Vicente Fox sigue siendo el mismo tonto que conocimos en 2000. No ha cambiado. Tenían razón los que dijeron: Lo que tiene de alto lo tiene de estúpido. Sólo a él, que tiene apellido irlandés y que su madre fue española, se le ocurre pretender descontar a los candidatos de Morena por motivos raciales o de origen.

Únicamente a él se le ocurre ofrecer a la señora Xóchitl Gálvez su apoyo diciendo el motivo: que, de llegar a la presidencia de la República, le regrese la pensión vitalicia de la que gozaba. A nadie más que a él, que fue un machista, ahora pretende sumarse a un movimiento que es de reivindicación feminista.

El defecto que hunde a Fox es el mismo del que adolece AMLO: los dos no tienen conectado el cerebro con la boca, por ello, la tienen floja y cuando la abren salen de las rejas de sus dientes, como dice la Ilíada, tonterías y sandeces.

No tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre”. En su momento, en el año de 2000, el Partido Acción Nacional nos vendió la idea de que Vicente Fox era la mejor opción para México. Se lo creímos. Así nos fue. Otra oportunidad desperdiciada. Su sexenio y vida han sido una suma de frivolidades, excesos y traiciones: besos frente al Vaticano, romance, escenas de celos, boda presidencial y botas en actos solemnes. Seis años de violar el imperativo de que el Estado mexicano debe ser laico: entrega pública de crucifijos, misas en lugares oficiales y protección a pederastas. Fox, habiendo sido panista, en la elección de 2018, invitó a la ciudadanía a votar a favor del candidato del PRI. Hubo más.

En cuanto a la pensión que reclama, su pretensión es infundada. Pagarla es atentatorio del principio de igualdad ante la Ley. Un presidente de la República, mediante un decreto, no puede fijar una pensión. Debe ser por Ley: “No puede hacerse pago alguno que no esté comprendido en el Presupuesto o determinado por ley posterior.” Dispone el artículo 126 constitucional.

Es impropio pagar ese tipo de prestaciones en un país de carencias y desigualdades. No se justifica moralmente establecer una excepción y disponer el pago de una pensión especial para quienes fueron presidentes de la República.

Una pensión se cubre cuando se han cubierto las cotizaciones establecidas por la Ley; no es por capricho; se cotiza con vistas a constituir una reserva. Establecerlas sin haber hecho la previsión, incide en el Presupuesto Público.

Todos suponemos que en alguna parte de nuestra vida ya no podremos trabajar y que, por ello, en el momento oportuno, debemos ser previsores: contar con un sistema de jubilación y no esperar que sean el Estado o nuestros parientes quienes suplan nuestra negligencia.

Ningún sistema público entrega, en calidad de pensión, recursos para llevar una vida regalada y con toda clase de comodidades y lujos. Llegar a la vejez significa, entre otras cosas, la necesidad de ajustar los gastos a los ingresos. Ya no se puede vivir con lujos, a menos de que, en forma privada, se haya tenido la precaución de ahorrar. Señor Fox, si no le alcanza con lo que le pagan de pensión: recorte sus gastos. Si no tiene pensión, ese es su problema.

El colmo de la estupidez no lo he referido: habiendo dicho la señora Gálvez que ella había votado a favor de la entrega de una pensión universal para los ancianos e incapacitados y que era partidaria de que se siguiera cubriendo, únicamente a Vicente Fox se le ocurre proponer que se deje de hacerlo y que, en cambio, a él sí se le entregue.

Vicente Fox, acostumbrado a que durante el tiempo en que fue diputado, gobernador y presidente de la República sus gastos personales fueron con cargo al presupuesto público, en la etapa en que estuvo en el servicio público, debió haber ahorrado o incorporarse a un sistema previsión social. No lo hizo. Si quiere seguir llevando una vida con lujos o comodidades, tiene una sola opción: ponerse a trabajar. Si nos sale con que no sabe hacer mayor cosa, ese es su problema por no haber realizado estudios profesiones o aprendido un oficio redituable.

Fox debe reconocer que la causa de sus carencias son sus lujos y su falta de previsión. A estas alturas de su vida no nos puede salir que con lo que gana no le alcanza. En todo caso, que le diga a la lavadora con dos patas, como él mismo dijo, que tiene en su casa, que busque trabajo. Que cuando menos intente dar clases de inglés o vuelva a vender artículos veterinarios, que era a lo que se dedicaba antes de ingresar a la burocracia y seducir a un casado, como lo era su actual esposo.

Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, que también ocuparon la presidencia de la República, tienen una profesión y la ejercen; siguen trabajando, no andan reclamando el pago de una pensión vitalicia. Los casos de Carlos Salinas y de Enrique Peña Nieto son diferentes. Ellos, durante su mandato, hicieron previsiones para el futuro, por ello se pueden dar la vida de lujos que llevan.

Fox, para nivelar sus ingresos, debería tomar clases de canto a fin de que, en su nuevo oficio de intérprete de Las mañanitas, sepa que en música hay tonos y que, cuando las canta, debe ajustarse al tono en que toca el mariachi que lo acompaña. Como ya tiene sombreros y botas, únicamente le falta comprarse un traje de charro y unirse a alguno de los tantos grupos de mariachi que prestan sus servicios en la Plaza Garibaldi. Eso sí, se tendrá que venir a esta Ciudad de México y desvelarse.

No me gustaría estar en su lugar. Lo que ha dicho la prensa de él se queda corto con lo que, a estas alturas, debe estarle reprochando su cuchillito de palo, la tal Marthita; ella lo debe de estar poniendo pinto desde que amanece hasta que anochece. Ya la veo diciéndole: sólo a ti se te ocurre salir con esa batea de babas; únicamente a ti, tepocata inmunda, que no eres capaz de sacar un puerco de una milpa, tenías que salir con esa mariguanada. (Todos esos anglicismos los dijo el propio Fox).

Échele ganas, don Vicente. Ni modo, eso le pasa por no estudiar. Si toma clase de canto, en una de esas, lo contrato para que me cante Las mañanitas en mi cumpleaños.

Hizo bien doña Xóchitl Gálvez en haber prescindido públicamente del apoyo de Vicente Fox. Entre más lejos, mejor. No quiero repetir el dicho de Dante Delgado referido a los priistas, para que no diga que soy copión, digo algo más fuerte: Con pendejos ni a misa, porque se hincan en los gargajos.