la desigualdad; y en defensa de la democracia.

España, por razones obvias, es el “socio” por excelencia de América Latina y el Caribe en la Unión Europea. De manera que resultó natural que, presidiendo en el segundo semestre de 2023, el Consejo Europeo, hubiera tenido la iniciativa de la Cumbre con nuestra región -incluso Borrell viajó a Cuba con el doble propósito de expresar solidaridad a La Habana pero también de diálogo con empresarios de la isla: dialogar, “hablar y hablar con todo el mundo”, dice Borrell.

Por lo que señalo, es una inconsecuencia -nuevamente por decir lo menos- el antiespañolismo de nuestro gobierno y la ausencia del presidente López Obrador en la Cumbre, una cita a la que acudieron en legión los jefes de Estado y de Gobierno de nuestra región: Allí estuvieron, entre otros, los mencionados Lula, Boric, Fernández y Petro. Y aunque México estuvo representado por Alicia Bárcena, canciller de excelencia, su nivel no es el de jefe de Estado.

 

Agenda cargada

El interés español -de familia- por Latinoamérica es compartido, debido a razones pragmáticas, por el resto de los países miembros de la Unión Europea. Primero, la perdida de importancia relativa de Europa como nuestro socio comercial: según estadísticas mencionadas en la revista española Política Exterior (Cumbre UE-CELAC: reencuentro necesario. 17 de julio 2023) en 20 años “la UE ha pasado de ser el destino del 25% de las exportaciones de la región a solo el 8,3%. A su vez, las importaciones desde la UE han sufrido la misma tendencia a la baja y se redujeron, para el mismo periodo, del 22,9% al 11,8%”. Mientras tanto, China se ha adueñado, por así decirlo, del comercio con la región, compitiendo con Estados Unidos y, en el caso de Sudamérica, superando a Washington. La mencionada fuente muestra que entre 2008 y 2018, el comercio de la UE con Latinoamérica se duplicó y el de China ¡se multiplicó por 10! Sirva de consuelo, sin embargo, saber quela Europa comunitaria es el primer inversor directo en América Latina.

A fin de competir con China y su ambicioso proyecto transcontinental Iniciativa de la Franja y de la Ruta (BRI) pero con amplias ambiciones, más allá de la competencia con China, la Unión Europea lanzó en diciembre de 2021 la iniciativa Global Gateway. Que sin embargo -dicen sus críticos- no ha estado a la altura de las expectativas que despertó y que -añaden- debe ser digital, como se ha ya establecido en la Alianza Digital UE-ALyC en el marco de la ya mencionada Global Gateway.

Lo cierto es que -sigo citando el informe especial de la revista española de Política Exterior- el mencionado proyecto está lejos de movilizar los 300.000 millones de euros en inversiones que se anunciaron, y los 3.500 millones de euros destinados a inversiones en América Latina son insuficientes para alterar el equilibrio estratégico en una región donde la inversión necesaria solo para conectividad se estima en 51.000 millones de dólares.

Sn el ánimo -y sin la información- para agotar las opciones de cooperación técnica y comercio entre Latinoamérica y la UE, añado únicamente el proyecto, que mucho interesa a Europa, de extraer, refinar y tratar el litio, del cual hay yacimientos gigantescos en un triángulo geográfico entre Bolivia, Argentina y Chile.

El litio es imprescindible para fabricar baterías de coches eléctricos, existe en abundancia en Latinoamérica y Europa cuenta con tecnología de punta para el efecto, y tendría los recursos para ello. Pero China llegó antes y ya cuenta con importantes contratos. La mejor oferta de Europa sería mejores criterios de protección ambiental y transferencia de tecnología a los países latinoamericanos. Lo que requeriría de negociaciones, de política.

La Cumbre ha tenido, como es lógico su materia política, no exenta de complicaciones, centrándose, sobre todo, en el tema de Ucrania y la guerra que libra en su territorio. Con el antecedente de que el presidente Volodymir Zelensky deseaba dirigirse a los reunidos, como lo ha hecho en otros foros, personalmente o por vía virtual. Pero los latinoamericanos se rehusaron a ello.

La invasión de Ucrania dio lugar a que la parte europea, con alguna excepción, propusiera a la Cumbre un texto que condenara a Rusia, por la invasión. Más que justificado ante la flagrante violación de la Rusia de Putin al derecho internacional.

Sin embargo, la cuestión requirió de largas negociaciones, pues no pocos gobiernos latinoamericanos, ahora que la izquierda campea en los gobiernos de la región, se oponían a una condena a Rusia. De tal suerte que la única fórmula aceptable -por casi unanimidad- que se incluyó en el texto final de la reunión se abstuvo de condenar, ni siquiera de lamentar, expresando únicamente los gobiernos “su profunda preocupación” por el conflicto.

Lo que ni siquiera aceptó el espantoso dictador de Nicaragua. Quien se quedó solo.